30 marzo 2008

LA LIBERTAD POSITIVA

[Alejandro Llano es bien conocido por los lectores de este blog. Por eso saben que es un apasionado de muchas cosas pero, sobre todo, le apasiona la búsqueda de la verdad y el ejercicio de la libertad.

Sobre la libertad trata, de nuevo, el artículo que este fin de semana ha publicado en La Gaceta (29-30 de marzo 2008): lleva por titulo La libertad positiva. “Es decir –escribe Llano-, de la libertad para lanzar iniciativas y proyectos que surjan de la libertad concertada de los ciudadanos y tengan la mayor relevancia social posible. (…) La libertad positiva es emergente, procede de la acción solidaria de personas y grupos que se comprometen para promover la creatividad, la innovación, el conocimiento compartido, la responsabilidad social, la justicia distributiva y la calidad ética de la convivencia.”

Los socialistas que gobiernan en España defienden un concepto negativo de libertad. No son los únicos, pero ellos, sin duda, como lo han demostrado de modo clamoroso en los años precedentes, desconfían de la libertad de los ciudadanos y por eso desde instancias oficiales se encargan de que las personas singulares no puedan tener iniciativas para llevar a cabo sus proyectos libres con relevancia social. De toda iniciativa social de interés se ocupa el Estado, por definición y por ley; es parte de la llamada libertad negativa.

Dice Alejandro Llano: “El lema sería éste: haz lo que quieras con tu cuerpo y con tus sentimientos, siempre que no pretendas intervenir en la configuración de la vida pública, porque de eso se encarga el Estado, que está en nuestras manos y, por lo tanto, al reparo de toda sospecha de parcialidad.”

En su libro “Humanismo cívico” (1999), ya comentaba que la expresión libertad negativa, en contraposición a libertad positiva, ha sido popularizada, en las últimas décadas, por Isaiah Berlin. “Esta libertad negativa –explica Llano- consiste exclusivamente en estar libre de obstáculos externos para hacer lo que yo quiero. (…) es la libertad de no estar atados a nada, de transgredir las normas vigentes, de desvincularse de la sociedad burguesa y autoritaria (…) Los individuos deben estar libres de normas éticas, mientras que el aparato administrativo del Estado se preocupa de que no tengan capacidad de iniciativa para llevar a cabo sus proyectos libres con relevancia social.” Aparentemente libres de ataduras externas, pero sometidos de hecho -como gente abotargada, irreflexiva y sumisa- al poder tutelar del Estado .

“Estando así las cosas –dice en el párrafo final del artículo de La Gaceta-, esperar que las burocracias que dominan unas siglas, unas listas y un trivial programa político —si lo tienen— se lancen a abrir campo a los proyectos positivos de los ciudadanos, es como pedir peras al olmo.”

No hay otro camino que la responsabilidad de cada ciudadano para buscar la verdad y ejercitar su libertad –la libertad positiva-, tanto personalmente como al servicio de la sociedad. A eso anima la lectura de este artículo.]

# 434 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología

por Alejandro Llano


A finales de los años 60 y comienzos de los 70, era yo un profesor novato que daba clases de Antropología en la Universidad de Valencia. Al llegar el mes de mayo coincidían todos los años dos acontecimientos. Por una parte, la revolución estudiantil —activada por el hervor primaveral de los adolescentes— alcanzaba su máxima virulencia. Por otra, me correspondía explicar en clase el tema de la libertad, situado a mitad de un programa que nunca completaba por la abundancia de huelgas y manifestaciones. Y lo que pasaba es que los alumnos más comprometidos en política —marxistas y anarcos— se negaban a aceptar la existencia de la libertad. Yo me sorprendía y les preguntaba extrañado:

-¿Cómo es posible que rechacéis la existencia de una libertad que es el valor máximo que reivindicáis en vuestras proclamas?

No lograba salir de mi perplejidad, hasta que un alumno me dio por fin una contestación reveladora:

-Pedimos libertad precisamente porque no existe, porque todavía no existe.

En aquel momento aún no conocía la distinción de Isaiah Berlin entre libertad negativa y libertad positiva. Lo que los estudiantes rebeldes pedían era la libertad negativa, es decir, la libertad de no estar atados a nada, de transgredir las normas vigentes, de desvincularse de la sociedad burguesa y autoritaria que decían despreciar.

