25 febrero 2005

¿SON FIDEDIGNOS LOS TEXTOS DEL NUEVO TESTAMENTO?

[Desde la publicación del artículo de Amy Welborn sobre el Código Da Vinci (vid. # 100), he recibido varios e-mails planteando diversas cuestiones que se pueden resumir, básicamente, en las siguientes:

  • Además de mostrar lo infundado del Codigo Da Vinci, debería dejar más claro en qué se basa para asegurar la veracidad del Nuevo Testamento.
  • Habla de estudios universitarios sobre el tema, pero quizá sería bueno que citase algunos y explicase por qué son más fundados y veraces que el libro de Dan Brown.
  • ¿Por qué no se acepta que han podido existir otros evangelios que daban otra imagen de Jesús y que la Iglesia ha tenido interés en hacerlos desaparecer?

Para tener una respuesta precisa, con rigor universitario, he solicitado la colaboración de Don Juan Chapa Prado, Prof. de Sagrada Escritura (Nuevo Testamento) en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.]

#122 ::Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Juan Chapa Prado, doctor en Teología (UN) y en Letras Clásicas (Universidad de Oxford)

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A mi modo de ver se trata de responder aquí a dos cuestiones fundamentales. Primero: los textos del Nuevo Testamento que conservamos ¿son fidedignos? En segundo lugar, ¿cómo sabemos que no había otros textos que presentaban otra imagen de Jesús y que fueron hechos desaparecer? En otras palabras, ¿podemos estar seguros de que los evangelios que acepta la Iglesia como canónicos responden a la verdad sobre Jesús?

Los manuscritos del Nuevo Testamento son fidedignos

Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en lengua griega, que era el idioma común de los países cercanos al Mediterráneo en el mundo antiguo, desde los tiempos de Alejandro Magno (siglos IV-III a.C.). Según Papías de Hierápolis existió únicamente una redacción original aramea o hebrea de parte del Evangelio de San Mateo, que no ha llegado hasta nosotros. Algunos piensan que Papías se está refiriendo a la fuente Q, un hipotético texto del que se sirvieron algunos evangelistas. En cualquier caso los evangelios fueron redactados en griego sobre papiro, el material en el que se escribían los libros en la antigüedad. Los ejemplares originales de los libros del Nuevo Testamento se perdieron relativamente pronto a causa de la corta duración de este soporte, que se deteriora con el uso y la humedad. Sabemos que los originales ya no existían hacia la mitad del siglo II. No se emplearon, por ejemplo, en la polémica con el gnóstico Marción sobre cuáles eran los textos auténticos, lo cual indica que habían desaparecido.


El texto original se conservó en copias, que comenzaron muy pronto a multiplicarse. Al principio se empleaba fundamentalmente el papiro, pero fue decisivo el uso del pergamino. Los textos al principio se copiaban en rollos (como las obras literarias de la antigüedad y el Antiguo Testamento) hasta que se impuso la forma de libro (códice), que permitía un fácil manejo y un mejor aprovechamiento del material. Se conservan pergaminos desde el siglo IV. El más antiguo papiro conservado del Nuevo Testamento contiene varios versículos del Evangelio de San Juan (18,31-33.37-38) y está datado en la primera mitad del siglo II, no más de 50 años después de que fuera escrito. Hay también papiros de finales del siglo II con el texto de Mateo y Lucas. El número va aumentando progresivamente en los siglos sucesivos.


El Nuevo Testamento es el libro antiguo mejor fundado desde el punto de vista textual. Se conservan en la actualidad más de 5000 copias en griego. No existe una obra literaria de la antigüedad que tenga tantas copias y tan cercanas a los originales. De ninguna obra antigua llega al millar el número de manuscritos conservados.


Junto a las copias griegas (conservadas en papiro y pergamino, en rollo o códice) también atestiguan el texto original las traducciones antiguas. Comprenden unos diez mil documentos, con versiones parciales o completas del Nuevo Testamento. Fueron hechas con fines litúrgicos, catequéticos, teológicos, etc., a medida que el Evangelio se difundía entre nuevos pueblos. Se cuentan entre las más importantes las traducciones al latín (a partir del siglo II, denominadas con el nombre genérico Vetus Latina, anteriores a la Vulgata de San Jerónimo), siriaco (siglos II-III; la más importante versión siria, llamada Peshitta, es del siglo V), copto (siglo III), armenio (siglo IV), etíope, eslavo, gótico (siglo IV) y árabe (siglo VII).


Además, el texto original se contrasta con las citas del Nuevo Testamento en escritores eclesiásticos. Son como testigos indirectos del texto, de gran valor cuando corroboran el testimonio directo de los manuscritos griegos. Para más detalles puede consultarse por ejemplo J. O’Callaghan, Los primeros testimonios del Nuevo Testamento. Papirología neotestamentaria (1995), J. Trebolle, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia (1993).


Todo ello confirma que, si bien no hay un manuscrito que sea exacto a otro, las copias que tenemos son sustancialmente fieles a los originales. La crítica textual lo muestra. También demuestra que los intentos de correcciones de manuscritos por escribas celosos que querían corregir el ejemplar que copiaban por pensar que contenía error o porque admitía una lectura variante que se estimaba más correcta son de tendencia conservadora. No hay ninguna prueba de que esas correcciones de los escribas, que se hicieron en el siglo II y comienzos del III, fueran realizadas de manera sistemática, como un programa diseñado para dar a esos textos un contenido doctrinal preciso, sino que obedecen al celo personal del escriba. El propio Ehrman, un conocido crítico textual, que ha adoptado también una posición revisionista a favor de una supuesta conspiración doctrinal, lo apoya al afirmar que las tendencias de los escribas estaban destinadas a conservar la fe recibida y no doctrinas nuevas.


Desde el punto de vista textual tampoco existe dato alguno que apunte a que hubo al menos “ochenta evangelios” (sic El código da Vinci) en los que se relataba la vida de Cristo como un “hombre mortal”, ni que Constantino supuestamente destruyera esos otros evangelios y embelleciera los cuatro canónicos para que Cristo apareciera más divino. La falta de reconocimiento por parte de las autoridades cristianas de unos textos no es lo mismo que represión o destrucción. Los evangelios canónicos fueron escritos antes de finales del siglo I (quizá el evangelio de Juan unos pocos años después del año 100). Los evangelios no canónicos, de los que sólo tenemos noticia de veinte y no de ochenta, fueron escritos entre los siglos II y IV, es decir, con posterioridad a los cuatro evangelios. Afirmaciones basadas en el silencio de los testimonios, esto es, en lo que no dicen los textos o los restos arqueológicos, no son de recibo entre los científicos. Según este criterio podríamos afirmar que en los primeros siglos todos los cristianos llevaban el mismo tipo de sandalia, que todos ellos comían con un sombrero puesto, que se saludaban con la mano en alto... y así hasta que la imaginación se agote. No hay documento que lo niegue pero tampoco hay documento que lo pruebe. Sin embargo, un investigador serio, a la vista de los datos que tenemos, jamás se atrevería a defender semejantes afirmaciones, porque simplemente carecemos de testimonios que apunten en esa dirección.


Ortodoxia y heterodoxia


El uso, importancia y autoridad de los libros hace que unos se vayan relegando al olvido y otros se mantengan. En cambio hay datos sólidos que permiten afirmar que los cristianos de los primeros siglos tenían una conciencia clara de qué evangelios contenían la verdad de Jesús y sobre Jesús, y por tanto cuáles eran los evangelios y los otros libros autoritativos, es decir, cuáles formaban parte del canon y cuáles no. Lo que se adecuaba a la fe y lo que iba contra ella se determinaba por la tradición apostólica. Por eso unos se copiaban (no era barato hacer copia de un libro) y se trasmitían, y otros no.


La determinación de unos libros canónicos y otros no canónicos, llamados “apócrifos”, responde a la conciencia que se tenía de la apostolicidad de esos libros, qué vinculación tenían con las figuras apostólicas, testigos del resucitado. Como todo buen historiador sabe, los documentos más próximos a la fuente que da origen a un movimiento son los que probablemente dicen más sobre los orígenes de un grupo religioso. Documentos escritos por testigos oculares o por personas en contacto con testigos oculares son nuestras fuentes primordiales. En el caso del cristianismo, estas fuentes son precisamente el Nuevo Testamento, más unas pocas obras del siglo primero como la Didaché y la 1 Clemente.


Los mismos textos del Nuevo Testamento muestran que, junto a la diversidad de tendencias dentro de la Iglesia, hay una norma autoritativa. No es verdad que “todos podían opinar de la manera que querían”. Las primeras confesiones de fe lo atestiguan y lo confirma la conciencia de unas Escrituras junto al Antiguo Testamento. Estudios sobre el canon del Nuevo Testamento H. Riesenfeld, Unité et diversité dans le Nouveau Testament (1979); J.D.G. Dunn The Unity and Diversity of the New Testament (1977) muestran que nunca la diversidad teológica fue la norma. Al contrario, lo que la Iglesia primitiva defendía era la unidad frente a la diversidad. Basta con citar a Efesios 4,4-6: “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados a una sola esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y en todos”.


Los Padres de la Iglesia (Ireneo, siglo II, Tertuliano, siglo II-III; Orígenes, siglo III, etc.) son conscientes de que existe una “regla de fe” que se remonta a los apóstoles, cuya expresión sintética se recoge en los símbolos, y se trasmite por tradición oral junto con unos escritos que también se remontan a los apóstoles y sus colaboradores, que corroboran y sustentan el contenido de esa regla de fe. No es verdad que los concilios de los siglos IV y V inventaron o definieron lo que era herético.


Los cuatro evangelios circulaban ya juntos a finales del siglo II (M. Hengel, One Gospel of Jesus Christ (2000), y las cartas de Pablo formaban también una colección ya entonces (H. Gamble, in Books and Readers in the Early Church (1995). Ireneo y antes Justino tenían conciencia de lo que era normativo para la Iglesia y lo que no lo era. San Justino da testimonio de cómo en la liturgia se leían los recuerdos de los apóstoles e Ireneo habla del único evangelio cuadriforme.
Ireneo, sobre todo en su Adversus haereses y Tertuliano en su De praescriptione haereticorum fueron los principales defensores de la fe recibida por tradición apostólica contra las nuevas corrientes de interpretación del cristianismo que desvirtuaban esa tradición. El canon de Muratori (probablemente de finales del siglo II) se refiere también a cómo había una preocupación por defender la fe tradicional: “Se dice que existe otra carta en nombre de Pablo a los Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, [ambos] falsificadas según la herejía de Marción, y muchas otras cosas que no pueden ser recibidas en la iglesia católica, ya que no es apropiado que el veneno se mezcle con la miel”. Es por tanto falso afirmar que los concilios del siglo IV y V inventaron o definieron por vez primera lo que era la “herejía”. Sostener que no había un núcleo doctrinal, una regla de fe, en el siglo primero va contra los mismos textos del Nuevo Testamento en los que hay continuas referencias a la distinción entre la fe verdadera y el error (en las cartas de San Pablo y en las de Juan de forma evidente). La “ortodoxia” estaba en el origen mismo de la tradición. La segunda carta de Pedro se refiere también a las escrituras como norma de autoridad. En ellas se incluye el Antiguo Testamento. Marción, en cambio, lo rechazó y los gnósticos o lo rechazaron o lo reinterpretaron en forma radicalmente distinta a como los hicieron los católicos y los judíos.


La formación del canon


¿Cómo se estableció qué libros eran ortodoxos y cuáles no? Para los cristianos de la primera hora no existía el Antiguo Testamento como tal, ya que tampoco tenían el Nuevo. Los cristianos de las primitivas comunidades no tenían otras Escrituras que las Escrituras de los judíos. En ellas se encontraba la Palabra de Dios, en ellas se contenía la norma de fe y de comportamiento. Sin embargo, tras la muerte y resurrección de Cristo se dio una radical novedad a la hora de comprenderlas. Los discípulos del Nazareno entendieron que en Jesús se había cumplido todo lo que esas Escrituras anunciaban. De ahí que, junto a la autoridad de la Palabra de Dios contenida en los libros que se veneraban como sagrados, mantuvieran con mayor autoridad aún las palabras de Jesús.


