31 enero 2008

EL GENOCIDIO CENSURADO

[De nuevo tratamos en este blog sobre el aborto. Esta vez con ocasión del libro Il genocidio censurato. Aborto: un miliardo di vittime innocenti (Ed. Piemme), del escritor Antonio Socci.

Se ha publicado también en español con el título El genocidio censurado. Aborto: mil millones de víctimas inocentes (Ed. Cristiandad, Madrid, 2007).

Antonio Socci (Siena, 1959), periodista y escritor, ha colaborado con Il Sabato, Il Giornale y Panorama. Ha sido director de la revista internacional 30Giorni. Actualmente desempeña el cargo de Director de la Escuela de Periodismo de Radio y Televisión de la RAI. Sigue colaborando con diversos medios (Il Foglio y Libero) y también ha publicado una decena de libros.

El autor hace un buen trabajo de investigación periodística y denuncia de modo neto y sin paliativos el mayor escándalo de nuestra sociedad: El mayor genocidio del siglo XX no ha tenido lugar en una guerra, en los gulags o en los campos de exterminio. Es una matanza, de más de mil millones de víctimas inocentes, de la que nadie habla: el aborto.

Viene a la memoria el eco de las impresionantes palabras del Papa Juan Pablo II, en el año 1982, ante aquel gigantesco auditorio de la madrileña Plaza de Lima, que se desbordaba por los alrededores del Estadio del Real Madrid: Hay otro aspecto, aún más grave y fundamental -decía el Papa-, que se refiere al amor conyugal como fuente de vida: hablo del respeto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad.

Reproducimos ahora un artículo titulado “El genocidio censurado”, de Juan Manuel de Prada en ABC (28-I-2008), en el que al comentar el libro de Antonio Socci hace ver que el aborto es una vuelta al corazón de las tinieblas, es una negación de la conquista humana más esencial e irrenunciable. ]

#428 Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por Juan Manuel de Prada

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Citábamos el otro día de pasada un libro que nos gustaría recomendar encarecidamente. Se titula El genocidio censurado, y lo acaba de publicar Ediciones Cristiandad; su autor, Antonio Socci, es un polemista brioso, capaz de resucitar en el lector ese fondo de humanidad sepultada sobre el que se ha erigido el crimen más multitudinario y silenciado de nuestro tiempo. Nos estamos refiriendo, claro está, al aborto, de tan triste actualidad en nuestro país, convertido -como escribió en alguna ocasión Ruiz Quintano con su característico sarcasmo- en «reserva abortista de Occidente». El mayor genocidio del siglo XX -nos recuerda Socci- no ha sido perpetrado en ninguna guerra, tampoco en los gulags ni en los campos de exterminio que florecieron al socaire de los regímenes totalitarios; el mayor genocidio del siglo XX -y de los que llevamos de siglo XXI- se ha perpetrado en las aseadas democracias occidentales, ante la mirada impávida o indiferente de sociedades que presumen de compasivas y defensoras a ultranza de los derechos humanos. Mil millones de víctimas inocentes es la cifra que propone Socci como saldo de ese genocidio; y probablemente se haya quedado corto. Pero lo más escalofriante de este crimen innumerable no es la cantidad, sino el silencio aquiescente o cómplice con que las sociedades denominadas democráticas lo aceptan. Porque el aborto, esa barbarie industrial por la que algún día seremos juzgados, es también el último tabú del que nadie se atreve a hablar. Resulta inquietante y perturbador que una época como la nuestra, que se jacta de exponerlo todo a la luz, que no tiene empacho en penetrar en las más recónditas intimidades, que no hace ascos a la exhibición gratuita de violencias, que con obscenidad casi pornográfica nos bombardea visualmente con los más variopintos horrores, sin embargo haya decidido encubrir este genocidio, prohibiéndonos mirar a los ojos a esos pequeños que son expeditivamente tachados del libro de la vida.

En algún pasaje de su ensayo, Socci recoge las palabras de Norberto Bobbio, el gran jurista y filósofo turinés, a quien nadie podrá acusar de complacencia con las tesis católicas, sobre el aborto: «Hay tres derechos. El primero, el del concebido, es fundamental. Los demás, el de la mujer y el de la sociedad, son derivados. Además, y para mí esto es el punto central, el derecho de la mujer y el de la sociedad, que son de ordinario adoptados para justificar el aborto, pueden ser satisfechos sin recurrir al aborto, es decir, evitando la concepción. Una vez ocurrida la concepción, el derecho del concebido solamente puede ser satisfecho dejándolo nacer. (...) Me sorprende que los laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no se debe matar». Y Pier Paolo Pasolini escribió: «Soy contrario a la legalización del aborto porque la considero una legalización del homicidio. Que la vida humana sea sagrada es obvio: es un principio más fuerte que cualquier principio de la democracia». Glosando a Pasolini, podríamos preguntarnos si una sociedad que no considera sagrada la vida humana puede calificarse de democrática.

¿Se puede seguir esgrimiendo seriamente que una vida gestante es un «amasijo de células», como le dijeron en el abortorio a la joven María de la Cuesta, cuyo testimonio recogía ayer ABC en un hermosísimo reportaje de Domingo Pérez? ¿Se puede decir sin rebozo que esa vida gestante vale lo mismo que un pelo o un diente o una uña? ¿Es una mera cosa de la que podemos disponer a nuestro antojo o es uno de nosotros? Esta es la pregunta que nuestra época no se atreve a responder, porque ha dejado de ser humana. Hubo un tiempo, allá en el corazón de las tinieblas, en que los niños eran entregados a Moloch en sacrificio; pero, de repente, ocurrió algo, un cambio absolutamente revolucionario que Socci resume así: «Por primera vez en la historia se difundió el sentimiento y la certeza de que todo ser humano es sagrado e intocable, que ningún poder puede disponer de su vida o de su dignidad. Este es el fundamento ético de la libertad y de la democracia tal como la conocemos». Y el aborto es una vuelta al corazón de las tinieblas, es una negación de la conquista humana más esencial e irrenunciable. No dejen de leer este vibrante ensayo de Antonio Socci.