A punto de llegar al cuadragésimo aniversario de mayo del año 68, vuelvo a oír la monótona cantinela de que aquella revolución fracasó, cuando lo cierto es que ha sido la única revolución que, con planteamientos marxistas, ha triunfado en Occidente. Lo cual se muestra también en el hecho de que el concepto dominante de libertad, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, es hoy el de libertad negativa.

Era el sentido de libertad que Isaiah Berlin, como buen liberal, defendía: la libertad de constricciones y vinculaciones. Y sigue siendo hoy día la idea que de libertad tienen los neoliberales y los neoconservadores: libertad del individuo en un mercado sin regulaciones, con un Gobierno que ni siquiera se preocupa de la justicia social, en la línea prescrita por Hayek.

Pero es que también los postsocialistas que en España nos seguirán gobernando durante otros cuatro años, por lo menos, defienden un concepto negativo de libertad. Los individuos deben estar libres de normas éticas, mientras que el aparato administrativo del Estado se preocupa de que no tengan capacidad de iniciativa para llevar a cabo sus proyectos libres con relevancia social.

El lema sería éste: haz lo que quieras con tu cuerpo y con tus sentimientos, siempre que no pretendas intervenir en la configuración de la vida pública, porque de eso se encarga el Estado, que está en nuestras manos y, por lo tanto, al reparo de toda sospecha de parcialidad. Berlin desconfiaba de la libertad positiva, porque temía que unos ciudadanos se impusieran sobre otros. Quizá no se daba cuenta de que el riesgo consistente en que algunos se impongan sobre todos es mucho mayor.

Contra el hecho de que semejante peligro se ha realizado ampliamente entre nosotros, sólo cabe una respuesta eficaz: el ejercicio de la libertad positiva, es decir, de la libertad para lanzar iniciativas y proyectos que surjan de la libertad concertada de los ciudadanos y tengan la mayor relevancia social posible. Ésta es la auténtica libertad democrática, la que vislumbró Tocqueville en América tras una revolución que superaba a la francesa precisamente porque no tenía una idea negativa y destructiva de la libertad, sino una concepción netamente positiva.

Y ahora me pregunto: ¿No será que la democracia española se encuentra atrofiada, porque los dos partidos mayoritarios defienden un concepto negativo de la libertad? Estando así las cosas, esperar que las burocracias que dominan unas siglas, unas listas y un trivial programa político —si lo tienen— se lancen a abrir campo a los proyectos positivos de los ciudadanos, es como pedir peras al olmo. La libertad positiva es emergente, procede de la acción solidaria de personas y grupos que se comprometen para promover la creatividad, la innovación, el conocimiento compartido, la responsabilidad social, la justicia distributiva y la calidad ética de la convivencia. No es otro el camino.

29 marzo 2008

LA PASIÓN DE CRISTO Y LA LENGUA ESPAÑOLA

[Sobre la literatura española dice Diego Quiñones:"...no se entiende sin lo que constituye su esencia y existencia por tradición cultural: el Cristianismo. Este es un dato objetivo minuciosamente estudiado por la Historia de la Literatura."

Manuel Casado publicó un artículo en ABC el Viernes Santo (21-III-2008), con el título “La Pasión y la Lengua Española”. Habla del lenguaje y de la impronta que la fe ha dejado en tantos modos de expresarse de la gente de la calle.

Dice entre otras cosas: “La temprana evangelización de los habitantes de Hispania (…) tuvo repercusiones de gran calado en las diferentes manifestaciones de la actividad lingüística, bien creando palabras nuevas, bien dando nuevo significado a las existentes. (…) Apenas hay esfera de la vida en la que no haya dejado su impronta la fe y el modo de vivir de los cristianos. (…) Los personajes y acontecimientos de los Libros Sagrados –tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento- pasaron a formar parte del acervo idiomático de andar por casa.”

Y después de poner múltiples ejemplos de la vida ordinaria, concluye con estas ideas: “Nos preocupa, con razón, la falta de competencia lingüística de amplios sectores de la población joven. (…) