31 enero 2008

REFLEXIONAR, ¿AYUDA A MEJORAR LA ENSEÑANZA?

[Un interesante libro sobre la educación. El título original es What the Best College Teachers Do (Harvard University Press, 2004), y está escrito por Ken Bain.

Fue un libro premiado: Winner of the Virginia and Warren Stone Prize, Awarded Annually by Harvard University Press for an Outstanding Book on Education and Society.


Ha sido traducido al español por Oscar Barberá y publicado en 2005 (Publicacions de la Universitat de Valencia; 2ª edición en 2007): Lo que hacen los mejores profesores universitarios.

Ha suscitado interesantes debates sobre la educación, tanto en el ámbito universitario, como en colegios e institutos. ¿Qué hace grande a un gran profesor? ¿Cuáles son los profesores que recuerdan los estudiantes mucho tiempo después de graduarse? Este libro es el resultado de un estudio durante quince años sobre casi un centenar de profesores y una amplia diversidad de universidades. Ofrece respuestas valiosas a todos los educadores. Los mejores profesores conocen sus materias a fondo, pero también saben cómo atraer, desafiar a los estudiantes y provocar en ellos respuestas apasionadas. Y sobre todo, creen firmemente dos cosas: que la enseñanza importa y que los estudiantes pueden aprender.

******

Kenneth R. Bain is founding director of the Center for Teaching Excellence at New York University and author of the award-winning book, What the Best College Teachers Do. In addition to the NYU Center for Teaching Excellence, Bain founded centers for teaching excellence at Northwestern University and Vanderbilt University. In the 1970s and early '80s he served as director of the University Honors College at the University of Texas --Pan American. He also was founding director of that institution's History Teaching Center, a program sponsored by the National Endowment for the Humanities to promote greater collaboration between history teachers on the secondary level and research historians. Later he served as director of the National History Teaching Center, which had a similar mission on the national level. His scholarship centers on the history of U.S. foreign policy in the Middle East, but he is internationally recognized for his insights into teaching and learning. He has won four major teaching awards. A 1990 national publication named him one of the best teachers in the United States. He is currently at Montclair State University as the Vice Provost of Instruction and Director of the New Teaching and Learning Resource Center.

******

Le hemos pedido al Prof., José Luis González Simancas que hiciera unos comentarios sobre este libro. Ahora los publicamos. Estas consideraciones alimentarán, sin duda, nuevos debates y servirán de motivación a muchos profesores y también a no pocos alumnos.]



# 427 Categoria-Educacion

por José Luis González Simancas

___________

Para reflexionar, es necesario hacerse más de una pregunta. Una de ellas es la que figura como título de este artículo. ¿Es posible mejorar la enseñanza poniéndose a reflexionar? Por supuesto que no, si nos quedamos en la pura reflexión.

Pero sí puede ocurrir que a los que nos hacernos esa pregunta nos lleve a descubrir que nuestro modo de enseñar, aquí y ahora, no produce los resultados que nos habíamos propuesto Y es entonces cuando cambiamos lo que sea necesario cambiar, y comenzamos a elaborar nuestro propio estilo de enseñar. Y así es como al cabo del tiempo, casi sin darnos cuenta, hemos mejorado como profesores.

No lo dudemos. La respuesta a esta pregunta es lo que ha suscitado en múltiples investigadores, y en insignes profesores que la ejercen, el ir ajustando su modo de enseñar aquí y ahora, lo que indudablemente ha ido mejorando su modo de conducirse como docentes, esto es, como personas que ayudan a que otros aprendan –los estudiantes—lo mucho que ellos han llegado a conocer trabajando con esfuerzo.

Enseñar aquí y ahora quiere decir algo decisivo a mi entender: que la enseñanza en sí misma es por naturaleza “contingente”, es decir, que por ser “praxis”, acción del que enseña y del que aprende, no necesariamente tiene que ser de un modo preciso y definido, sino que puede y debe responder a múltiples variables.