Con la ayuda del testimonio de los textos sagrados, los testigos del Resucitado primero anunciaron oralmente la buena nueva de Jesús y sobre Jesús. Pero pronto, a medida que creció el número de los creyentes y aumentaron las necesidades de predicación y catequesis, fueron apareciendo textos que sirvieron como complemento. Posteriormente, a lo largo de la segunda mitad del siglo I, conscientes de que los primeros testigos iban a desaparecer, fueron redactándose, a partir de materiales previos, numerosos escritos que reflejaban la vida y la enseñanza de Jesús. De este modo se fue fijando por escrito la tradición oral. Al mismo tiempo, las diversas comunidades fueron conservando otros textos que habían sido escritos sobre todo en forma de cartas para sostener la fe de los cristianos, dar pautas de comportamiento, exhortar ante las dificultades, etc. Estos escritos eran copiados e intercambiados (cf. Col 4,6) y se veneraban y conservaban con especial cuidado por venir de los Apóstoles o de sus más cercanos colaboradores. Con todo, todavía no tenían la misma autoridad que las Escrituras Sagradas.
Como fueron apareciendo bastantes libros que se remitían a los apóstoles, aunque en realidad mantenían opiniones de sus autores, se sintió la necesidad de hacer una selección sobre cuáles respondían a una tradición auténtica y cuáles no. Se inicia un proceso que va estrechamente unido al establecimiento de la norma de fe. Es éste un periodo de discernimiento que se realiza a la par mediante la fe y mediante el discernimiento de la apostolicidad de los libros. La fe se apoya en unas escrituras que se reconocen como testimonio auténtico de una tradición que en última instancia se relaciona con los apóstoles. Al mismo tiempo, la fe que se vivía en la época apostólica y continúa viviéndose después es criterio para discernir qué escrituras son auténticas, es decir, cuáles están en conformidad con la tradición de Jesús y sobre Jesús.


Ante esta concepción de la fe y la escritura podríamos pensar que estamos ante un planteamiento cerrado, y por tanto no fundamentado: la fe determina por qué unos libros sí son auténticos y otros no, y esos libros y no otros me dicen en qué consiste la fe. Sin embargo, no existe tal planteamiento. Desde el comienzo, la fe se va transmitiendo oralmente unida a ciertos escritos (cartas de San Pablo, palabras de Jesús y relatos de su vida incluyendo sus palabras), y será en torno a ellos y en armonía con ellos como la fe se va desarrollando hasta poder ofrecer una norma de discernimiento sobre sí misma.


Cuando surge una gran variedad de textos en los que laten diversas comprensiones de la fe (desde la que confiesa verdaderamente a Jesús como Dios y hombre, su nacimiento virginal, etc., hasta las que afirman que Jesús no era verdadero hombre, o que era sólo un profeta, o rechazan el drama de la Cruz), la Iglesia discierne cuáles representan una tradición auténtica, es decir, cuáles están en conformidad con la tradición de Jesús y sobre Jesús, y cuáles no, atendiendo a la originalidad de la tradición, contrastada con los escritos primigenios.


Los que representan tradición auténtica son considerados apostólicos (en sentido amplio y sin excesivas exigencias críticas: Apóstoles y sus colaboradores), los otros no. Los primeros se convierten en norma, regla, canon, que se puede entender en un doble sentido: activo, como norma, y pasivo, como conjunto normativo.


El concepto de canon (regla) en sentido pasivo es la colección de libros que contiene la norma, la regla de la fe (regula fidei). Hemos visto hasta ahora que a lo largo de la segunda mitad del siglo I se va poniendo por escrito (en los Evangelios y Cartas) la predicación apostólica que refleja y reactiva el mensaje evangélico. A lo largo de todo el siglo II la primitiva Iglesia será testigo del paso del canon vivo al canon escrito. Es importante anotar que este paso no es traumático sino natural: así por ejemplo, para Ignacio de Antioquía (comienzos del s. II) la autoridad es el Evangelio de Jesucristo, no importa si es oral o escrito[1]. En este proceso hay unos criterios que se pueden resumir en tres:


a. Origen apostólico. Se debe mostrar que un libro se leía desde la era apostólica; por tanto que lo aprobaban quienes habían recibido la predicación apostólica. Eso explica, por ejemplo, la vinculación de los evangelistas a los Apóstoles (Marcos a Pedro y Lucas a Pablo).


b. El sentido de la fe. Es el criterio de la fe ortodoxa. La doctrina contenida en un escrito debía concordar con la que se recogía en los otros libros transmitidos desde entonces por los Apóstoles. Ningún evangelio —o escrito— podía ser aceptado como auténtico si tenía una interpretación contraria a la fe ortodoxa, especialmente en lo que se refería a la encarnación. Este criterio se pone de manifiesto por ejemplo a propósito de los evangelios que vienen de corrientes gnósticas y que niegan el valor autoritativo de los textos del Antiguo Testamento. Esta posición no coincidía con la predicación apostólica.


c. Uso en la lectura pública. Un libro se demostraba autoritativo si, por el uso que se había hecho de él, había arraigado en la tradición porque se había demostrado eficaz en la edificación de la fe.


Unos ejemplos nos pueden mostrar la utilización de estos criterios:


1. Nos transmite Eusebio (Historia Eclesiástica, 6,12.3-6) que Serapión, obispo de Antioquía visitó, por el año 190, Rhossos de Cilicia, donde la comunidad estaba en desacuerdo con la lectura oficial (pública) de un “Evangelio de Pedro”. El Obispo aprobó la lectura sin leer el libro, pero más tarde, en Antioquía lo leyó y lo confrontó con los otros evangelios apostólicos y lo prohibió porque era herético. Por tanto confrontó apostolicidad con ortodoxia y de ahí su conclusión. Lo rechazó por no ser ortodoxo.


2. Otro ejemplo lo tenemos en Tertuliano (De Baptismo, 17,4-5). Cuenta cómo una obra ortodoxa “Hechos de Pablo” compuesta por un sacerdote de la provincia de Asia para exaltar la figura del Apóstol fue aceptada en un primer momento por muchos. Pero, cuando el sacerdote admitió que la había compuesto él, fue destituido por haber querido hacer pasar por histórico lo que era producto de su fantasía. Tenía ortodoxia pero le faltaba apostolicidad.


3. El ejemplo de muchos escritos que se consideraban también doctrina cristiana desde el inicio como la Didaché, las epístolas de Clemente Romano, o el Pastor de Hermas, etc. nos confirma que el criterio de uso público no bastaba. Para ser canónico tenía que ser de uso público desde la época de los Apóstoles.


Más tarde, por este carácter normativo, los escritos que se remontaban a los Apóstoles fueron equiparándose a los escritos del Antiguo Testamento, que ya tenían carácter canónico, y reconocidos como Escritura Santa, es decir como escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo.

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Nota:
[1] Cf. Epist ad Magnesios, 13,1; Ad Ephesios, 12, 2. También Papías (cf. Historia eclesiastica 3,39,4) dice que confía más en las palabras orales que recibe que en las escritas, aunque después sus criterios acaben por ser ingenuos (como le reprocha Eusebio).

24 febrero 2005

UNIDAD Y CONTINUIDAD DE LA VIDA HUMANA

[De nuevo abordamos uno de los temas trascendentales de la sociedad actual: la perversa falacia de que "alguien" pueda disponer de una vida humana porque así lo decide arbitrariamente, afirmando, para justificarse, que carece de la categoría de "persona". Esto puede ocurrir en el inicio de una nueva vida -con el crimen del aborto-, o cuando se piensa que un hombre o una mujer, por la enfermedad que padece o por su decrepitud, es una carga molesta y se le "facilita" la eutanasia: es decir, se le mata. Dice el autor en el texto que
ahora publicamos: "Si analizamos las diferencias del sistema nervioso de un recién nacido y el de un brillante orador entrado en años que combina en su discurso los grandes recursos de la inteligencia humana, ¿quién podría afirmar que este último es más persona? No se sostiene establecer un antes y un después en el desarrollo embrionario: la ciencia confirma cada día con más evidencia este proceso “continuo y unitario” del que se quiere prescindir para llegar a un acuerdo sobre los plazos de la autorización legal del aborto. " Publicado en
La Gaceta de los Negocios (21-II-05)]

#121 ::Vita Categoria-Eutanasia y Aborto


por José Manuel Giménez Amaya, Catedrático de Anatomía y Embriología en la Universidad Autónoma de Madrid

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La Biología de la vida se encuentra en una etapa de extraordinario interés. Nunca en la historia se ha dispuesto de tantos medios para profundizar en su estudio como en el momento presente. Nunca hemos sufrido situaciones tan complejas y dramáticas. Como alguien ha indicado recientemente, estamos metidos de lleno en un auténtico “tsunami biológico”. Y, entre las ciencias más implicadas, destaca la Embriología.

Esta disciplina es uno de los campos más fascinantes de las especialidades biomédicas. Considero que tiene una gran relevancia por tres motivos fundamentales. En primer lugar, porque los avances en ella proporcionan datos esenciales sobre el fundamento de la biología celular y molecular. Segundo, porque estas investigaciones aportan respuestas cada vez más claras sobre la constitución del hombre y su enfermar. Finalmente, porque su estudio tiene unas repercusiones éticas de gran dimensión. Éstas son cada vez más patentes por la dificultad de aceptar y adecuar los hallazgos objetivos de la ciencia a las propias (muchas veces insuficientes) convicciones sobre el ser humano, así como por la compleja deshumanización del sexo producida en los últimos cincuenta años.

En Embriología humana se suele acotar el período embrionario como el trascurrido hasta el final de la octava semana del desarrollo del nuevo ser. Desde entonces, la estructuración general de los distintos órganos del cuerpo está prácticamente terminada, y comienza la etapa fetal. Esta se considera como un espacio de crecimiento y maduración fisiológica de los diferentes sistemas orgánicos.

Desde los años noventa, la aplicación de las modernas técnicas de biología molecular ha revolucionado la comprensión de los mecanismos que regulan el proceso embrionario. Se ha convertido en axioma casi incuestionable la afirmación de que la forma del nuevo ser –su morfología– se construye de acuerdo con un patrón esculpido por la información genética. Sin embargo, son todavía mal conocidos muchos aspectos sobre la interrelación que existe entre morfología y expresión génica –forma y función–, quizá porque, a nivel molecular, forma y función se confunden.

El gran debate ético, jurídico y social sobre el aborto que se produjo en Estados Unidos con los procesos Griswold v. Connecticut (1965), Eisenstadt v. Baird (1972) y, sobre todo, en el Roe v. Wade (1973), dejó también como “poso” biológico la obligación que tenían los Estados de “proteger la vida potencial” mediante normas legales. Esa “vida potencial” se refería a la información genética contenida en el cigoto, es decir, desde los estadios más precoces de su formación. Se podría decir que estábamos ante el “hombre que va a ser, teniendo la virtualidad para serlo” y, por lo tanto, merecía un respeto adecuado.

En la actualidad, algunos opinan que la evolución de la Biología embrionaria en los años ochenta y noventa ha complicado las cosas. Los mecanismos de activación y represión de los genes necesitarían completarse con otras informaciones denominadas “extragenéticas”. En otras palabras, sería necesaria la conjunción de los factores genéticos y extragenéticos para la aparición de un nuevo ser vivo. La unión y adecuación de estos dos elementos sería crucial para una suficiencia vital necesaria e independiente. De esta manera, se fijaría la octava semana del embrión como el momento en el que alcanza su propia “sustantividad”, diferente de la madre, y comenzaría propiamente a ser un sujeto humano apto para su desarrollo. Adquiriría también el derecho a existir y las acciones contra él serían éticamente reprobables.

En mi opinión, este razonamiento encierra un desconocimiento de la rica estructuración de la biología embrionaria. Sus leyes esenciales son la unidad y la continuidad. En el desarrollo del hombre, su organización funcional no está ligada primariamente a la adecuación con una morfología determinada. Y así vemos, por ejemplo, que se presentan grandes progresos orgánicos “contenidos” en una estructura espacial limitada. El ser humano se constituye en la conjunción organizativa de la función. Y el aspecto esencial de ese proceso es la presencia de una carga genética en un entorno preparado para su virtualización. Esto se realiza hasta su destrucción con la muerte: en un aborto espontáneo por falta o disfunción de los llamados “factores extragenéticos”, o por un cáncer ochenta o noventa años después.

Las investigaciones embriológicas están demostrando que no es aceptable establecer un tiempo de “consenso” para determinar la “individualidad” o “sustantividad” de un sujeto humano y separarlo así de la madre. Si fuese de esta manera, tendría sentido la justificación de ese gran “terremoto vital” que está suponiendo la pérdida actual de cigotos y embriones; pero nada tiene que ver con la realidad expresada por una lectura atenta de las leyes biológicas de la Embriología.

La conjunción de factores genéticos y extragenéticos confirma la falacia del razonamiento. Se pone un límite –la octava semana–, pero sus fundamentos biológicos podrían situarse antes o después sin criterios científicos claros. Porque no existen. La unidad y continuidad biológica están en todo el desarrollo vital del hombre. Así se observa en hechos tan significativos como la plasticidad neuronal o la pérdida de control de los relojes biológicos en la formación de tumores.

Cuando se deja de ver ese sentido de unidad en el desarrollo embrionario del hombre, se pierde quizá uno de los aspectos esenciales de la Biología: la función está ligada íntimamente al desarrollo de las virtualidades vitales. Si analizamos las diferencias del sistema nervioso de un recién nacido y el de un brillante orador entrado en años que combina en su discurso los grandes recursos de la inteligencia humana, ¿quién podría afirmar que este último es más persona? No se sostiene establecer un antes y un después en el desarrollo embrionario: la ciencia confirma cada día con más evidencia este proceso “continuo y unitario” del que se quiere prescindir para llegar a un acuerdo sobre los plazos de la autorización legal del aborto.

HOMBRE Y MUJER

[El autor de este texto hace una serena reflexión sobre el matrimonio y la sexualidad, el amor conyugal y la procreación, distinguiendo lo que es una conducta verdaderamente humana de otros comportamientos más bien reducibles al simple apareamiento animal. "Quienes hacen de la sexualidad humana un coto cerrado para disfrutar sin limitaciones -dice-, llegan con facilidad a tal estrechez de miras que para ellos ya sólo cuenta el instinto sexual y su satisfacción: el amor y el matrimonio se convierten, entonces, en un mero instinto y placer."]

#120 ::Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Felipe Pou

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1. La Creación

La Biblia dice: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó» (Gn. 1, 27). El hombre y la mujer son creación de Dios. No son una consecuencia accidental o inevitable de un proceso de evolución. Tampoco son el producto de una suma de circunstancias. Son alguien, no algo, querido expresamente, singularmente, por el Creador de todo el Universo.

La Creación divina abarca a todo lo que existe, conocido y desconocido, porque ha salido de las manos del Creador. Entre todo lo creado existe desde lo más pequeño e insignificante como puede ser una molécula, hasta lo más grandioso y espectacular, como puede ser una constelación llena de planetas, estrellas y satélites. Todo ha sido creado por Dios. Además de todo eso Dios también ha creado al hombre. Del propio relato de la Creación se puede considerar que todo ha sido creado por y para el hombre.

El hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios. Dios creó al hombre para Sí y de esta manera «los bendijo» (Gn. 1, 28). El hombre y la mujer son los únicos seres que son amados por Dios, que es su creador, por sí mismos, por ser ellos mismos, no para nada, ni por ser útiles para nada. El valor del hombre y la mujer no reside en las cualidades que tienen o que puedan adquirir, en los conocimientos científicos que lleguen a descubrir, ni en la capacidad de entendimiento. El valor del hombre está en ser imagen de Dios. Esta es la dignidad de la persona humana, de todas y de cada una de las personas humanas. Valen y son dignas por ser ellas mismas. Porque Dios ama al hombre y a la mujer por sí mismos, no por ser de una determinada manera o cultura.

Además, el relato bíblico nos dice otra cosa. Dice no sólo que los creó a su imagen, sino que siendo así, además los creó como hombre y como mujer. Las palabras del Génesis recogen dos verdades fundamentales sobre la persona humana[1]. Su dignidad personal, propia, individual de cada uno, no colectiva, ni de grupo, ni de raza o credo. Cada persona es única y tiene un valor por sí misma porque Dios le ama. Y que la persona, así dicho, no existe. Existen las personas, cada uno y cada una. Y estas personas concretas que son las que Dios ha creado, son hombres o mujeres porque Dios las ha creado así. Dios no crea una persona y luego no se sabe cómo tiene un sexo. No. La persona es un ser sexuado y Dios nos crea particularmente –a cada uno– como hombre o como mujer.

El relato de los hechos parece sugerir que la mujer es inferior o, al menos, posterior al varón en lo que a su creación se refiere. Sin embargo, no es así como debe interpretarse el relato. No es el hombre quien se fabrica una mujer que lo acompañe en la soledad y le ayude en la vida. Es el mismo Dios quien modela a la mujer, de la misma materia que el hombre, para que siga siendo imagen y semejanza de Dios mismo. Así se nos insinúa que la mujer nace más del corazón del hombre que de la costilla de Adán. La mujer no es un producto del varón, sino imagen de Dios que completa al varón «no es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada para él» (Gn. 2, 18) de manera que la unión del varón y la mujer sea una más perfecta imagen de Dios.

De manera que el sexo humano es obra del Creador que vio que era bueno y lo amó. El sexo humano, como el hombre y la mujer han salido de las manos de Dios y es algo bendecido por Dios. Esto nos lleva a considerar que el cuerpo del hombre y el cuerpo de la mujer no es un simple instrumento manejado por un espíritu independiente y ajeno a la materia que lo puede manipular a su antojo: esto sería caer en un espiritualismo barato[2]. El cuerpo humano, sexuado y concreto, es obra del Creador. Es parte esencial de la persona humana, de cada persona, porque ha sido creada con este cuerpo concreto —el de cada uno— y por esto podemos decir con propiedad que el cuerpo humano es personal, es decir, propio, particular, único, irrepetible y digno. Cada uno sin nuestro cuerpo no seríamos nosotros mismos, seríamos otra persona distinta.

Podríamos pensar que el hecho de que el hombre tenga cuerpo no le diferencia de los demás seres creados, que también lo tienen. Sin embargo, a los demás seres creados, Dios no los ama por sí mismos, no son personas, sino individuos —unos más entre sus iguales— de su especie. Hay veces en que por cariño o por interés podemos diferenciar a algún animal de otros semejantes y llegar a tenerle un aprecio especial. Pero ese animal no es amado por sí mismo, sino por nosotros y, sobre todo, ese animal no es amado por Dios por sí mismo.

Lo que hace al hombre y la mujer semejantes a Dios es el hecho de que, a diferencia de los seres vivientes, incluso de los dotados de sentidos animalia, sea también un ser racional[3]. El hombre y la mujer han sido creados como seres racionales y con capacidad de darse cuenta de las cosas que suceden a su alrededor y que le suceden a sí mismo. Por la inteligencia pueden llegar a conocer el bien y el mal. Pero solo este conocimiento no basta. Se debe querer el bien y desechar el mal. Es un acto de la voluntad en el ejercicio de la libertad individual de cada persona.

2. Sexualidad humana

Dios al crear al hombre lo crea como varón y como mujer, lo crea como un ser sexuado. De aquí podemos sacar algunas consecuencias: 1) el sexo humano es querido por Dios; 2) sólo existen dos sexos, el masculino y el femenino y nada más; 3) Dios crea con un sexo determinado y concreto a cada persona; y 4) el sexo humano, por ser humano se refiere al amor y no sólo a la procreación.

1) La sexualidad humana es algo querido por Dios, no sólo tolerado o soportado como una consecuencia inevitable. Luego el sexo es bueno. Dios, que es el Creador del universo, por ser Dios, no tiene límites en su poder de creación. Sin ninguna dificultad podía haber creado al hombre sin sexo, de otra manera. Dios no actúa como los hombres que están sujetos a sus propias limitaciones y, en ocasiones, no tienen más remedio que soportar consecuencias no queridas o no deseadas.

Dios no actúa así. No necesita tolerar ningún efecto no deseado ni querido. Al contrario, si algo es creado por Dios es porque ésa ha sido su voluntad expresa y concreta. Dios quiere el sexo humano. Y lo que Dios quiere es bueno por sí mismo. Dios ama al hombre tal y como lo ha creado, como persona sexuada, es decir, como varón o como mujer según cada caso.

2) No existen más que dos tipos distintos y excluyentes de sexo humano: el masculino y el femenino. La creación del hombre se reduce a varones y mujeres. Y esto se realiza de una manera concreta e individual, particular para cada persona, de la misma manera como cada persona tiene un nombre y una cara propia y personal, también tiene un sexo personal y propio. No existe otro tipo de sexualidad que no sea la creada por Dios, ni tampoco existe la posibilidad de elegir o cambiar la sexualidad con la que hemos sido creados.

El sexo no es un producto cultural o una consecuencia de la educación recibida o del ambiente frecuentado. El sexo de cada persona es personal, forma parte de su propio ser, de su propia dignidad y no queda a la voluntad del sujeto la elección o alteración del mismo. El hombre es varón o es mujer. Y la mujer es persona como persona es el varón.

Necesitamos descubrir que la mujer es una forma o modo de ser persona, que es ser creador, capaz de amor y de fecundidad[4]. No es un cuerpo, una cosa, un objeto de usar y tirar al capricho del varón, como si sólo el varón fuera persona y la mujer fuera un ser inferior o degradado. La mujer es un modo de ser persona como el varón es otro modo o manera de ser persona y varón y mujer se complementan en el modo de ser persona.

3) Dios crea con un sexo determinado y concreto a cada persona y en esta manera de dar el ser y de crear a cada persona debemos descubrir la voluntad divina. ¿Qué quiere Dios al crear varón y mujer? Y sobre todo, ¿para qué los crea con un sexo que hace referencia —necesariamente— al otro sexo?

Porque la sexualidad humana es un referente, es decir, que el varón hace referencia y solicita la presencia de la mujer para dar sentido a su sexualidad y por tanto a su creación, y la mujer hace referencia al varón en el mismo sentido pero en relación contraria. Si existen varones es porque existen mujeres, y si existen mujeres es porque existen varones.

Dios no crea al hombre para que viva solo, por eso son hombre y mujer, para poder formar una familia como comunión de amor. Cada uno de nosotros, hasta lo más profundo del corazón es hombre o es mujer. Cuando la sexualidad se reduce a un mero dato biológico se corre el riesgo de "cosificarla" y "despersonalizarla", convirtiéndola en un mero añadido exterior[5].

4) Con esto llegamos a entender que el sexo humano, por ser humano, se tiene que referir al amor y no sólo a la procreación. Los animales procrean, pero las personas se aman, no sólo realizan la procreación de la especie, sino que dicha procreación es una consecuencia, un fruto del amor que se dan el uno para el otro en la relación sexual a la que son llamados por la creación.

La misma estructura corporal y psicológica de los sexos expresa esa mutua referencia: el hombre está capacitado, en el alma y en el cuerpo, para entregarse enteramente a una mujer, y viceversa[6].

3. Procreación

Somos hombres y mujeres porque hay que tener hijos. Esto ante todo. Es verdad. Pero no es toda la verdad completa, ni por sí sola dice algo verdadero, sino más bien engañoso. La procreación es la principal función del sexo, pero no es la única, ni quizá la más importante. Si volvemos a fijarnos en la creación podemos encontrar muchas formas de vida que no son sexuadas. La procreación de las especies no siempre es sexuada, ni Dios necesita del elemento sexual para conseguir que las distintas especies puedan perpetuarse.

Sin embargo, en el plan divino de la creación del hombre, desde el principio figura la bendición de la procreación unida a la diferenciación sexual del varón y la mujer porque así reconoce el mismo Creador la dignidad de la persona humana al proclamar que la convocatoria de un nuevo ser humano a la existencia sólo se pueda hacer de una manera coherente dentro de la unión sexual humana, de la manera como los humanos se procrean, es decir, por medio del amor conyugal.

La procreación humana es, antes que procreación, humana y, precisamente, por ser humana tiene unas características que la diferencian de la procreación animal. Es decir, no se trata sólo de aparearse, de engendrar nuevos individuos de la especie humana que tras un periodo de gestación de nueve meses vienen al mundo a aumentar el número de individuos de la especie humana que habitan el planeta Tierra. Se trata, sobre todo, de dar el ser a personas que son valiosas por sí mismas desde el mismo momento de su concepción.

Por esta razón, la reproducción humana no es una técnica, ni unas reglas o mecanismos biológicos sujetos a unas leyes físicas o biológicas que se pueden modificar o aprender. Necesitamos un planteamiento ecológico de la sexualidad humana que se adecue a la naturaleza humana, que sea humana de verdad. Porque no todas las posibilidades que ofrece la técnica de vivir la propia sexualidad son de verdad humanas, algunas son animales y otras son hasta contrarias a la naturaleza de los animales y de los hombres.

Tenemos que comprender y aceptar que al igual que en cualquier rama de la técnica, el mero hecho de que sea posible hacer algo nuevo no significa que eso nuevo sea bueno para el hombre, ni que por ser nuevo necesariamente favorezca el progreso, tampoco cualquier posibilidad de comportamiento sexual que la técnica nos pueda ofrecer no tiene que ser buena por el simple hecho de ser nueva. Será buena si es beneficiosa para el hombre porque se acomoda a la naturaleza humana y no será buena en caso contrario.

Y, en este sentido, es fundamental volver a recordar que mientras el hombre ama, los animales solamente se reproducen, no son capaces de amar. Por esto, la sexualidad humana no es sólo reproducción, que también lo es, sino sobre todo es amor. Y como tal amor, humano, de verdad, es entrega, donación total y definitiva, para siempre, como el amor de Dios por los hombres, de quien somos imagen y semejanza.

4. Educación del amor

Si el hombre es capaz de amar, se impone la tarea de aprender a amar y de saber amar, de igual manera que el hombre tiene que aprender a vivir desde el primer momento de su existencia.

La sexualidad es la expresión corporal o material de nuestra capacidad de amar y de darnos por entero, pero si no la educamos, en lugar de servir para expresar y realizar el amor, nos arrastrará a comportarnos como animales y no sabremos expresar nuestro amor, como le pasaría a quien no aprendiese a hablar que no podría comunicarse con los demás hombres.

Para evitar tratar a las demás personas —varones y mujeres— como objetos o cosas, tenemos que ejercer una tarea de autodominio o control que no es fácil, pero sí posible, y que se aprende educando los sentimientos. El dominio del cuerpo, de los apetitos, de la imaginación, de los ojos, es parte indispensable de esa educación de la sexualidad que la convertirá en adecuada expresión de nuestra capacidad de amar[7]. Porque el cuerpo es una parte de la persona, pero no es toda la persona, falta el espíritu. Las tendencias del cuerpo no son siempre humanas: seguro que son animales, pero no siempre humanas.

Educar los sentimientos y los apetitos significa saber guiar lo puramente animal hacia lo humano, llevarlo hacia lo que es conforme con la naturaleza humana y con el hombre concebido como animal racional con cuerpo y alma. Porque quien ama es el hombre entero, el cuerpo y el alma, no ama sólo el alma, de la misma manera que no vive solo el alma, ni se muestra solo el cuerpo, sino que vemos la persona entera.

Pero esto no puede llevar ni a un desprecio de las pasiones por el mero hecho de sentirlas y tenerlas, ni a consentir los sentimientos solo porque existen. Hay que ser humanos, tenemos la obligación de vivir conforme a nuestra naturaleza humana, que es real, y además querida por Dios, luego buena. No hay que tener miedo a quererse. Sí hay que evitar el peligro de agobiarse, de ponerse en situaciones difíciles de las que es posible que no sepamos salir airosos. Pero esto el amor lo comprende y hasta lo implica: si te quiero como persona y quiero lo mejor para ti no quiero hacerte pasar un mal rato —y viceversa—, ni mucho menos quiero cambiar nuestro amor por un simple placer de ahora y que luego se acaba.

5. Amor humano

La capacidad de amar es lo más grande que tenemos, por no decir que es lo que nos diferencia realmente de los demás seres creados. Y como la persona es alma y cuerpo ama con el alma y con el cuerpo a la vez, es decir, que ama la persona que es necesariamente sexuada. Luego amor y sexualidad están relacionados: el amor se expresa con la sexualidad y la sexualidad es para expresar el amor.

Pero el amor no se expresa por ideas, ni por telepatía. El amor humano se expresa de manera humana, por medio de los sentidos: se comunica. Si no existe entrenamiento y aprendizaje no sabremos expresar nuestro amor, es como si no supiéramos inglés, no seríamos capaces de entendernos con un inglés. Nos sentiremos frustrados, porque el cuerpo no sigue a la mente y no expresa amor, sino otras cosas: pasiones, apetitos, instintos, cosas animales que pueden no ser malas de por sí, pero no es lo que queremos comunicar.

Un alma enamorada tiene algo de artista y necesita un cuerpo que sea un instrumento bien afinado, para poder expresar la riqueza de su amor. Y en este entrenamiento es donde entra en acción el ejercicio de la libertad personal. Porque para aprender a amar es necesario elegir una vida humana y desechar una vida animal. Pero no basta sólo con elegir, sino que es necesario mantener la elección y, por tanto, estar constantemente eligiendo un tipo de vida y estar constantemente desechando otro tipo distinto.

Pero en realidad, la entrega de una persona a otra, el amor definitivo y verdadero sólo puede tener lugar dentro del matrimonio. El amor de los esposos es el amor para siempre que se realiza mediante la entrega de la persona entera al otro y se expresa por medio de la sexualidad humana. El acto sexual sólo es auténtico y verdadero cuando se realiza por dos personas que se han entregado totalmente, para siempre, es decir, que el acto sexual sólo es auténtico si es un acto conyugal.

Quienes hacen de la sexualidad humana un coto cerrado para disfrutar sin limitaciones, llegan con facilidad a tal estrechez de miras que para ellos ya sólo cuenta el instinto sexual y su satisfacción: el amor y el matrimonio se convierten, entonces, en un mero instinto y placer.

El matrimonio es el lugar del amor conyugal, del amor de un hombre con una mujer. Y es el amor conyugal el lugar donde se entiende completamente la sexualidad humana creada para amar definitivamente mediante el don de sí mismo. Es el matrimonio el ámbito de la sexualidad humana. La cultura familiar es la cultura del amor y de la vida, centrada en Cristo y abierta al horizonte de la misión en el mundo[8].

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Notas:

[1] Conferencia Episcopal Española. Hombre y mujer los creó. Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida. 26 de diciembre de 2004, n.1.
[2] Santamaría Garai, Mikel-Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Eunsa, Pamplona, 1996, p.11.
[3] Dignitatis Mulieris, Enc., n. 6.
[4] Santamaría Garai, Mikel-Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Eunsa, Pamplona, 1996, p.77.
[5] Conferencia Episcopal Española. Hombre y mujer los creó. Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida. 26 de diciembre de 2004, n.1
[6] Santamaría Garai, Mikel-Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Eunsa, Pamplona, 1996, p.15.
[7] Santamaría Garai, Mikel-Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Eunsa, Pamplona, 1996, p.88.
[8] Conferencia Episcopal Española. Hombre y mujer los creó. Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida. 26 de diciembre de 2004, n.4.

23 febrero 2005

EL BOSTEZO, LA SONRISA O EL HIPO DE UN BEBÉ

[La ecografía en 4d -es decir, la ecografía tridimensional que incorpora además el movimiento-, permite estudiar las 24 horas de un gestante, desde poco después de su concepción y durante todo ese proceso continuo de nueve meses que culmina en el parto. No es sólo de vital importancia para los médicos, sino que también influye en la relación de la madre y del padre entre sí y con el hijo que les va a nacer. Por eso, siempre que se puede, dice el Dr. Alcázar, entregamos a los padres la imagen en 3D para que la tengan ellos. Publicado en Diario de Noticias (20-II-05)]

#119 ::Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por el Dr. Juan Luis Alcázar, Ginecólogo de la Clínica Universitaria de Navarra

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La ecografía tridimensional, unida además a la 4D, permite captar los movimientos cotidianos que el feto tiene en el útero materno. Actos reflejos como el bostezo, la sonrisa, la succión, el parpadeo, el estiramiento, el hipo... se muestran nítidamente en la pantalla, lo que facilita a los médicos el estudio del comportamiento fetal y, en definitiva, examinar el funcionamiento de su sistema nervioso central y del cerebro durante la gestación. Esto, además, repercute en la relación con los padres: "Ya hay estudios en Estados Unidos que revelan cómo a través de esta técnica se estrecha más el vínculo de los padres con el hijo, e incluso son capaces de ver más claro las facciones que el pequeño va a tener".


"En la Clínica Universitaria se está realizando en estos momentos una tesis doctoral para comprobar cuál sería el patrón de normalidad del comportamiento del feto -indica el doctor Juan Luis Alcázar-. Porque pensamos que ello puede contribuir al conocimiento de cierto tipo de patologías. Por ejemplo, si en la ecografía vemos que un niño con espina bífida mueve las extremidades inferiores y con qué calidad los mueve, podemos saber cuál va a ser el grado de defecto que la espina bífida le puede estar causando". Lo mismo puede aplicarse a enfermedades congénitas del corazón: "Hoy en día, la tecnología conocida como Stic permite estudiar el corazón fetal con una precisión asombrosa. Yo, personalmente, creo que la capacidad de diagnóstico de malformaciones como las cardiopatías congénitas se incrementa, y de hecho ya estamos trabajando al final del tercer mes y principio del cuarto de embarazo".


Las posibilidades no acaban ahí: "Hay estudios que indican que la tecnología en 3D ayuda a medir con mayor precisión la traslucencia nucal, es decir el espacio comprendido entre el músculo y la piel a la altura de la nuca del feto, que hoy por hoy es lo que está estandarizado para diagnosticar un Síndrome de Down".


¿Tiene algún efecto nocivo la ecografía? El doctor Alcázar precisa que "es inocua, tanto para la madre como para el feto. Se pueden hacer muchas ecografías durante el embarazo y, hoy por hoy, no se ha demostrado un efecto perjudicial". Lo habitual suelen ser entre 3 y 4 exámenes: a las 3-8 semanas, a las 18-20 semanas y entre la 32 y 34 semanas, si bien hay embarazas que hacen hasta 6 ó 7 pruebas.


Alrededor de 7.000-8.000 ecografías realiza anualmente la Clínica Universitaria, 3.000 de las cuales son obstétricas, y de ellas un 10% corresponde a posibles anomalías o dudas surgidas en una eco convencional. La sesión suele durar unos 10 minutos, si bien cuando hay algún problema se invierte entre 20 o 25 minutos.

"LA CAMISA DEL CASADO FELIZ".- EL SECRETO DE LOS MATRIMONIOS QUE FUNCIONAN

[Gerardo Castillo, profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra, ha publicado un libro sobre las claves del éxito en el amor conyugal: La camisa del casado feliz. El secreto de los matrimonios que funcionan (Editorial Amat, Barcelona). "El actual monopolio de historias de desamor -dijo el autor en la presentación del libro el pasado 14 de febrero- provoca en muchos jóvenes una desconfianza en el matrimonio". Ha hecho una encuesta entre cien matrimonios de diferentes países, con un mínimo de diez años de vida conyugal, que se consideraban felices, aunque no faltasen en sus vidas algunos sinsabores y conflictos que ellos consideraban normales. Resume las conclusiones de esa encuesta en veinte factores de éxito.]

#118 ::Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Gerardo Castillo

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El autor explicó que en la obra se intenta "dar respuesta a la 'pregunta del millón': ¿cómo mantener vivo el amor con el paso de los años?". Según el experto, "hoy muchos jóvenes se casan más tarde y no siempre por imposibilidad de tipo económico". En su opinión, existen al menos tres causas más: "La sustitución del amor romántico por el 'amor' utilitarista basado en el cálculo; el miedo al amor comprometido; y el pesimismo respecto a la posibilidad de una vida conyugal feliz".

Gerardo Castillo afirmó también que "muchos jóvenes han cambiado la confianza por la desconfianza en el amor y en el matrimonio, en gran parte, porque la información que les llega no es de historias de amor, sino de desamor y de fracaso conyugal". Por ejemplo, se refirió a las tramas de las series de televisión: "Muchas de ellas giran en torno a la infidelidad y al divorcio. Los jóvenes, de ese modo, acaban por creer que ya no existen amores fieles y matrimonios felices. Tienen miedo a que el amor no dure, a cansarse de la vida en común y a fracasar en el matrimonio".

Sin embargo, el autor de La camisa del casado feliz. El secreto de los matrimonios que funcionan cree que existen miles de matrimonios felices que permanecen en el anonimato y que "hay que convertir en buena noticia". Por eso, se propuso averiguar cuáles son, en la vida real, las claves del éxito en el amor conyugal. De este modo, encuestó a cien matrimonios de diferentes países que se consideraban felices. Una felicidad que, a su juicio, "no es incompatible con conflictos y crisis que pueden considerarse 'normales'".

A los encuestados, con un mínimo de diez años de vida conyugal, no se les pedía que dieran opiniones y recetas, sino, simplemente, que contaran su experiencia. "Pretendía conocer qué es lo que de hecho (no en teoría) suele dar resultado. Como en el viejo cuento atribuido a León Tolstoy, quería encontrar 'la camisa del hombre feliz'; en mi caso, la camisa del casado feliz". "La finalidad de este trabajo es, por un lado, ayudar, con la información obtenida, a otros matrimonios", indicó. En segundo lugar, pretende "infundir optimismo: hacer ver que existen muchos matrimonios felices; que no hay que tener miedo a casarse si las cosas se hacen bien, porque el matrimonio no es lo que muchas veces se ha dicho con frivolidad: una lotería".

Basándose en este estudio, Gerardo Castillo destaca en su libro 20 factores a los que los cónyuges consultados atribuyen el éxito de su matrimonio y que reproducimos a continuación.

1. Casarse para toda la vida: haber tenido claro que el matrimonio es para siempre.

2. La entrega total al otro cónyuge en la vida diaria: contar desde el principio con que habrá dificultades y que se pueden superar poniendo los medios.

3. Ser consciente de que el amor no es un hecho cumplido en el momento de la boda: es algo que se construye cada día, es una conquista permanente. Hay que recomenzar siempre, reestrenar el amor cada mañana, evitar "acostumbrarse" a vivir con el otro cayendo en la rutina. El verdadero amor sabe inventar, sabe renovarse con creatividad.

4. Utilizar recursos para mantener la relación en buen estado y prevenir posibles conflictos: hablar a tiempo, reconocer errores, saber disculparse, saber ceder ("dar el brazo a torcer"), llegar a acuerdos, ofrecer actos de desagravio, etc.
Amor humilde, no autosuficiente, que se deja formar y ayudar, que sabe aprender.

5. Contar con las ayudas sobrenaturales propias del matrimonio cristiano, que facilitan cumplir los deberes conyugales y superar los momentos difíciles.

6. El buen recuerdo de unos padres que se amaban de verdad como esposos.

7. Un buen noviazgo: trato personal, diálogo, sinceridad, conocimiento y respeto mutuo; orientado a un posible matrimonio.

8. Ver siempre al otro cónyuge como lo primero o prioritario en la propia vida; darle atención preferente sobre otras personas e intereses.

9. Ser feliz como efecto de hacer feliz al otro cónyuge; vivir para hacerle feliz.

10. Compartir experiencias, problemas, estados de ánimo. Interesarse por las cosas del otro. Saber entrar en su mundo. Contar con el otro al tomar decisiones.

11. Expresar abiertamente los sentimientos venciendo posibles falsos pudores y el miedo a confiarse totalmente en el otro cónyuge.

12. Ser amigos además de cónyuges.

13. Admirar al otro y mostrarle que se le admira.

14. Aceptar y querer al otro como es, sin pretender cambiarle o adaptarle a la propia forma de ser.

15. Convivir como personas que se quieren: sinceridad (no tener secretos con el otro), confianza, comprensión, respeto, buenos modales, delicadeza en el trato, saber callar, saber escuchar, no decir siempre la última palabra.

16. Buscar un rato cada día para estar los dos solos y conversar. Disfrutar de la íntima compañía. Hablar de todo y pasarlo bien juntos. Crear situaciones agradables que sean materia para los buenos recuerdos.

17. Cuidar cada día los pequeños detalles que hacen más grata la vida al otro
Amor positivo y flexible.

18. Resolver los conflictos en el día; no acostarse reñidos; dar el primer paso para hablar; saber reconocer errores, pedir perdón y perdonar.

19. En los enfrentamientos apelar a los buenos recuerdos y recurrir al buen humor, que desdramatiza los problemas y ayuda a ver la realidad por su lado más favorable.

20. Saber ajustar y afinar la relación amorosa ante los sucesivos cambios que, con el paso del tiempo, se van produciendo en la vida conyugal y familiar.

22 febrero 2005

EL ENGAÑO DEL "BEBÉ MEDICAMENTO"

[La Medicina busca siempre curar al enfermo y esa es su grandeza. Pero... a la Medicina no le cabe el concepto de un «bebé medicamento» -dice la autora de este artículo- (...) los «embriones medicamento» no sirven para curar (...) Es muy, muy injusto crear falsas expectativas a los padres de un hijo gravemente enfermo. Hay muchos intereses económicos en juego y mucha desinformación provocada maliciosamente. En este texto se resumen los principales hitos de los últimos años. Y se dicen las verdades con mucha claridad. Publicado en El Diario Vasco (20-II-05)]

#117 ::Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Natalia López Moratalla, Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular

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Hay una Medicina moderna y actual que es verdadero arte médico; busca siempre que el enfermo venza la enfermedad y para ello le ayuda a potenciar los propios recursos, que no son pocos; cuando hace falta le extrae algo que está haciendo un daño incorregible. A veces tiene que aportarle un órgano, sangre, o incluso unas células de un donante al que no hace daño. Si el donante es un cadáver se asegura que está muerto y no rehuye el lógico control del órgano competente (el Centro Nacional de Transplantes), al tiempo que fomenta la donación libre, voluntaria y generosa. A la Medicina no le cabe el concepto de un «bebé medicamento».

Con los «bebé probeta» nació un sucedáneo de la Medicina: las Técnicas de Reproducción Humana Asistida El arte médico renunció a curar la esterilidad, a diagnosticarla y poner remedio y por ello pasó a ser un arte técnico que sólo es capaz de sustituir a un hombre y una mujer en la transmisión de la vida. EL éxito no consiste en curar sino en conseguir fecundar los gametos y ponerle a la madre al «bebé probeta» en el útero. En sus inicios se planteó como una solución extrema y temporal, mientras no se sabía curar la esterilidad, que rápidamente se convirtió en un buen negocio. Surgen clínicas (fundamentalmente privadas) que ofrecen a matrimonios y parejas hacerles hijos y a precios razonables. Se empezó la campaña publicitaria apoyada en el dolor de los matrimonios sin hijos, y continuó sin un pudor que respete ese dolor, porque no se respeta ni potencia ni busca una investigación que les cure. La competencia por el cliente mete de lleno la transmisión de la vida humana en la lógica de la producción: elección de condiciones (si es más fácil y cómodo, se hacen unos 10 ó 12 y se guardan congelados los que sobren por si acaso se necesitan más tarde), elección del número de hijos y del momento y de las condiciones de salud; y un control de calidad biológica que elimine a cualquier bebé que porte cualquier tipo de tara. Nace así el «bebé a la carta» y con él el «embrión congelado sobrante». Y si la edad de la madre, o alguna deficiencia genética de uno de los padres, hacen que los gametos de la pareja no sean aptos se les ofrece semen del banco o óvulos de universitarias jóvenes. El bebé a la carta se convierte también en «bebé adulterino». Nace la obligación de darle un hijo a la pareja, al precio que sea. La técnica hace posible todo; no hace falta curar.

Hace poco más de cinco años nace otro «boom»: las células madre van a curar todas las enfermedades degenerativas. Grandes expectativas, colectivos de enfermos en marcha, y empresas biotecnológicas al acecho. Con una competitividad acientífica la opinión pública y la investigación se divide. La Medicina regenerativa centra sus esfuerzos en curar al enfermo con sus propios recursos: sus propias células madre. Y consigue éxitos espectaculares que saltan demasiado poco a los medios de comunicación y con frecuencia bajo sospecha de «a saber qué están haciendo» para que, a pesar de todo, no se mueren los enfermos que tratan. Por otro lado, el sector médico íntimamente asociado a las clínicas de fecundación in vitro, se lanza a bombo y platillo en la dirección propia de su lógica de poder sobre la vida humana y su transmisión: usar los embriones que han almacenado en años para conseguir células madre. Los enfermos (insisten las campañas) se van a curar con las células que les preparemos a partir de las células madre que tienen los embriones de cinco días: tenemos cientos de miles sobrantes en los congeladores. Se trata por tanto de que, ya que no les vamos a permitir que se desarrollen y vivan, que vivan hasta su día cinco y tengan la noble utilidad de convertirse en «embrión medicamento»; se reconoce que «tal vez» nunca puedan servir como tal remedio a enfermedades, pero servirá seguro como material de investigación. Hay que cambiar las leyes para investigar legalmente destruyendo embriones humanos.

Pero los «embriones medicamento» no sirven para curar: tienen tal exceso de potencia vital que sus células son salvajemente descontroladas y en vez de curar producen tumores. La ineficacia para curar no se puede ocultar bajo la campaña de que la causa del retraso son los prejuicios de algunos; y cuando es obvio, y no ocultable por más tiempo, que la donación terapéutica es una trampa sin base científica y no sale bien; y cuando es evidente que la clonación reproductiva es ciencia ficción ... etc., sale el «bebé medicamento» compatible con el hermano enfermo, como un nuevo progreso de la fecundación in vitro. Es muy, muy, injusto crear falsas expectativas a los padres de un hijo gravemente enfermo. Es muy fácil inducir la obligatoriedad de hacer todo lo que puedan, a unos padres que ven sufrir aun hijo con formas graves de leucemias o anemias. Es muy posible que los padres no sepan exactamente lo que piden ni lo que se les está ofreciendo; hasta la jerga de tanto «apellido» de los embriones y los bebés crea eufemismos y confunde. Creo que por duro que resulte es necesario conocer qué significa seleccionar un embrión para que, cuando nazca, sea donante de la sangre de su cordón umbilical o de parte de su médula ósea a un hermano enfermo con quien es inmunológicamente compatible.

¿Qué le supone al hermano del niño enfermo venir al mundo como «bebé medicamento»? No voy a entrar ahora a los graves asuntos humanos de traerlo al mundo «para» succionarle sus tuétanos. Me limito sólo al ensañamiento a que ha de ser sometido en pro de terceros. La posibilidad de seleccionar exige múltiples hermanos y para ello partir de 10 ó 20 óvulos que serán necesariamente más inmaduros y peores que los que la madre produce, con sus consecuencias para el hijo. Cuando sea un embrión de 8 células le arrancaran dos para ver su calidad como potencial donante; si sobrevive arrastrará las posibles consecuencias de ese cierto déficit. Mientras hacen el análisis genético a sus dos células él estará en el laboratorio sin recibir de su madre lo que necesita para arrancar su vida con fuerza; por ello, con mayor probabilidad que los nacidos tras haber sido engendrados en su madre, podrá sufrir raras y graves enfermedades (las que llamamos ligadas a la impronta) que no tienen solución. Y si nace ¿podrá esperar el hermano enfermo a que crezca un poco antes de empezar a sacarle la médula de sus huesos? Si hay garantía de curación con células de un hermano donante compatible lo lógico es buscar donantes en la familia.

Hay que conocer que no hay garantía alguna de eficacia, ni siquiera en conseguir tal hermano compatible. Hay un solo estudio (publicado el 5 de mayo en JAMA volumen 291, página 2079) y es muy poco alentador. De 199 embriones de 13 parejas se seleccionaron 45 y sólo han nacido 5 niños. Pero, sobre todo, lo que no se debe seguir ocultando es que las células de la sangre del cordón umbilical no producen rechazo y tampoco al menos algunas de las células madre de la médula ósea de donante. Una vez más, ¡es preciso exigir a la ciencia médica soluciones para la enfermedad de un hijo, que no traiga a los padres sufrimientos aún mayores! Es un derecho de los enfermos y un deber de la Medicina y de la comunidad científica.

16 febrero 2005

"JOAN OF ARCADIA", CREATIVIDAD Y ÉXITO DE CRÍTICA Y PÚBLICO PARA UNA SERIE MUY ESPECIAL

[¿Está cambiando Hollywood? ¿Está más abierto a un sentido trascendente de la vida? El extraordinario éxito de la serie de televisión “Joan of Arcadia” es un indicio en esa dirección, en un contexto cultural como el estadounidense. Esta serie que emite la CBS demuestra que se puede producir una serie simpática, entretenida y con gran éxito de audiencia sobre temas existenciales profundos. Y quizá muestra también el hastio de la gente corriente ante los "reality shows", el vacio existencial y la banalidad dominante en la pequeña y en la gran pantalla. Muy interesante síntoma que merece atención. Publicado en el ejemplar de enero-febrero de Nuestro Tiempo.]

#116 ::Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Francisco Javier Pérez Latre, Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra

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Desde septiembre de 2003, CBS está emitiendo los viernes a las 8.00 “Joan of Arcadia”, una producción de Barbara Hall Productions en colaboración con CBS y Sony. La serie, ya en su segunda temporada en prime-time, ha ganado numerosos premios y alcanza una audiencia de 11 millones de espectadores, excelente resultado en el fragmentado panorama de la televisión estadounidense. Su protagonista, Amber Tamblyn (Santa Mónica, California, 1983) acaba de ser nominada para los Globos de Oro.

Al final de 2004 la serie apareció como uno de los mejores programas del año en las listas elaboradas por los críticos de prestigio. En 2003 había ganado también el People´s Choice Award. Pero sobre todo, el American Film Institute (AFI) consideraba la serie como una de la diez mejores del año. Es interesante observar en qué se basaba: “justo cuando parecía que las series dramáticas originales familiares estaban muertas, las ondas difunden esta novedosa y divertida historia sobre una chica que habla con Dios. Espiritual sin ser beata, la lucha de Joan por sortear las dificultades de la vida, presenta cuestiones que toda la familia puede ver, discutir y disfrutar”. Interesante.

En su resumen de los diez mejores programas del año pasado, USA Today (26 de diciembre de 2004) afirma que “la mejor serie dramática familiar es incluso mejor este año” y que gracias a “la cada vez más memorable Amber Tamblyn”, “Joan of Arcadia”, “explora los grandes dilemas metafísicos, mostrando a la vez un dominio de la metáfora que roza lo poético”. Para Parade (11 de enero de 2004), “Joan of Arcadia” puede ser “la más inteligente y novedosa de las nuevas series de televisión”. Como ocurre en otras grandes series estadounidenses de los últimos años, entre las que incluiría The West Wing (ver Nuestro Tiempo, Marzo 2004), también aquí tenemos una serie muy bien escrita con un casting extraordinario.

Cuando una familia normal se enfrenta a situaciones atípicas

Joan of Arcadia es un drama que sigue los avatares de una familia típica que se encuentra en situaciones atípicas y enfrenta numerosas dificultades. El padre, Will Girardi (Joe Mantegna), es un detective policial en Arcadia. Duro, pero con buen corazón, su sueño es que la comunidad se convierta en refugio seguro. Junto con los altibajos que sufre su familia, una racha de crímenes en su idílica ciudad pone a prueba la voluntad de orden de Girardi.

Su hija Joan (Amber Tamblyn) es una adolescente normal, pero con frecuencia se comporta de modo extraño. La mayoría de los que la rodean desconoce que su inquietud procede de las personas que se le presentan como Dios en su camino. Tales personajes le dan instrucciones como buscar un empleo, dedicarse al voluntariado con niños o apuntarse al club de debate del instituto.

Joan asiste incrédula a estas imprevistas apariciones, sobre todo porque no sabe cómo se va a producir la siguiente: Dios aparece siempre a través de otros de modo inesperado... Después de mantener el secreto durante mucho tiempo, finalmente lo revela a Adam Rove, su novio (Christopher Marquette), que cree que Joan sufre alucinaciones…

La familia Girardi se completa con la madre de Joan, Helen (Mary Steenburgen), profesora de Arte y sus hermanos Luke y Kevin. Luke (Michael Welch) tiene dieciséis años y está fascinado por las nuevas tecnologías. Kevin (Jason Ritter) había sido un gran atleta hasta que un accidente la deja parapléjico. Ahora trabaja para un periódico. La mejor amiga de Joan es Grace Polk (Becky Wahlstrom), caústica y rebelde, aunque inteligente y cercana.

Barbara Hall, creadora de la serie

Barbara Hall (Chatham, Virginia, 1961) es creadora y productora ejecutiva de la serie, junto con Stephen Nathan y James Hayman. Con una dilatada carrera en televisión que incluye trabajos tan conocidos como Judging Amy, ER o Northern Exposure, Hall es tambén música y novelista. Con su trabajo en ”Joan of Arcadia” se ha embarcado en un proyecto muy comprometido. La autora de la serie explica que la idea surgió de su interés por la figura de Juana de Arco: “siempre me ha interesado la metafísica y la física. Pensé en escribir una serie que me sirviera para dedicar tiempo libre a leer sobre esos temas”. Cada capítulo se plantea como un proceso de indagación.

De este modo surge “la historia de una familia que se recupera de una tragedia (el accidente de Kevin) y el modo en que afecta a sus vidas espirituales”. Hall explica que “esta chica que es una Juana de Arco moderna, escucha a Dios cuando eso es lo más inaceptable, cuando puede utilizarse en un tribunal como evidencia de locura. Quería hacer contemporáneo ese dilema.”

Sobre estas premisas, no sorprenderá que Barbara Hall lea a San Agustín o a Tomás de Aquino. En realidad, la serie parece directamente vinculada a su peripecia vital. La creadora de la serie creció en una familia de estricta observancia metodista, pero luego atravesó una larga etapa de indiferencia espiritual hasta su conversión al catolicismo, hace dos años.

La creadora de la serie recuerda que está construyendo historias donde Dios no es un ser evanescente, fuerza o energía éterea al estilo New Age como la que parece en otras obras de ficción: “Estamos intentando dramatizar algo que desde mi punto de vista podría ser real”. La filosofía de fondo de la serie es clara: “para mí Dios no es una persona que resuelve problemas. No estamos haciendo eso en la serie. Dios trabaja a través de personas. El puede guiar. Le da información a Joan”. Pero Joan tiene que buscar las soluciones por sí misma.

Hall quiere transmitir un mensaje concreto a través de la serie mediante el contacto de Joan con Dios: “Dios está disponible para todos todo el tiempo. Y un paso gigante para descubrir a Dios es buscarle, y eso es lo que la mayoría de las personas no hacen. Y los adolescentes no lo hacen. Para hablar a un adolescente, Dios tendría que quitarle el iPod”. Aunque ha depositado grandes esperanzas en la serie, Hall no quiere imponer nada: “mi objetivo es abrir el debate. No tengo nada que enseñar o predicar porque no sé. Es una parte muy importante de mi práctica espiritual la idea de que Dios es un misterio (...). Lo que quería es crear una serie donde la gente pueda empezar a hablar del tipo de cosas que estamos tratando. Yo tengo la impresión de que las personas quieren hablar de estas cosas”.

¿Está Hollywood más abierto a la espiritualidad?

Parece que “Joan of Arcadia” es un indicio en esa dirección, en un contexto cultural como el estadounidense donde la presencia de Dios es considerable. Barbara Hall piensa que es así: “es parte del diálogo más de lo que solía (...). Considero que no habría podido vender esta serie hace tres años”. “Joan of Arcadia” demuestra que se puede producir una serie simpática, entretenida y con gran éxito de audiencia sobre temas existenciales profundos.

En cierto modo, el éxito está sorprendiendo a propios y extraños. Amber Tambryn, la joven protagonista, piensa que “la clave está en las sub-tramas, cómo Joan afecta indirectamente a los que están a su alrededor, el misterio de Dios que nos habla”. Amber cree que “estamos en esta extraña generación MTV, con los reality shows, donde los chicos no piensan por sí mismos”. La actriz procede de una familia de artistas. Su padre fue un destacado actor de musicales. Trabaja desde los 9 años, pero también ha escrito dos pequeños libros de poemas y tiene un genuino interés por la cultura y muchas preguntas, aunque no todos sus trabajos hayan sido sesudos...Las aventuras de Joan Girardi ya viajan por América Latina, Alemania o Australia, por citar algunos países. ¿Llegarán a las pantallas españolas?

Enlaces de interés y referencias

http://www.cbs.com/primetime/joan_of_arcadia/

http://www.joanofarcadia.com/

Bianco, Robert. “The good, the bad and the ´Swan’ ugly”, www.usatoday.com, December 26, 2004.

Brady, James. “In Step With Amber Tamblyn”, Parade Magazine, January 11, 2004.

O’Donnel, Paul. “Barbara Hall. Creator of the new CBS drama ‘Jon of Arcadia’ talks about her most dangerous idea”, http://www.beliefnet.com/.

Ficha técnica

JOAN OF ARCADIA (Estados Unidos, 2003)
Serie de televisión semanal
CBS, viernes, 8.00 pm.
Creadora: Barbara Hall.
Productores ejecutivos: Barbara Hall, Stephen Nathan, James Hayman.
Actores principales: Amber Tamblyn, Joe Mantegna, Christopher Marquette, Jason Ritter, Mary Steenburgen, Becky Wahlstrom, Michael Welch.

ECOLOGÍA DEL MATRIMONIO

[La autora de este artículo argumenta que al ser el matrimonio un proyecto de vida común entre un hombre y una mujer, establecido por amor y con unas reglas de juego que marca la naturaleza y que custodia el ordenamiento jurídico, hay que protegerlo como se protege la naturaleza para no desvirtuar el ecosistema. Eso incluye no hacer experimentos temerarios, como no los hace nadie en cosas que afectan a la vida del hombre, sin antes hacer pruebas con las ratas. "Si distinguimos el tomate natural del transgénico -dice-, razón de más para distinguir el matrimonio de los sucedáneos. Si protegemos celosamente los fundamentos de la economía, razón de más para proteger los fundamentos de la sociedad. Poner en circulación moneda falsa es devaluar la moneda auténtica y poner en peligro el sistema económico y algo semejante, pero mucho más grave, sucedería con la falsificación del matrimonio. " Si todos nos hemos convencido de la bondad de la ecología para proteger la naturaleza, seamos coherentes. Publicado en La Estafeta de Navarra (22-I-05).]

#115 ::Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por María Blanco, Profesora de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad de Navarra
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A veces escribir sobre algo cercano, íntimo o muy querido resulta trabajoso; pues la inmediatez, la intimidad y el afecto, dificultan exponer con toda su grandeza y su belleza la realidad cotidiana, natural, sencilla. Es lo que ocurre con el matrimonio.

¿Qué es realmente el matrimonio? ¿Es una realidad jurídica? Efectivamente, el Derecho no debe hacer otra cosa que proteger la realidad natural; lo cual no resta poesía a la vida. Permite, a veces, que haya poesía. El contenido jurídico no supone que los cónyuges vayan con el Código Civil debajo del brazo; como tampoco una madre al dar de mamar a su hijo, actúa pensando que cumple así la obligación de alimentos que prevé el mismo texto legal.

El matrimonio es un proyecto de vida común entre un hombre y una mujer establecido por amor y con unas reglas de juego que marca la naturaleza. Hay que protegerlo como se protege la naturaleza para no desvirtuar el ecosistema. Y esa protección incluye no lanzarse temerariamente a experimentos: puestos a experimentar, en cosas que afectan a la vida del hombre, nadie se aventura a ver qué pasa con una idea sin probarla antes con ratas.

Si distinguimos el tomate natural del transgénico, razón de más para distinguir el matrimonio de los sucedáneos. Si protegemos celosamente los fundamentos de la economía, razón de más para proteger los fundamentos de la sociedad. Poner en circulación moneda falsa es devaluar la moneda auténtica y poner en peligro el sistema económico y algo semejante, pero mucho más grave, sucedería con la falsificación del matrimonio. Así se entiende que el CGPJ haya dicho, respecto al proyecto de reforma del concepto de matrimonio, que no se puede "desnaturalizar una determinada institución jurídica que presenta unas características bien claras". Esto es, la complementariedad sexual no es cuestión de roles o de ideologías, forma parte de la ecología del matrimonio y de su naturaleza jurídica.

Esa complementariedad natural es garantía de la pervivencia -no sólo física, sino psicológica, afectiva- de la especie y de la civilización humanas. Y eso es lo específico del matrimonio y lo que a la sociedad y, al Derecho, le interesa proteger. Hay otras relaciones que implican compromiso, cierto proyecto de vida común, cariño e interdependencia emocional e incluso financiera, exista o no un componente sexual (porque la ley no puede obligar a declarar si la relación establecida tiene o no ese componente); y, siendo protegidas estas relaciones por el Derecho no se configuran como matrimonios, (por ejemplo, la relación entre una señora que cuida a una anciana durante años, a veces, muchos años).
¿Por qué proteger el matrimonio tal y como se entiende ahora? La respuesta por evidente, es difícil de aceptar: porque esa unión -hombre y mujer- está también al servicio de la conservación en condiciones propiamente humanas de la especie -lo que supone bastante más que la mera procreación-, y por tanto de la sociedad (que es lo que debe proteger el Derecho). El hecho de que algunas parejas no tengan hijos no determina el fin del matrimonio. Como en todo, la excepción confirma, no invalida la regla. Las actuaciones individuales no invalidan los objetivos de una institución (que uno use el móvil para fanfarronear no significa que el móvil no esté ordenado -en sí mismo- para la comunicación).

Como leí en un artículo, el matrimonio desligado de la heterosexualidad pasa a ser mero contrato de convivencia o, según los casos, de conveniencia: si el matrimonio se priva primero de estabilidad y permanencia y luego de heterosexualidad, ¿qué queda del matrimonio?. Disociar matrimonio y familia es perder de vista su potencia natural; es como centrarse en la simiente y olvidarse del árbol y los frutos.

En una conferencia escuché que "ante los impactos ambientales, parece necesario aplicar una ingeniería de la regeneración de los ecosistemas. Hoy día ya existe la capacidad de desarrollarla y aplicarla, pero como pasa siempre, es un problema de intereses, prioridades y dinero". ¿Por qué no invertimos nuestros mejores esfuerzos en la protección del matrimonio (no los sucedáneos) y la familia?. Al fin y al cabo ahí nos jugamos el futuro de los pobladores de la tierra, el ecosistema humano.

13 febrero 2005

CANADÁ: CRECE LA OPOSICIÓN AL LLAMADO "MATRIMONIO GAY"

[El arzobispo católico de Toronto, Mons. Aloysius Ambrozic, manifiesta su oposición a que se pretenda una nueva definición legal del matrimonio. "Todos haríamos muy bien -dice el arzobispo- si nos parásemos a pensar antes de cambiar instituciones sociales como el matrimonio y la familia, cimientos en los que se apoya la sociedad y que representan una sabiduría y una experiencia acumuladas a lo largo de siglos". También llama la atención sobre el indudable papel educativo que tienen las leyes y las posibles consecuencias para el futuro de la educación si se diera ese cambio en la definición de matrimonio: "estaría enseñando -dice- que la práctica de la homosexualidad es moralmente equiparable a la heterosexualidad. A los colegios públicos se les exigirá que proporcionen educación sexual conforme a esta idea. Y muchos padres, creyentes o no, estarán en desacuerdo, al igual que muchos –si no la mayoría– de los canadienses". Publicado en Aceprensa ( nº 009/05, 29-I-05).]

#114 ::Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

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En diciembre de 2004, el Tribunal Supremo de Canadá declaró que no había inconvenientes jurídicos para que se llevara a cabo una regulación que permitiera el matrimonio entre personas del mismo sexo. La decisión de la Corte tuvo lugar a raíz de una consulta realizada por el gobierno del Partido Liberal, y después de que tribunales de seis provincias y un territorio de Canadá declarasen inconstitucionales las leyes federales que definían el matrimonio como la "unión de un hombre y una mujer".

Con el visto bueno del Tribunal, el gobierno ha seguido trabajando en un proyecto de ley para aprobar el matrimonio entre homosexuales. El camino hacia el reconocimiento legal de este tipo de matrimonios parecía libre de obstáculos. Sin embargo, aún queda por librar una importante batalla en el Parlamento, pues –como había recordado el propio Tribunal Supremo– es a la asamblea legislativa, y no a los tribunales, a quien compete modificar la definición legal del matrimonio.

El optimismo inicial del gobierno desapareció al encontrarse con un Parlamento que está más dividido en esta cuestión de lo que parece. En los próximas días el gobierno llevará al Parlamento su proyecto de ley, pero es patente el desacuerdo que existe tanto dentro del partido del gobierno como entre los de la oposición. En principio, el Partido Liberal –que gobierna en minoría con 133 diputados– cuenta con el apoyo del Bloc Québécois (54 escaños) y con el del New Democratic Party (19). En contra del proyecto votará prácticamente la totalidad de los 99 representantes del Partido Conservador. El problema está en que algunos miembros del Partido Liberal no tienen claro el sentido de su voto. El portavoz del grupo parlamentario liberal, Andy Savoy, ha mostrado en distintas ocasiones su desacuerdo con el proyecto elaborado por su partido. Recientemente ha dicho que solo en el transcurso de las vacaciones ha recibido cerca de 500 mensajes, "todos en contra de la medida", aseguró.

El arzobispo católico de Toronto, Mons. Aloysius Ambrozic, escribió el 19 de enero una carta abierta al primer ministro canadiense, Paul Martin, en la que manifestó su rechazo al proyecto. En su carta pedía cautela antes de dar el paso definitivo hacia una nueva definición legal del matrimonio. "Todos haríamos muy bien si nos parásemos a pensar antes de cambiar instituciones sociales como el matrimonio y la familia, cimientos en los que se apoya la sociedad y que representan una sabiduría y una experiencia acumuladas a lo largo de siglos".

Más adelante, el arzobispo llama la atención sobre el papel educativo que tienen las leyes y sobre las posibles consecuencias del cambio en la definición de matrimonio. La futura ley, escribe, "estaría enseñando que la práctica de la homosexualidad es moralmente equiparable a la heterosexualidad. A los colegios públicos se les exigirá que proporcionen educación sexual conforme a esta idea. Y muchos padres, creyentes o no, estarán en desacuerdo, al igual que muchos –si no la mayoría– de los canadienses".

El arzobispo recomendó a Martin el uso de la cláusula "notwithstanding" ("no obstante"), recogida en el artículo 33 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. Mediante esta cláusula, las leyes que definen el matrimonio como "la unión entre un hombre y una mujer" podrían seguir estando vigentes durante un plazo de 5 años, "no obstante" haber sido declaradas inconstitucionales. Para el arzobispo Ambrozic, "el período de 5 años es un tiempo razonable para que tenga lugar un debate nacional del que se extraiga una decisión madurada y serena". De esta forma, asegura Ambrozic, los canadienses tendrían tiempo suficiente para observar las consecuencias de la legalización del matrimonio homosexual en países como Holanda y Bélgica.

Los dirigentes evangélicos también se han unido a este debate, proporcionando a los feligreses la documentación necesaria para oponerse al proyecto. La cuestión ha sido polémica también entre los sijs, religión originaria de la India. Pocos días antes de que Paul Martin iniciara un viaje político a la India, la máxima autoridad mundial de la comunidad sij, Giani Joginder Singh Vedanti, animó a los miembros de su comunidad a oponerse a la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. En Delhi, al dar una rueda de prensa, un corresponsal extranjero preguntó al primer ministro indio, Manmohan Singh, también sij, su opinión sobre este asunto. Singh respondió diciendo que "ese es un problema interno de Canadá. Este tipo de matrimonio no es apreciado en nuestro país".

06 febrero 2005

SI SE QUIEREN..., PUES QUE SE CASEN

[Hay un evidente fenómeno de devaluación del matrimonio en la sociedad actual. Dice el autor de este artículo: Sólo en los seis primeres meses de 2003 en Navarra se rompieron tantas parejas como en todo el año 2001, es decir, 1.000 parejas. Durante el año 2002, en Navarra se casaron 2.412 parejas y se separaron 1.500 parejas. La causa más frecuente es la inmadurez personal de los cónyuges: la mujer busca un hombre ideal inexistente; y el hombre busca una mujer que se parezca a su madre: "que le cuide y le mime". Paradójicamente, otros pretenden una nueva definición del matrimonio para adaptarlo a la unión homosexual como si el matrimonio quedara reducido a la simple cohabitación de dos personas cualquiera que sea su sexo.]

#113 ::Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Felipe Pou

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El Bien ha ganado al Mal

Cuando se empieza a hablar sobre alguna cuestión de actualidad en la que medie una cuestión ética o moral, casi siempre, ante el estado de las cosas en la sociedad actual, sobreviene una sensación de desánimo, de abatimiento, de sensación de derrota. Parece que se trata de hablar en el desierto, sin esperanza de ser oídos. Porque los que nos escuchan son los convencidos, aquellos a quienes menos falta hace decir nada, mientras que los que deberían escuchar nuestras ideas no quieren oír, o no les interesa lo que tengamos que decirles.

Frente a esta situación de ánimo debemos recordar que el Bien ya venció sobre el Mal, de una vez por todas y eternamente. Dios venció al Diablo desde el principio. La batalla ya fue librada y se ganó. No cabe, por tanto, el desaliento ni la tristeza. No cabe la derrota porque la victoria ya se ha producido.

Al mismo tiempo, y de forma misteriosa, sin que lo podamos entender, Dios quiere necesitarnos. Nos quiere cooperadores suyos en la Redención y permite que libremos junto a Él esta batalla. Una batalla donde no hay tiempo, donde no existe un principio ni un fin, porque es eterna, donde existe sólo un Vencedor y un vencido.

Matrimonios inestables

En la sociedad en la que vivimos nos encontramos con un creciente fenómeno de devaluación del matrimonio. El matrimonio pierde valor entre los ciudadanos, no se respeta el significado del matrimonio y casarse. Para unos es una simple formalidad que se cumple por no alarmar a los familiares y padres. Para otros es un trámite administrativo que regula el estado civil de las personas y les atribuye unos derechos como esposos, como hijos o como familiares de alguien. Otro grupo entiende que el matrimonio no tiene ninguna significación y no es más que una simple situación del estado de las cosas: sirve para estar casado y presentarse así en sociedad.

Pronto se llega a comprender que esta devaluación del matrimonio deriva en situaciones de hecho en las que se instrumentaliza el matrimonio para ponerlo a prueba y comprobar si sirve o no o, incluso, quien prescinde del matrimonio mismo declarando su ineficacia real en el mundo actual donde predominan las relaciones auténticas y verdaderas que se basan en el compromiso exento de formas y de trámites oficiales.

Paradójicamente, junto a esta situación aparecen los que quieren realizar una nueva definición del matrimonio para adaptarlo a situaciones y finalidades de nuevo cuño que a primera vista repugnan a la verdadera naturaleza humana. Se pretende explicar así el matrimonio homosexual como una situación de convivencia oficial como si el matrimonio quedara reducido a eso, a una cohabitación de dos personas.

Ante las ideas y los nuevos planteamientos se alzan los hechos y las cifras. Sólo en los seis primeres meses de 2003 en Navarra se rompieron tantas parejas como en todo el año 2001, es decir, 1.000 parejas. Durante el año 2002, en Navarra se casaron 2.412 parejas y se separaron 1.500 parejas. La causa más frecuente es la inmadurez personal de los cónyuges: la mujer busca un hombre ideal inexistente; y el hombre busca una mujer que se parezca a su madre: "que le cuide y le mime".

En el año 2002, en España el número total de separaciones y divorcios fue de 115.188, más del doble de los registrados en 1985. Uno de cada cuatro matrimonios habidos en el año 2002 ha sido civil, y los matrimonios de rito católico han supuesto el 99% de los matrimonios religiosos. Por otro lado, los nacimientos habidos fuera del matrimonio han pasado de ser el 10% en 1991 hasta llegar al 21,4% en el año 2002.

Si se quieren..., que se casen

El título hace referencia a todos los que piensan que el matrimonio se funda en el amor de los esposos. Esto es verdad, pero no es toda la verdad, o no es suficiente que los esposos se quieran para que se casen, sino que hace falta algo más para que dos personas puedan casarse.

Que dos personas se quieran es un requisito necesario para casarse, porque si no se quieren no se deben casar. Pero además de quererse deben reunir otros requisitos. Así ocurre que cuando se celebra el matrimonio no se pregunta a los novios si se quieren, esto se supone, sino que se les pregunta si quieren casarse que no es lo mismo que quererse.

Si fuera suficiente con quererse para casarse no podríamos negar el matrimonio entre un padre y su hija, o un hijo con su madre, o entre un hombre y una niña menor, o entre un hombre y varias mujeres a la vez. En todos los casos se quieren y quieren casarse, sin embargo, entendemos que existen razones naturales y de orden social que justifican que esas uniones no puedan ser un matrimonio.

Y es que los deseos, por el solo hecho de existir no se convierten en derechos. Yo deseo fervientemente que me toque la lotería, pero no tengo derecho a que me toque, ni me puedo ofender o sentirme discriminado si no me toca la lotería. El amor es necesario para casarse. Pero no es suficiente. Muchos jóvenes no lo entienden así y piensan que basta con quererse para formar un matrimonio; que la ceremonia del casamiento sobra, porque ya se quieren.

El amor no es suficiente. El matrimonio no es sólo una ceremonia o un contrato, sino que es un acto de la voluntad de "querer quererse", de darse al otro de manera total y para siempre. Es un compromiso de amor. El matrimonio no se limita a que los esposos se quieran, va más allá y los esposos se comprometen a quererse contra toda prueba y dificultad, por eso aseguran su amor, porque se prometen fidelidad.

Los esposos no se casan mientras se quieran. El amor no es un fin del matrimonio, será una de las causas del mismo, pero lo esposos se casan para quererse, para ayudarse, para tener hijos. Por cierto, España en los últimos seis años se ha convertido en el cuarto país del mundo con menos hijos (por delante está Macao, Bulgaria y Letonia). Desde 1995 las españolas tienen una media de 1,1 hijos (la mundial es 2,6 y la europea es de 1,5). La verdadera razón no está en la economía, sino en la escasa esperanza de esta sociedad en el futuro.

La cultura actual tiene como proyecto ganar dinero y ser productivo y ahí no caben los hijos.

El matrimonio es una institución

Porque lo primero que nos debemos preguntar es ¿qué es el matrimonio? Y la primera cuestión que se debe resolver es si el matrimonio es un contrato humano o es más bien una institución humana acorde con la naturaleza humana creada por Dios a su imagen y semejanza.

Si es un contrato humano su regulación, funcionamiento, duración, cumplimiento, origen, fines y demás características dependerán de la voluntad de los hombres. Pero no ya de la voluntad de los hombres expresada por mayoría en un parlamento y sancionada como ley. No, ¿por qué? Si es un contrato humano la voluntad que debe prevalecer es la de los esposos o contrayentes que al casarse regularán su propio matrimonio y que hasta puede que no se parezca en nada al matrimonio de sus vecinos. Incluso hasta sería posible que se casaran sin casarse, sin ninguna formalidad, porque, para ellos, estar casados es estar como están ellos, sin papeles y con amor.

Por el contrario, si el matrimonio es una institución, algo establecido que nos viene dado y cuya regulación y funcionamiento es ajeno a la voluntad de los esposos a los contrayentes les queda su voluntad para adherirse, para decir que sí o para decir que no. Precisamente eso es lo que se les pregunta: ¿queréis casaros...?, no se les pregunta ¿cómo va a ser vuestro matrimonio? Antes de responder a esta cuestión debemos reparar que estamos hablando de personas -hombres y mujeres- que son bienes en sí mismos, con dignidad propia, que valen por ser lo que son, hijos de Dios a su imagen y semejanza, y no valen por lo que tienen o poseen o conocen. No estamos hablando de simples cosas, ni siquiera de animales de compañía, sino de personas humanas que merecen un respeto y la unión de personas también debe merecerlo, no sería lógico dejar su regulación al arbitrio de los particulares. No basta con que sea querida, sino que debe ser adecuada a la naturaleza humana porque se va a referir a personas.

El matrimonio como tal institución no es definido por ningún hombre, ni por ningún poder o estado. El matrimonio viene definido por la naturaleza humana que nos dice cómo es el hombre y cómo es todo lo que se refiere al hombre. La propia naturaleza humana no queda a la elección de los hombres o del poder estatal, sino que nos viene dada y lo único acertado es conocerla y adecuarse a ella con el fin de evitar daños innecesarios.

Entonces, nos preguntamos ¿quién es capaz de regular el matrimonio? Por lógica sólo será capaz el que ha sido capaz de crear al hombre y a la mujer que es quien mejor conocerá al hombre. ¿Quién si no es su mismo Creador? El matrimonio es una institución que escapa a la regulación del hombre y que ha sido ordenado por Dios desde la creación del hombre. Responde al plan creador de Dios y que, para los bautizados, es sacramento de la gracia de Cristo. Por esto la Iglesia reconoce el valor sagrado de todo matrimonio verdadero. El matrimonio es una institución creada por Dios cuando creó al hombre. Así respondió Jesús cuando dijo al princpio no fue así (Mt, 19, 4-10) situándose por encima de las coordenadas de tiempo y lugar y cultura para aludir a la propia naturaleza humana como referente del matrimonio.

El matrimonio se funda en la diferencia sexual y en la vocación al amor que nace de ella, propio de la naturaleza humana. El matrimonio es la expresión de la entrega recíproca de los esposos que lo convierte en una verdadera comunión de personas y en el lugar digno para acoger nuevas vidas. Es donde el hombre y la mujer encuentran la plenitud de su realización como personas, y no en la profesión o el trabajo o fuera de la familia.

Casarse es entregarse para siempre. En este sentido, es algo tan definitivo como tirarse sin paracaídas: una vez que he saltado, no hay marcha atrás. Cuando me caso, me tiro, me abandono en brazos del otro. Si el otro me falla, me doy el gran batacazo. Esto será arriesgado, pero la verdad es que el amor exige y necesita ese abandono en manos del otro .

El matrimonio como institución es una realidad anterior a cualquier Estado, inscrita en la naturaleza de la persona como ser social. Puede existir una sociedad sin Estado, pero no puede existir una sociedad sin matrimonio. Las leyes justas deben reconocer las leyes de la naturaleza humana. Serán justas si se ajustan a la dignidad de la persona, no son justas por el mero hecho de haber sido aprobadas por la mayoría parlamentaria.

No pueden ser las mayorías o las encuestas los últimos criterios para decidir lo que es bueno y lo que es malo, sino los criterios morales objetivos, aceptados y aplicados por una conciencia recta.

El pluralismo en sí mismo no es una meta definitiva ni un bien último. Desde el pluralismo todos debemos buscar la verdad. Si no es así la democracia puede resultar insostenible y degenerar en una imposición de mayorías fabricadas por quienes controlan y manejan los medios de comunicación.

La democracia que no tenga en cuenta los valores éticos inscritos en la naturaleza del ser humano termina por producir algún tipo de totalitarismo, escondido o manifiesto, pero que termina por aflorar oprimiendo al hombre.

Razones

De la naturaleza humana y de las características de la institución matrimonial se pueden obtener algunas razones:

a) Razones de orden antropológico indican que la sexualidad humana tiene un profundo significado unitivo y procreativo. Esta es la razón de la diferenciación sexual el ser hechos el uno para el otro y no simplemente el uno junto al otro. Si el hombre es para la mujer y al revés, es la unión del hombre y la mujer más trascendente que una simple unión pasajera y también más trascendente que cualquier otra unión que no sea de un hombre y una mujer para la procreación, como sería las uniones de compañeros, de amigos, de colegas y hasta las de personas del mismo sexo. No basta con que dos personas se quieran para que formen un matrimonio, sino que deben estar abiertos a una nueva vida.

El matrimonio es el lugar de la vida humana y el lugar para la vida humana y esto resulta así por la propia forma de ser del hombre, por su realidad antropológica. Es necesario deslindar el matrimonio de las demás uniones o asociaciones de personas, por lícitas que puedan ser algunas de ellas, pero nunca serán un matrimonio.

Cuando dos personas se aman, saben que van a compartir toda su vida, es un amor que, por su misma naturaleza, exige la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca toda la vida de los esposos . De tal manera que si una persona le dice a otra que le ama, el mismo lenguaje supone la expresión "para siempre", entregarse entero es dar la vida entera. Si no es así, es que no se ha entregado la vida.

Es evidente que esta entrega total de la vida por amor es muy arriesgada. Puede salir mal y no tendrá remedio, porque no existe camino de vuelta atrás. Cuando se ha entregado la vida ya no se recupera. Éste es el consentimiento matrimonial por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente: "Yo te recibo como esposo"; "Yo te recibo como esposa". Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos vienen a ser una sola carne .

Esta alianza matrimonial de índole natural es elevada por Cristo a la dignidad de sacramento entre los bautizados (CIC can. 1055) que da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo ama a su Iglesia: perfecciona el amor humano, reafirma su unidad indisoluble y santifica a los esposos en el camino de la vida eterna.

Pero el hombre y la mujer son personas, seres libres de hacer el bien o de hacer el mal. Ser fiel presupone ser libre y presupone también que pudiendo ser infiel, por un acto de la voluntad, se entrega la vida entera siendo fiel al amor matrimonial, como Dios es fiel a sus promesas, recibiendo así el amor y la felicidad que sólo Dios puede dar.

Cuando no es así, sabemos por la fe que el desorden de la infidelidad no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado.

b) Existen razones sociales muy importantes y demostradas por la historia de los pueblos que nos enseñan que el matrimonio es el embrión de la sociedad y de las civilizaciones. Por un lado, porque el matrimonio es la base de la familia que es la primera entidad social de los hombres, donde nacen y viven, donde se forman entre sus semejantes, donde aprenden los valores de la convivencia y de la vida social con los demás hombres semejantes suyos, donde son queridos por sí mismos con independencia de sus dotes o conocimientos. Por otro lado, porque qué es la sociedad sino la suma de las familias que la componen. Bien se podría afirmar que no existen las sociedades sino las reuniones de familias que comparten la misma cultura, el mismo idioma, las mismas costumbres y modos de organizarse.

¿Sería posible una sociedad y una civilización sin familias que lo formen? ¿Sería posible una familia sin un matrimonio entre hombre y mujer, estable, duradero, abierto a la vida, procreador de nuevas vidas que anuncian el futuro y la nueva generación social? No, no sería posible. Querer llamar matrimonio a lo que no lo es y hasta querer regularlo como si fuera posible inventar de nuevo el matrimonio no deja de ser una ilusión y una pretensión irresponsable. Sería tanto como fabricar moneda falsa que devaluase el valor de la verdadera moneda.

c) También existen razones jurídicas para defender el verdadero matrimonio. El poder estatal no es soberano para definir la realidad. La realidad le antecede y le limita al estado en el sentido de que no podrá nunca inventarse la realidad, podrá reconocerla, aceptarla o negarla, pero nunca podrá inventarla.

Además, habrá que tener en cuenta que si lo que realmente se quiere es solucionar un problema jurídico de determinadas uniones de personas, el derecho común ofrece soluciones jurídicas para tutelar situaciones de interés recíproco entre personas, que, todo sea dicho, de siempre han existido. Además el estado siempre podrá reconocer beneficios, asistencias, derechos y deberes a cualquier relación que le parezca oportuno sin tener que encuadrarla bajo la institución matrimonial. El ámbito jurídico es mucho más variado y amplio que el simple cauce del matrimonio.

Matrimonio de homosexuales

El matrimonio es una institución que no depende de la voluntad de los hombres, que ha sido creado por Dios y que depende de la naturaleza humana. En la esencia de la institución matrimonial se encuentra que es la unión de un hombre con una mujer, abierto a la vida y para siempre. Con estas exigencias los homosexuales no pueden contraer matrimonio, porque son del mismo sexo y porque no pueden engendrar nuevas vidas.

Esto no significa discriminar a los homosexuales porque no se les deje casarse. No se trata de que no se les permita casarse es que no pueden casarse aunque se les permitiera porque su unión no es un matrimonio por mucho que quieran que lo sea.

El matrimonio es por esencia heterosexual. El simple deseo no se convierte en derecho. Los homosexuales no tienen derecho a contraer matrimonio entre sí. Dos hombres pueden ser buenos padres cada uno de ellos, pero ninguno de los dos podrá ser una buena madre porque no es una mujer.

La realidad es la que es y se impone a los deseos. La realidad es la naturaleza humana, esto es real, lo demás es pensado, deseado, imaginado o inventado. La naturaleza humana se descubre, se acepta, se reconoce, pero no se inventa. El que no se tenga derecho a algo no quiere decir que sea injusto.

Lo prescrito por la ley no es la discriminación es decir, la distinción , sino la discriminación injusta. Por lo demás las diferencias o distinciones forman parte de la realidad. No es igual estar vivo que difunto, o casado que soltero, o ser mayor que ser menor. Y estas diferencia no son injustas, son reales. Algunas se solucionan con el tiempo, otras no. La igualdad jurídica de la Constitución no significa que todos tengan a la vez los mismos derechos, no son todos a la vez valencianos y navarros, hombres y mujeres, pensionistas y trabajadores, etc.

Es necesario proteger a los ciudadanos contra toda discriminación injusta, pero también es necesario proteger a la sociedad de las pretensiones injustas de los grupos o de los individuos.

Y por todo esto no se discrimina a los homosexuales cometiendo una injusticia con ellos, porque lo proscrito por la ley no es la discriminación (distinción), sino la discriminación injusta. A los iguales hay qua tratarlos igual y no distinguirlos, pero a los desiguales se les debe tratar desigual y distinguirlos o discriminarlos, esto es lo justo. Y es que el matrimonio es un derecho de la persona humana, no de los homosexuales, ni tampoco de los niños, ni de otros grupos como se ha visto.

El activismo homosexual no quiere formar familias como las demás, más bien lo que pretende es que todas las familias sean como las suyas, para lo cual la clave es desmontar conceptos arcaicos y caducos como fidelidad, monogamia, compromiso, fecundidad.

Parejas de hecho

También conviene separar el verdadero matrimonio de las parejas de hecho o simples uniones de un hombre y de una mujer. Bastaría con la sola denominación para entender que el matrimonio es más que una simple unión de dos personas. El matrimonio tiene unos fines y unas características que lo diferencian de las meras situaciones o estados. Entre no bautizados también se diferencia porque el verdadero matrimonio aspira a formar una familia verdadera y necesita el valor del compromiso de los esposos de mantenerse fieles a sí mismos y a sus hijos. Para un hombre de conciencia recta tampoco es matrimonio una unión de hecho donde no existe un compromiso esponsal.

Matrimonios maduros

Los matrimonios maduros y experimentados pueden ofrecer una ayuda discreta, sabia y válida, no sólo para los hijos casados, sino también a los nietos. Son parejas que tienen la capacidad de dar testimonio de la hermosura y felicidad de la vida familiar, vivida en plenitud y según el plan de Dios.
En la actual sociedad española el cristiano coherente tiene que estar dispuesto a padecer una cierta marginación social, cultural y hasta profesional y, en consecuencia, tiene que estar dispuesto a renunciar a muchos bienes sociales y económicos.

Nuestra humildad está en la fidelidad al mandato recibido y la mejor misericordia es el ofrecimiento del evangelio de Jesús en su radical originalidad y en total integridad.

El bien más grande que podemos hacer a nuestro amigo, a nuestro vecino, es ayudarle a creer en Dios, ayudarle a descubrir a Jesucristo, a verse a sí mismo como hijo de Dios y heredero de la vida eterna.

Los siete secretos de un amor para toda la vida:

1. Busca siempre el segundo lugar.
2. Sé generoso en tus halagos.
3. En tiempos de crisis, sed uno solo.
4. Pasar mucho tiempo juntos.
5. Creer siempre lo mejor del otro.
6. Expresa tu amor frecuentemente y con creatividad.
7. Hacer del matrimonio tu prioridad.

Matrimonio no es sólo vivir juntos uno con el otro. Sino que matrimonio es vivir el uno para el otro.