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Nota: Quien desee volver a escuchar las palabras de Juan Pablo II en la Plaza de Lima de Madrid (2-XI-1982), puede ver este video.

REFLEXIONAR, ¿AYUDA A MEJORAR LA ENSEÑANZA?

[Un interesante libro sobre la educación. El título original es What the Best College Teachers Do (Harvard University Press, 2004), y está escrito por Ken Bain.

Fue un libro premiado: Winner of the Virginia and Warren Stone Prize, Awarded Annually by Harvard University Press for an Outstanding Book on Education and Society.


Ha sido traducido al español por Oscar Barberá y publicado en 2005 (Publicacions de la Universitat de Valencia; 2ª edición en 2007): Lo que hacen los mejores profesores universitarios.

Ha suscitado interesantes debates sobre la educación, tanto en el ámbito universitario, como en colegios e institutos. ¿Qué hace grande a un gran profesor? ¿Cuáles son los profesores que recuerdan los estudiantes mucho tiempo después de graduarse? Este libro es el resultado de un estudio durante quince años sobre casi un centenar de profesores y una amplia diversidad de universidades. Ofrece respuestas valiosas a todos los educadores. Los mejores profesores conocen sus materias a fondo, pero también saben cómo atraer, desafiar a los estudiantes y provocar en ellos respuestas apasionadas. Y sobre todo, creen firmemente dos cosas: que la enseñanza importa y que los estudiantes pueden aprender.

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Kenneth R. Bain is founding director of the Center for Teaching Excellence at New York University and author of the award-winning book, What the Best College Teachers Do. In addition to the NYU Center for Teaching Excellence, Bain founded centers for teaching excellence at Northwestern University and Vanderbilt University. In the 1970s and early '80s he served as director of the University Honors College at the University of Texas --Pan American. He also was founding director of that institution's History Teaching Center, a program sponsored by the National Endowment for the Humanities to promote greater collaboration between history teachers on the secondary level and research historians. Later he served as director of the National History Teaching Center, which had a similar mission on the national level. His scholarship centers on the history of U.S. foreign policy in the Middle East, but he is internationally recognized for his insights into teaching and learning. He has won four major teaching awards. A 1990 national publication named him one of the best teachers in the United States. He is currently at Montclair State University as the Vice Provost of Instruction and Director of the New Teaching and Learning Resource Center.

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Le hemos pedido al Prof., José Luis González Simancas que hiciera unos comentarios sobre este libro. Ahora los publicamos. Estas consideraciones alimentarán, sin duda, nuevos debates y servirán de motivación a muchos profesores y también a no pocos alumnos.]



# 427 Categoria-Educacion

por José Luis González Simancas

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Para reflexionar, es necesario hacerse más de una pregunta. Una de ellas es la que figura como título de este artículo. ¿Es posible mejorar la enseñanza poniéndose a reflexionar? Por supuesto que no, si nos quedamos en la pura reflexión.

Pero sí puede ocurrir que a los que nos hacernos esa pregunta nos lleve a descubrir que nuestro modo de enseñar, aquí y ahora, no produce los resultados que nos habíamos propuesto Y es entonces cuando cambiamos lo que sea necesario cambiar, y comenzamos a elaborar nuestro propio estilo de enseñar. Y así es como al cabo del tiempo, casi sin darnos cuenta, hemos mejorado como profesores.

No lo dudemos. La respuesta a esta pregunta es lo que ha suscitado en múltiples investigadores, y en insignes profesores que la ejercen, el ir ajustando su modo de enseñar aquí y ahora, lo que indudablemente ha ido mejorando su modo de conducirse como docentes, esto es, como personas que ayudan a que otros aprendan –los estudiantes—lo mucho que ellos han llegado a conocer trabajando con esfuerzo.

Enseñar aquí y ahora quiere decir algo decisivo a mi entender: que la enseñanza en sí misma es por naturaleza “contingente”, es decir, que por ser “praxis”, acción del que enseña y del que aprende, no necesariamente tiene que ser de un modo preciso y definido, sino que puede y debe responder a múltiples variables.

Se lo diré al lector con palabras de uno de esos profesores que han estudiado a fondo cómo ayudar a que se formen los que aspiran a ser buenos docentes: Arthur W. Combs, en una de sus, obras [1]. Nos alerta sobre la naturaleza contingente del quehacer docente de una manera sencilla, tal como se expresa en la última frase de este párrafo que subrayo en negrita:

“Lo que los profesores hacen en un momento determinado debe adecuarse a cientos de factores en cualquier situación. Los métodos didácticos deben adecuarse a los alumnos (que son enloquecedoramente diferentes y singulares), a la asignatura, al entorno, al material disponible, al ideario escolar y a sus reglas y reglamentos, y al aula de que se dispone. Deben adecuarse, así mismo, a los propósitos del profesor, a sus metas, conocimiento y experiencia, además de adecuarse a las necesidades de los alumnos, sus motivaciones y sus fines. Estos no son sino unos pocos de los más patentes factores que se deben tener en cuenta en las decisiones de un profesor una y otra vez. Para adecuarse a todas estas condiciones, los métodos que utilicen los profesores han de ser singulares y únicos (…). La búsqueda de una singularidad común es imposible por definición”

Un libro que nos ayuda a reflexionar sobre la enseñanza

Un libro reciente que nos plantea preguntas a los profesores, en general y en especial a los universitarios, es el que ha compuesto Ken Bain, después de quince años de trabajo. Lo inició a partir de la pregunta decisiva que le provocó el haber tenido unos magníficos profesores universitarios: ¿Cómo lo hicieron? Y se puso a pensar y a indagar lo que expresa en el título de su libro Lo que hacen los mejores profesores universitarios. [2]

Lo único que pretendo en este artículo es animar a su lectura. En especial a un posible profesor, del nivel o área de conocimiento que practique, y que busque una orientación concreta en arguments, porque el libro de Bain podría originar excesivos comentarios. Baste, pues, una breve referencia a tres de los aspectos que considero más adecuados para motivar su lectura. Vayamos por partes.

1. Su método de investigación

Al conocer el libro de K. Bain, lo primero que me llamó la atención, y deseo valorar en especial, es el método de investigación utilizado en este trabajo. Es esencialmente cualitativo y personal, vivo y a partir de la realidad. Se ha llevado a cabo especialmente por medio de entrevistas, observación de clases, testimonios o declaraciones de profesores y estudiantes reales, que aquí se consideran como prueba o evidencia de los hechos.

No se trabaja con un método cuantitativo, esto es, basado en datos cuantificados que se obtienen de cuestionarios, encuestas o “surveys” que luego permitan elaborar cuadros o patrones, lejanos de la realidad viva, en los que se clasifica a los profesores investigados mediante la recogida de datos y el análisis factorial subsiguiente. Presentar en abstracto, cuantitativamente, los modos, modelos o patrones de actuación docente ¿no es más adecuado para hacer reflexionar a un experto o estudioso de la enseñanza desde la perspectiva de la pedagogía “experimental”?

Por el contrario, lo que el libro de Bain ofrece al lector es la diversidad real que se da en la vida docente, de lo cual, el profesor que lo lee saca lo que ayuda a una mejor actuación en su caso, que es único, singular, y sobre el que no caben conclusiones o fórmulas rotundas, dada la contingencia esencial del acto educativo, que depende de tantos factores concretos. Son tan copiosas las referencias concretas a profesores y profesoras universitarios que si se comienza su lectura, uno se lanza hasta el final. El equipo investigador llegó a seleccionar a casi un centenar de profesores que dejaron huella en sus estudiantes durante un largo período de sus vidas e incluso llegaron a cambiarlas de rumbo, intelectual y personalmente.

2. Considerar a los estudiantes como personas y confiar en ellos

Aquí, sólo cabe un botón de muestra, en el que, por contraste, se capta gráficamente tanto el método seguido por el autor como un rasgo en el que pone toda su atención: el de que los buenos profesores no se las dan de “dioses” en su materia y en el modo de enseñarla, sino que son y se muestran humildes intelectual y personalmente, tanto en el aula como en sus conversaciones de asesoramiento a los alumnos.

Se trata ahora de lo que el autor llama una cierta “amalgama” elaborada mientras estudiaba a un determinado profesor a quien denomina Dr. Wolf. Dice así literalmente:“En todos los casos, escuchamos cosas buenas sobre el profesor Wolf y habíamos empezado a recoger información sobre su docencia. Unos cuantos estudiantes dijeron que sus clases eran “brillantes”.

Resumiendo: a pesar de sus elogios sobre lo que intelectualmente habían ganado, los investigadores encontraron después que entre las puntuaciones que los estudiantes daban a las clases del profesor, los que le daban las puntuaciones más bajas posibles oscilaban entre el 20 y el 50%.. Ante este hecho, preocupante, pasaron a escuchar a esos estudiantes que le calificaban tan bajo, y quedó claro que estaban enfadados y frustrados con él. Podría tratarse de la sempiterna crítica de los estudiantes que no se toman sus estudios realmente en serio, pero no era éste el caso, pues muchos de los detractores tenían un magnífico expediente y reputación de trabajar duro.

Conforme indagaban en este caso, una persona tras otra les fue diciendo que era arrogante, que no le importaban los estudiantes, que ridiculizaba a algunas personas en clase, que fanfarroneaba sobre los muchos estudiantes que suspendían la asignatura, y que imponía exigencias duras y arbitrarias. Incluso los que le alababan confesaron que trataba mal a algunos de la clase. Una persona llegó a decir que era “un monstruo dominante” que quería que sus alumnos supieran lo mucho que sabía y lo poco que sabían ellos. “Quería controlarlo todo” dijo otro estudiante y no estaba dispuesto a responder preguntas de los alumnos. Para él eran un reto intelectual en el que siempre ganaba la batalla ese profesor, que deseaba ser “la estrella del espectáculo”. Decía otra persona: “Me sentía como si hubiera sido juzgado y mandado a presidio”. “Parecía deleitarse intentando hacer parecer estúpidos a los estudiantes”. Les recibía en sus horas de asesoramiento, pero a menudo permanecía de pie junto a la puerta de su despacho, como diciendo “Vale, continúa así y vete ya”.

Esta descripción negativa, ¿no nos hace reflexionar sobre cómo dirigimos las clases? Bain reflexiona a continuación sobre lo habitual que es entender el oficio de enseñar como una situación en la que los estudiantes hagan lo que se les dice, y en la que el profesor ejerce su poder y no una autoridad formativa: “empuña una vara en forma de calificaciones y créditos en la clase”; o la considera como una oportunidad de exhibir brillantez en la exposición, a veces a costa de sus estudiantes. Y nos cita las palabras de una de la profesoras investigadas, Doctora en Medicina: “Lo importante es que nuestra docencia debe expresar que nuestros estudiantes nos cuestan un precio, y que hacemos lo que hacemos porque nos importan como personas y como estudiantes”.Lo único que exige otra profesora admitida en este estudio es “un fuerte lazo de crédito mutuo”, de confianza mutua, y comprometerse libremente, a fondo, con el trabajo que les proponga en el desarrollo de la materia..

3. Reflexionar sobre uno mismo como profesor

Ya he dicho al comienzo que uno de los valores encomiables del libro de Bain es el de suscitar una continua reflexión sobre nuestro propio quehacer docente, un tema que ocupa el último capítulo de su obra, que encabeza esta pregunta: ¿Cómo evalúan a sus estudiantes y a sí mismos?

Pero aquí es donde podría dar rienda suelta a mis recuerdos personales, por que a lo largo de mis años de experiencia docente con mis estudiantes universitarios, y a pesar del cotoso precio que conlleva, he utilizado los trabajos escritos por los estudiantes, individualmente o en pequeños grupos de tres o cuatro de ellos: los “ensayos” como procedimiento no sólo de evaluación sino de auténtico aprendizaje del modo de razonar, de analizar y sintetizar, y de evaluar con capacidad crítica personal, toda una serie de casos problemáticos o de teorías discutibles. Y no es otra cosa lo que propugna el estudio realizado por Ken Bain. Retar la inteligencia y la voluntad, el esfuerzo, de los estudiantes en la solución de problemas que más tarde se encontrarán inevitablemente en el ejercicio de su profesión.

¿No serían aspectos como los comentados, un estímulo suficiente para leer su proceso de indagación y las conclusiones abiertas a las que aproxima al lector en su libro?

Para terminar, sin embargo, creo que puede ayudar a lanzarse a su lectura el quedarse pensando en preguntas como las que siguen, que nos propone Bain para que nos las hagamos los profesores a nosotros mismos, y con frecuencia, si es que nos proponemos de verdad: centrarnos en el aprendizaje de los estudiantes, más que en expresar nuestro brillo de sabios o eruditos en un área de conocimiento:

  • La docencia ¿ayuda y estimula a los estudiantes a aprender de forma que consigan mejorar, en un grado importante, su modo de pensar, actuar y sentir, que sea duradero y substancial, y sin que ello les produzca el menor perjuicio?
  • ¿Vale la pena aprender la materia? ¿Es apropiada para el plan de etudios de esta carrera?
  • Mis estudiantes ¿están aprendiendo lo que se supone que enseña la asignatura?
  • ¿Ayudo y animo a lo estudiantes a aprender, o aprenden a pesar de mí?

  • ¿He perjudicado a mis estudiantes, quizá fomentando el aprendizaje a corto plazo, mediante tácticas intimidatorios, desanimándoles en vez de estimular un mayor interés por el campo de conocimiento, evitando un aprendizaje funcional para obtener un título, y que eso les lleve a no profundizar en la materia?

Conclusión

Habré logrado mi objetivo si en el artículo que aquí termina he sabido hacer lo que me proponía hacer: estimular a un posible lector o lectora para que no deje de leer la publicación de un autor que nos ayuda a reflexionar porque nos lleva a preguntarnos:¿Lo estoy haciendo bien? ¿Lo podría hacer mejor?... ¿No puedo contribuir positivamente, por mucho que me cueste, al mejor desarrollo personal de mis estudiantes, por medio de la docencia que desempeño? Siempre encontramos tiempo para lo que nos interesa de verdad. ¿Leer a Ken Bain? ¿Por qué no?



Notas:

[1] Combs, A.W. (1982): A personal approach to Teaching. Boston-Allyn and Bacon.

[2] Bain, Ken (2004): What the best College teachers do, Cambridge, Massachusets-Harvard University Press. Existe traducción española: Lo que hacen los mejores profesores universitarios, por Oscar Barberá.. Publicaciones de la Universidad de Valencia (2007, 2ª edición).

21 enero 2008

EL CASO GALILEO

[El “caso Galileo” es un tópico utilizado frecuentemente para atacar a la Iglesia. Un ejemplo clamoroso es lo que ha ocurrido hace pocos días, en Roma, y que ha tenido un amplio eco mediático (cfr. arguments # 425).

El pequeño grupo de profesores La Sapienza que escribió al Rector para mostrar su rechazo a la visita de Benedicto XVI a la Universidad de Roma, se remitió de nuevo a Galileo para justificar su postura intolerante. Por eso nos ha parecido de interés para los lectores de este blog recordar los datos principales del “caso Galileo”.

Animamos a entrar en la página web de Ciencia, Razón y Fe (CRYF) —Grupo de Investigación Interdisciplinar de la Facultad de Ciencias y de la Facultad Eclesiástica de Filosofía de la Universidad de Navarra— y ver con detalle la "Sesión on-line sobre el Caso Galileo".

Esa sesión on-line ha sido preparada por Monika Bogdalska y supervisada por el Prof. Santiago Collado. En su realización se han utilizado los estudios del Prof. Mariano Artigas (fallecido en diciembre de 2006).

El Prof Artigas dedicó muchos años de su vida a investigar en el “caso Galileo” y sus repercusiones en la historia de la Iglesia y de la ciencia. Su objetivo fue contribuir a arrojar luz sobre la verdad del caso: exponer los hechos históricos, explicar las dudas más usuales y corregir interpretaciones equivocadas que se han dado a lo largo de los siglos.

Puede verse la misma sesión on-line en lengua inglesa.]



# 426 Categoria-Educacion

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En 1632, Galileo fue llamado a comparecer ante el Santo Oficio en Roma y al año siguiente fue condenado. Este famoso proceso ha sido deplorado claramente por la Iglesia. Pero también se abusa de esos hechos, extrayendo de ellos algunas conclusiones falsas —tanto histórica como científicamente— que se aplican para juzgar diversos problemas actuales.

Apuntamos en rápido resumen algunos de los hitos principales del caso:

  • Hacia 1610, Galileo se fue convenciendo de la verdad del sistema heliocéntrico, según el cual —y contra la opinión entonces vigente— la Tierra gira alrededor del Sol, y éste ocupa el centro del mundo.
  • Esto ya estaba planteado por Copérnico en una obra publicada en 1543 en la que basaba todos sus cálculos astronómicos sobre la hipótesis de que la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol; decía que él sólo formulaba una hipótesis matemática conveniente para los cálculos, sin pretender juzgar cómo eran las cosas en la realidad. En verdad, Copérnico no tenía base científica para afirmar más.
  • Galileo contaba con más datos, pero no los suficientes para afirmar la verdad del heliocentrismo. Si sus conclusiones eran ciertas, sus argumentos probatorios no tenían la misma consistencia.
  • Esa teoría levantaba entonces sospechas por un doble motivo: parecía ir contra una filosofía basada en la experiencia ordinaria y algunos la veían incompatible con pasajes de la Biblia.
  • En 1616, el Santo Oficio de Roma pidió un dictamen a 11 teólogos, quienes calificaron las tesis astronómicas de Galileo como filosóficamente absurdas y formalmente heréticas. Sin embargo, ese dictamen nunca fue publicado como acto del Magisterio de la Iglesia.
  • El 26 de febrero de 1616, ante el Cardenal Belarmino, Galileo se comprometió a no defender la teoría heliocéntrica, sin que hubiera juicio ni condena.
  • El juicio llegó al cabo de bastantes años, en 1632-33, cuando las circunstancias parecían favorables a Galileo, pues había sido elegido Papa -con el nombre de Urbano VIII- el Cardenal Barberini que parecía comprensivo con la teoría en cuestión.
  • El 12 de abril de 1633 tuvo lugar la primera comparecencia ante el tribunal de Roma. A pesar de sus protestas en contra, era bastante claro que no se había atenido rigurosamente al compromiso que asumió en 1616: por ejemplo, Galileo había publicado en febrero de 1632 una obra en que defendía el heliocentrismo.
  • El 22 de junio de 1633 se le condenaba a censuras que fueron perdonadas en vista de sus buenas disposiciones, y a la cárcel (en un Palacio de Roma) que enseguida fue conmutada por el confinamiento en su villa del Gioiello, donde siguió trabajando y publicando hasta que le sobrevino la muerte en 1642, a los 78 años de edad.
  • El juicio de 1633 se basó en el desgraciado dictamen de los 11 teólogos de 1616, que no volvió a discutirse entonces. El conflicto podía haberse evitado fácilmente, dejando aparte las circunstancias del momento. En efecto, la Iglesia admite que el texto de la Biblia debe interpretarse en cada caso según el tipo de cuestiones de que se trate, y es evidente que, cuando se trata de cuestiones científicas, el autor humano utilizará expresiones que corresponden a la apariencia ordinaria de los hechos: Dios no pretende revelar por anticipado conclusiones de la ciencia natural. Esto era tan claro que el mismo Galileo lo expuso, por escrito y de modo correcto, en una larga carta de 1615.
  • El conflicto hizo sufrir a Galileo. Ha perjudicado a la Iglesia durante siglos. La parte menos lesionada fue la ciencia: poco después, Newton fue mucho más lejos que Galileo, y sentó las bases de la física de modo estable, haciendo posible un progreso sistemático que ya no ha cesado. Y, desde luego, ni el Sol ni la Tierra están en reposo ni son el centro del Universo: en la física sólo se miden movimientos relativos (de unos cuerpos respecto a otros) y tomando como referencia un sistema que a efectos prácticos pueda desempeñar convenientemente su papel.
  • El nacimiento sistemático de la ciencia moderna fue posible gracias al convencimiento explícito acerca de la racionalidad de un Universo que es obra de un Dios creador infinitamente sabio y poderoso, y acerca de la capacidad del espíritu humano -creado por Dios a su imagen y semejanza- para comprender el orden natural. Y esta seguridad se debió al influjo del cristianismo, que llegó a configurar toda una cultura.
  • En la actualidad, hay quien afirma que la Iglesia actúa equivocadamente al mantener sus enseñanzas sobre los dogmas de la fe y la moral, o al condenar -por ejemplo- los anticonceptivos o el aborto: se trataría, según ellos, de nuevos “casos Galileo” que no tendrían en cuenta los progresos de las ciencias, de modo que la Iglesia permanecería erróneamente comprometida con modos de pensar ya superados.
  • Pero esta invocación a Galileo está fuera de lugar. Por ejemplo, la extensión del aborto es un dato de costumbres, no es una conclusión científica. Y el rechazo del aborto por parte de la Iglesia es la postura más acorde con los datos de la ciencia actual, que muestran un proceso continuo de desarrollo de la vida humana desde el momento de la concepción. Hoy son los defensores del aborto los que hacen oídos sordos a las conclusiones científicas en este tema.
  • Los presuntos conflictos entre la ciencia moderna y la fe provienen, sin excepción, de doctrinas que arbitrariamente se presentan como conclusiones científicas cuando en realidad no lo son. Esto sucede, por ejemplo cuando se niega la existencia del alma humana porque la ciencia experimental no puede comprobarla, olvidando que el método experimental que permite investigar la estructura de la materia no es apto para estudiar la naturaleza del espíritu; o cuando se rechaza la creación divina del universo en base a teorías evolucionistas que, en todo caso, se limitan a estudiar posibles transformaciones entre seres ya existentes, sin que puedan dar razón de la existencia misma de ellos.
  • Quienes hoy razonan de este modo, de hecho están incurriendo en el mismo error que cometieron unos eclesiásticos con Galileo. Estos pretendieron juzgar unas hipótesis científicas con métodos teológicos, sin respetar la autonomía propia de la ciencia. Hoy, son algunos hombres de ciencia -y otros que distan mucho de ser científicos- los que pretenden pontificar sobre las realidades del espíritu con criterios y métodos sólo válidos para la ciencia experimental.
  • Nuestra época necesita hacerse eco, de un modo positivo, de un dicho utilizado por Galileo (quien siempre fue un firme creyente, antes y después del proceso): “las Sagradas Escrituras no nos enseñan cómo son los cielos, sino cómo se va al cielo.”
  • El problema actual es descubrir la profunda armonía entre la ciencia y la fe. La ciencia proporciona conocimientos cada vez más extensos y profundos sobre la realidad y permite dominarla en gran medida, pero nada nos dice sobre la utilización de sus resultados ni sobre el sentido de la vida humana.
  • La fe cristiana proporciona una gran ayuda a la razón en su tarea de plantear y resolver los problemas más profundos de la vida humana. Sin duda, ésta era la convicción de Galileo, y la de tantos otros científicos que han hecho posible el progreso de la ciencia actual.

18 enero 2008

“NO PUEDE OCURRIR QUE LA INTOLERANCIA QUITE LA PALABRA A ALGUIEN Y MENOS SI SE TRATA DEL PAPA” (Alcalde de Roma)

[El día 16, la Oficina de Prensa de la Santa Sede emitió un breve comunicado en el que se decía, según informa el VIS:

"Debido a los bien conocidos hechos de estos días relacionados con la visita del Santo Padre a la Universidad de Estudios ‘La Sapienza’ de Roma que, por invitación del Rector Magnífico, tendría que haberse efectuado el jueves 17 de enero -dice el texto- se ha considerado oportuno aplazar el evento. El Santo Padre enviará, de todos modos, el discurso previsto".

Los hechos a los que se refiere la nota son la petición de 67 profesores al Rector Magnífico de revocar la invitación a Benedicto XVI y las protestas de grupos de estudiantes que ayer ocuparon el rectorado de la Universidad para exigir manifestarse en la Ciudad Universitaria el día de la visita del Papa.

Los profesores reprochaban al pontífice una frase de un discurso pronunciado en 1990, que tenía como tema la crisis de confianza en la ciencia en sí misma y ponía como ejemplo el cambio de actitud sobre el caso de Galileo. La frase "En la época de Galileo la Iglesia permaneció mucho más fiel a la razón que el mismo Galileo. El proceso contra Galileo fue razonable y justo", citada en el discurso, no era del entonces cardenal Joseph Ratzinger, sino del filósofo de la Ciencia Paul Feyerabend.

En el ABC de ayer (17-I-2008) se puede leer la crónica de Juan Vicente Boo: “El sonrojo de Italia por no haber estado a la altura de acoger al Papa en la Universidad de Roma dominó ayer la vida política y las primeras páginas de los diarios. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, escribió una carta de disculpa a Benedicto XVI, mientras los directores de los grandes diarios, incluidos los de centro izquierda, denunciaban el envilecimiento y la intolerancia en que los extremistas están hundiendo al país.”

Y seguía: “Ezio Mauro, director de ‘La Repubblica’, principal diario del centro izquierda, lamentaba en primera página que «hasta ayer éste era un país tolerante. Algo se ha roto, dramáticamente, ante los ojos del mundo entero. (…) “el resultado es un cortocircuito cultural y político de impacto mundial: el Papa, que es también el obispo de Roma, no puede hablar en la Universidad de su propia ciudad en esta Italia mediocre del 2008. Esto tiene sabor de censura y de rechazo del diálogo.”

El arranque del “conflicto” fue, como recuerda el comunicado del Vaticano, una carta de rechazo a la visita del Papa firmada por un grupo de 67 profesores. Hay que tener en cuenta que la Universidad de ‘La Sapienza’ es la mayor de Europa, con un total de 4.767 profesores y más de 200.000 alumnos. No hace falta ser un experto en análisis numérico para ver que el grupo de los firmantes de la carta representaban sólo el 1,4% del personal docente de la Universidad de Roma. En definitiva un grupito de profesores. Pero algunos medios los han presentado, con evidente falta de objetividad y tergiversando la realidad, como un número significativo e importante del claustro de profesores.

Leo a Juan José García-Noblejas en Scriptor.org: “…poco menos que los 67 preclaros profesores eran una especie de reencarnación de los siete sabios de Grecia, no sólo en sus específicas materias, sino en estas cuestiones de calado moral y sapiencial. Un ejemplo, el Corriere titula, como quien no quiere la cosa: Lettera di 67 cervelli contro l'intervento di Ratzinger: evento incongruo. ¡Hay que ver la razón que deben tener nada menos que "67 cerebros" firmando un papel!, ha de pensar para sus adentros el ciudadano espeso y municipal...!”

Algo parecido publicaba El País (15-I):Entre los 67 que firmaron la carta hace algunos días, y que fue publicada ayer por la prensa italiana, se encuentran los nombres de algunos de los mayores físicos del país.”

Y ayer, en otro artículo de El País, se dice: “Parece que los 67 profesores cuentan con alguna base de seguidores estudiantiles. Y no sólo estudiantes. A la protesta se han sumado colectivos antiglobalización, movimientos de gays y lesbianas, feministas, ateos; sectores molestos con el Vaticano y lo que consideran injerencias intolerables de la Iglesia en la vida pública. Estos colectivos han convocado para el 9 de febrero una manifestación contra el Vaticano.” (…) "Porque la actitud reaccionaria de este Papa, que niega sus derechos civiles a las parejas de hecho, a los homosexuales, que se pronuncia contra el aborto y la contracepción, que pide a los farmacéuticos que no vendan la píldora, indigna a muchas personas". (¿?)

¿Y los estudiantes? Algunos han mostrado casi como un acto de heroísmo desinteresado en pro de las libertades lo que un grupo reducido de estudiantes -nada representativos del total de 200.000 alumnos- ha hecho contra la visita del Papa: carteles y pintadas insultantes, manifestaciones burlescas, invasión del Rectorado, etc.

Nuncio vobis gaudeum magnum. (Non) habemus papam". Esta pancarta burlesca, parafraseando la frase ritual del anuncio de la elección de un Papa, saludaba ayer, desde el balcón principal de la facultad de Física de la universidad romana de La Sapienza, la cancelación de la visita de Benedicto XVI.” (El País, 17-I)

Stefano Migliorelli en su blog Emendatio recoge la opinión de Rutelli : "Appare inconcepibile la pretesa di zittire il Papa in un luogo di studio, formazione e dialogo e inoltre tutti avrebbero interesse a preservare i luoghi della cultura e scienza dalla diatriba politica.” Così il vicepresidente del Consiglio, Francesco Rutelli, interviene in una lettera al quotidiano Il Foglio, pubblicata in prima pagina, ed in un colloquio con Il Messaggero sulle prese di posizione contro la presenza di Papa Benedetto XVI alla Sapienza. "Ma che idea della libertà - afferma Rutelli - hanno coloro che pensano di voler proibire a Benedetto XVI di parlare all'Università La Sapienza? Chiunque - ragiona il vicepremier - può dissentire, nel dibattito pubblico. Anche da ciò che dice il Papa". "Ma la pretesa di zittirlo in un luogo che è spazio di studio, formazione e dialogo - aggiunge Rutelli - l'idea che possa essere preclusa la parola al Vescovo di Roma, intellettuale riconosciuto per la sua profondissima cultura, per decenni professore universitario e, se vogliamo aggiungere, successore di chi fondò l'Università La Sapienza 705 anni fa, appare inconcepibile".

El Rector Magnífico anunció ayer que el Papa será nuevamente invitado y que esa nueva invitación "interpreta el deseo de la mayoría académica de la Universidad La Sapienza". (El Mundo, 18-I-2008)

Si bien el Papa consideró preferible no participar en el encuentro previsto con profesores y universitarios, envió al Rector de la Universidad, Renato Guarini, el texto que había preparado para esa ocasión. Ese discurso -que debía haber pronunciado el Papa- fue leído por un profesor en el Aula Magna de La Sapienza. Y al final, en pie, se aplaudió la lectura y se escucharon gritos de: "¡Viva il Papa!".

El alcalde y líder del partido Democrático de centroizquierda, Walter Veltroni, dijo que "lo ocurrido es inaceptable. No puede ocurrir que la intolerancia quite la palabra a alguien y menos si se trata del Papa, que es un punto de referencia para millones."

Pero más interesante es ahora ver la reacción de la gente de la calle y de miles de docentes y de alumnos. Dice La Gaceta (17-I-2008): "Si Benedicto no va a la Sapienza, la Sapienza irá a Benedicto". Así rezaba ayer una pancarta con la que un grupo de jóvenes universitarios mostraron al Pontífice alemán su cariño y respeto ante los últimos ataques vertidos por un grupo minoritario de profesores —67 de un total de 4.767— y alumnos —extremistas y anarquistas— de la Universidad La Sapienza de Roma, y que acabaron por cancelar la visita que tenía previsto realizar al centro hoy. Había otras pancartas significativas: "La Sapienza está contigo" o "Los universitarios con el Papa".

La de ayer fue la primera manifestación de apoyo al Pontífice, pero no será la última. El cardenal Camillo Ruini ha invitado a todos los romanos, no sólo a los católicos, a que este domingo manifiesten en la Plaza de San Pedro del Vaticano su afecto a Benedicto XVI.

"En esta circunstancia que golpea tan dolorosamente a toda nuestra ciudad, la Iglesia de Roma expresa su filial y total cercanía a su obispo, el Papa, y expresa el amor, la confianza, la admiración y la gratitud a Benedicto XVI, que está en el corazón del pueblo de Roma".

La oficina de prensa del Vaticano ha hecho público el el texto íntegro (italiano) de la lección que Benedicto XVI debía haber pronunciado ayer en la Universidad de La Sapienza. Nos ha parecido de interés para los lectores de arguments reproducir un excelente resumen que de esa lección del Papa ha preparado Juan José García-Noblejas en su blog Scriptor.org.]

# 425 Categoria-Educacion

por Juan José García-Noblejas

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El documento de seis folios habla de varios asuntos en torno a una misma cuestión.

En primer lugar, Benedicto XVI se plantea qué puede y debe decir un Papa invitado a hablar en la principal Universidad de la ciudad de la que es Obispo:

(...) ¿Qué puede y debe decir un Papa en una ocasión como ésta? En la lección de Ratisbona hablé, sí, como Papa, pero sobre todo como antiguo profesor de aquella que fue mi universidad, buscando reunir recuerdos y actualidad.

En la universidad "Sapienza", la antigua universidad de Roma, he estado invitado como Obispo de Roma, y por eso debo hablar como tal. Cierto que la "Sapienza" fue en tiempos pasados la universidad del Papa, pero hoy es una universidad laica con esa autonomía que -fundada en su mismo concepto fundador- siempre ha formado parte de la naturaleza de la universidad, que debe estar exclusivamente ligada a la autoridad de la verdad.

En su libertad de autoridades políticas y eclesiásticas, la universidad encuentra su función particular, precisamente para la sociedad moderna, que necesita una institución de este tipo. (...)

Tras exponer qué supone ser Obispo de Roma, con la función de "episkopein", de observar y también guiar las gentes de su comunidad, según Jesucristo, añade:

(...) Pero esta comunidad de la que cuida el Obispo -sea grande o pequeña- vive en el mundo; y sus condiciones, su camino, su ejemplo y su palabra influyen inevitablemente sobre el resto de la comunidad humana en su conjunto. (...) De este modo, el Papa, precisamente como Pastor de su comunidad, se ha convertido cada vez más en una voz de la razón ética de la humanidad.

Y tras traer a colación John Rawls y la razón "pública" y la "razonabilidad" de una proposición no secularista, afirma que:

(...) Ante una razón a-histórica que busca autoconstituirse en una racionalidad a-histórica, la sabiduría de la humanidad como tal -la sabiduría de las grandes tradiciones religiosas- es algo que conviene valorar como una realidad que no se puede tirar impunemente a la papelera de la historia de las ideas. (...)

Luego de razonar preguntándose por el papel y la finalidad de la Universidad, como institución, contesta -telegráficamente- que

puede decirse que el verdadero, íntimo, origen de la universidad está en el anhelo de conocimiento que es propio del ser humano, que quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere verdad.

Y tras describir a Sócrates dialogando con Eutrifón acerca de los dioses, y despegándose de atender a las presuntas guerras entre ellos, muestra el interés de Sócrates por saber acerca del Dios realmente divino. Un interés en el que los primeros cristianos se han reconocido y han reconocido el camino del don de la fe recibida:

Han acogido su fe no de modo positivista, o como salida para deseos que no se apagan; la han comprendido como el disolverse de la niebla de la religión mitológica que deja sitio para el descubrimiento de ese Dios que es Razón creadora y al mismo tiempo Razón-Amor.

Sigue luego un recorrido agustiniano en el que se puede ver que la verdad está más allá del simple saber, cercana al bien, porque hay

una reciprocidad entre la "scientia" y la "tristitia": el simple saber, dice Agustín, nos deja tristes.Y de hecho sucede que quien ve y aprende sólo aquello que sucede en el mundo, termina por entristecerse. Pero la verdad significa más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como objetivo el conocimiento del bien. Este es también el sentido de la pregunta socrática: ¿cual es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos y la bondad es verdadera: y éste es el optimismo que vive en la fe cristiana, porque a ella le ha sido concedido la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se ha revelado al tiempo como el Bien, como la misma Bondad.

En la universidad medieval, con sus cuatro facultades (medicina, jurisprudencia, teología y filosofía) ha habido mucho movimiento y mucho trabajo, viene a decir Benedicto XVI, por ejemplo, sobre teoría y praxis, sobre la justa relación entre conocer y actuar...

Y ¿cómo articular con justicia un orden de la libertad, de la dignidad humana, de los derechos humanos? Benedicto XVI salta hasta nuestros días y con Jürgen Habermas propone lo que bien puede ser un amplio consenso del pensamiento actual, cuando dice que

la legitimidad de una carta constitucional, como presupuesto de la legalidad, provendría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los ciudadanos y de la forma razonable en que son resueltos los contrastes políticos. Acerca de esta "forma razonable", [Habermas] advierte que no puede consistir solo en una lucha para lograr mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como un "proceso de argumentación sensible a la verdad."

Luego el razonamiento vuelve al medievo, y con Tomás de Aquino se plantea la relación entre filosofía y teología, a partir de la cristología del Concilio de Calcedonia: "sin confusión y sin separación". Y en este sentido, viene de nuevo a colación la filosofía de Rawls, para hacer ver que

el mensaje de la fe cristiana nunca ha sido una "comprehensive religious doctrine" en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la misma razón, que la ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano, por su origen, debería ser siempre un estímulo hacia la verdad y de este modo una fuerza contra la presión del poder y de los intereses.

¿Qué sucede ahora, en nuestros días?, se pregunta Benedicto XVI para concluir su recorrido universitario e histórico de la mano de la verdad. En nuestros días, cuando el saber ha progresado enormemente en las ciencias naturales y en el saber humanístico acerca de cuestiones ligadas con nuestra identidad y técnico ha cobrado un desarrollo, hay un peligro. Centrado en la esfera del Occidente, dice que ese peligro

precisamente por la magnitud del saber y del poder logrados, se rinda ante la cuestión de la verdad. Cosa que significa que la razón, al final, se pliega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y queda obligada a recocer a esta última como último criterio.

Si la razón queda sorda al mensaje que viene de la fe y de la sabiduría cristiana, pierde el coraje por la verdad, de modo que no se hace más grande, sino más pequeña:

Aplicado a nuestra cultura europea esto significa que si ésta quiere sólamente autoconstituirse en base al círculo de la propias argumentaciones y a lo que en un momento dado le convence, y -preocupada por su laicidad- se separa de las raíces de las que vive, entonces no llega a ser más razonable y más pura, sino que se descompone y se rompe en astillas.

Concluye volviendo a la pregunta inicial acerca de lo que el Papa puede hacer o decir en la universidad: "ciertamente, no debe pretender imponer a los demás, de modo autoritario, la fe, que sólo puede ser un don en libertad". Y puede

invitar siempre de nuevo a la razón a ponerse en búsqueda de lo verdadero, del bien, de Dios y -en este camino- animarla a apreciar las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana y ver así a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro.

Hasta aquí, Benedicto XVI, traducido y seleccionado su texto con urgencia.

Espero que resulten de interés estos breves párrafos, traducidos con tanta rapidez como asombro por la magnífica claridad de lo que plantea, el coraje de decir lo que piensa y el respeto para quienes le escuchan. A fin de cuentas, esta lección, que iba a quedar entre los muros de La Sapienza, llegará a muchos más universitarios, gracias a que unos pocos intolerantes no quisieron que fuera pronunciada. Cosas de la vida misma.

Quien se encuentre siendo universitario y no aprecie y agradezca este discurso de Benedicto XVI sobre la universidad, pienso que debería quizá -siendo consecuente- plantearse abandonarla, libremente, por propia iniciativa.

La universidad es lo que serenamente dice este discurso, y tiene que ver con la búsqueda de la verdad y sus consecuencias. De otro modo, se convierte en un lugar de privilegios de poder, influencia e intereses de diverso tipo, lejos de la verdad.