Se lo diré al lector con palabras de uno de esos profesores que han estudiado a fondo cómo ayudar a que se formen los que aspiran a ser buenos docentes: Arthur W. Combs, en una de sus, obras [1]. Nos alerta sobre la naturaleza contingente del quehacer docente de una manera sencilla, tal como se expresa en la última frase de este párrafo que subrayo en negrita:

“Lo que los profesores hacen en un momento determinado debe adecuarse a cientos de factores en cualquier situación. Los métodos didácticos deben adecuarse a los alumnos (que son enloquecedoramente diferentes y singulares), a la asignatura, al entorno, al material disponible, al ideario escolar y a sus reglas y reglamentos, y al aula de que se dispone. Deben adecuarse, así mismo, a los propósitos del profesor, a sus metas, conocimiento y experiencia, además de adecuarse a las necesidades de los alumnos, sus motivaciones y sus fines. Estos no son sino unos pocos de los más patentes factores que se deben tener en cuenta en las decisiones de un profesor una y otra vez. Para adecuarse a todas estas condiciones, los métodos que utilicen los profesores han de ser singulares y únicos (…). La búsqueda de una singularidad común es imposible por definición”

Un libro que nos ayuda a reflexionar sobre la enseñanza

Un libro reciente que nos plantea preguntas a los profesores, en general y en especial a los universitarios, es el que ha compuesto Ken Bain, después de quince años de trabajo. Lo inició a partir de la pregunta decisiva que le provocó el haber tenido unos magníficos profesores universitarios: ¿Cómo lo hicieron? Y se puso a pensar y a indagar lo que expresa en el título de su libro Lo que hacen los mejores profesores universitarios. [2]

Lo único que pretendo en este artículo es animar a su lectura. En especial a un posible profesor, del nivel o área de conocimiento que practique, y que busque una orientación concreta en arguments, porque el libro de Bain podría originar excesivos comentarios. Baste, pues, una breve referencia a tres de los aspectos que considero más adecuados para motivar su lectura. Vayamos por partes.

1. Su método de investigación

Al conocer el libro de K. Bain, lo primero que me llamó la atención, y deseo valorar en especial, es el método de investigación utilizado en este trabajo. Es esencialmente cualitativo y personal, vivo y a partir de la realidad. Se ha llevado a cabo especialmente por medio de entrevistas, observación de clases, testimonios o declaraciones de profesores y estudiantes reales, que aquí se consideran como prueba o evidencia de los hechos.

No se trabaja con un método cuantitativo, esto es, basado en datos cuantificados que se obtienen de cuestionarios, encuestas o “surveys” que luego permitan elaborar cuadros o patrones, lejanos de la realidad viva, en los que se clasifica a los profesores investigados mediante la recogida de datos y el análisis factorial subsiguiente. Presentar en abstracto, cuantitativamente, los modos, modelos o patrones de actuación docente ¿no es más adecuado para hacer reflexionar a un experto o estudioso de la enseñanza desde la perspectiva de la pedagogía “experimental”?

Por el contrario, lo que el libro de Bain ofrece al lector es la diversidad real que se da en la vida docente, de lo cual, el profesor que lo lee saca lo que ayuda a una mejor actuación en su caso, que es único, singular, y sobre el que no caben conclusiones o fórmulas rotundas, dada la contingencia esencial del acto educativo, que depende de tantos factores concretos. Son tan copiosas las referencias concretas a profesores y profesoras universitarios que si se comienza su lectura, uno se lanza hasta el final. El equipo investigador llegó a seleccionar a casi un centenar de profesores que dejaron huella en sus estudiantes durante un largo período de sus vidas e incluso llegaron a cambiarlas de rumbo, intelectual y personalmente.

2. Considerar a los estudiantes como personas y confiar en ellos

Aquí, sólo cabe un botón de muestra, en el que, por contraste, se capta gráficamente tanto el método seguido por el autor como un rasgo en el que pone toda su atención: el de que los buenos profesores no se las dan de “dioses” en su materia y en el modo de enseñarla, sino que son y se muestran humildes intelectual y personalmente, tanto en el aula como en sus conversaciones de asesoramiento a los alumnos.

Se trata ahora de lo que el autor llama una cierta “amalgama” elaborada mientras estudiaba a un determinado profesor a quien denomina Dr. Wolf. Dice así literalmente:“En todos los casos, escuchamos cosas buenas sobre el profesor Wolf y habíamos empezado a recoger información sobre su docencia. Unos cuantos estudiantes dijeron que sus clases eran “brillantes”.

Resumiendo: a pesar de sus elogios sobre lo que intelectualmente habían ganado, los investigadores encontraron después que entre las puntuaciones que los estudiantes daban a las clases del profesor, los que le daban las puntuaciones más bajas posibles oscilaban entre el 20 y el 50%.. Ante este hecho, preocupante, pasaron a escuchar a esos estudiantes que le calificaban tan bajo, y quedó claro que estaban enfadados y frustrados con él. Podría tratarse de la sempiterna crítica de los estudiantes que no se toman sus estudios realmente en serio, pero no era éste el caso, pues muchos de los detractores tenían un magnífico expediente y reputación de trabajar duro.

Conforme indagaban en este caso, una persona tras otra les fue diciendo que era arrogante, que no le importaban los estudiantes, que ridiculizaba a algunas personas en clase, que fanfarroneaba sobre los muchos estudiantes que suspendían la asignatura, y que imponía exigencias duras y arbitrarias. Incluso los que le alababan confesaron que trataba mal a algunos de la clase. Una persona llegó a decir que era “un monstruo dominante” que quería que sus alumnos supieran lo mucho que sabía y lo poco que sabían ellos. “Quería controlarlo todo” dijo otro estudiante y no estaba dispuesto a responder preguntas de los alumnos. Para él eran un reto intelectual en el que siempre ganaba la batalla ese profesor, que deseaba ser “la estrella del espectáculo”. Decía otra persona: “Me sentía como si hubiera sido juzgado y mandado a presidio”. “Parecía deleitarse intentando hacer parecer estúpidos a los estudiantes”. Les recibía en sus horas de asesoramiento, pero a menudo permanecía de pie junto a la puerta de su despacho, como diciendo “Vale, continúa así y vete ya”.

Esta descripción negativa, ¿no nos hace reflexionar sobre cómo dirigimos las clases? Bain reflexiona a continuación sobre lo habitual que es entender el oficio de enseñar como una situación en la que los estudiantes hagan lo que se les dice, y en la que el profesor ejerce su poder y no una autoridad formativa: “empuña una vara en forma de calificaciones y créditos en la clase”; o la considera como una oportunidad de exhibir brillantez en la exposición, a veces a costa de sus estudiantes. Y nos cita las palabras de una de la profesoras investigadas, Doctora en Medicina: “Lo importante es que nuestra docencia debe expresar que nuestros estudiantes nos cuestan un precio, y que hacemos lo que hacemos porque nos importan como personas y como estudiantes”.Lo único que exige otra profesora admitida en este estudio es “un fuerte lazo de crédito mutuo”, de confianza mutua, y comprometerse libremente, a fondo, con el trabajo que les proponga en el desarrollo de la materia..

3. Reflexionar sobre uno mismo como profesor

Ya he dicho al comienzo que uno de los valores encomiables del libro de Bain es el de suscitar una continua reflexión sobre nuestro propio quehacer docente, un tema que ocupa el último capítulo de su obra, que encabeza esta pregunta: ¿Cómo evalúan a sus estudiantes y a sí mismos?

Pero aquí es donde podría dar rienda suelta a mis recuerdos personales, por que a lo largo de mis años de experiencia docente con mis estudiantes universitarios, y a pesar del cotoso precio que conlleva, he utilizado los trabajos escritos por los estudiantes, individualmente o en pequeños grupos de tres o cuatro de ellos: los “ensayos” como procedimiento no sólo de evaluación sino de auténtico aprendizaje del modo de razonar, de analizar y sintetizar, y de evaluar con capacidad crítica personal, toda una serie de casos problemáticos o de teorías discutibles. Y no es otra cosa lo que propugna el estudio realizado por Ken Bain. Retar la inteligencia y la voluntad, el esfuerzo, de los estudiantes en la solución de problemas que más tarde se encontrarán inevitablemente en el ejercicio de su profesión.

¿No serían aspectos como los comentados, un estímulo suficiente para leer su proceso de indagación y las conclusiones abiertas a las que aproxima al lector en su libro?

Para terminar, sin embargo, creo que puede ayudar a lanzarse a su lectura el quedarse pensando en preguntas como las que siguen, que nos propone Bain para que nos las hagamos los profesores a nosotros mismos, y con frecuencia, si es que nos proponemos de verdad: centrarnos en el aprendizaje de los estudiantes, más que en expresar nuestro brillo de sabios o eruditos en un área de conocimiento:

  • La docencia ¿ayuda y estimula a los estudiantes a aprender de forma que consigan mejorar, en un grado importante, su modo de pensar, actuar y sentir, que sea duradero y substancial, y sin que ello les produzca el menor perjuicio?
  • ¿Vale la pena aprender la materia? ¿Es apropiada para el plan de etudios de esta carrera?
  • Mis estudiantes ¿están aprendiendo lo que se supone que enseña la asignatura?
  • ¿Ayudo y animo a lo estudiantes a aprender, o aprenden a pesar de mí?

  • ¿He perjudicado a mis estudiantes, quizá fomentando el aprendizaje a corto plazo, mediante tácticas intimidatorios, desanimándoles en vez de estimular un mayor interés por el campo de conocimiento, evitando un aprendizaje funcional para obtener un título, y que eso les lleve a no profundizar en la materia?

Conclusión

Habré logrado mi objetivo si en el artículo que aquí termina he sabido hacer lo que me proponía hacer: estimular a un posible lector o lectora para que no deje de leer la publicación de un autor que nos ayuda a reflexionar porque nos lleva a preguntarnos:¿Lo estoy haciendo bien? ¿Lo podría hacer mejor?... ¿No puedo contribuir positivamente, por mucho que me cueste, al mejor desarrollo personal de mis estudiantes, por medio de la docencia que desempeño? Siempre encontramos tiempo para lo que nos interesa de verdad. ¿Leer a Ken Bain? ¿Por qué no?



Notas:

[1] Combs, A.W. (1982): A personal approach to Teaching. Boston-Allyn and Bacon.

[2] Bain, Ken (2004): What the best College teachers do, Cambridge, Massachusets-Harvard University Press. Existe traducción española: Lo que hacen los mejores profesores universitarios, por Oscar Barberá.. Publicaciones de la Universidad de Valencia (2007, 2ª edición).

Translate to English:

Click upon the flag

Traducir del inglés a otros idiomas:

Posibles comentarios al texto:

Si desea hacer algún comentario a este texto, vaya a "Home" y haga click en "Comment" del artí­culo correspondiente.

_____________________________

Imprimir el texto:

Envio de este texto por e-mail a otra persona:

Puede utilizar dos sistemas:

a) Si basta enviar la referencia (URL) del texto, pulse el icono del sobre (un poco más arriba, a la derecha) y rellene los datos en el formulario que aparecerá en la pantalla.

b) Si desea enviar como mensaje el propio texto -total o parcialmente- y no sólo la referencia, puede utilizar el siguiente sistema:

_____________________________

Ir a la página principal:

<< regresar a "Home"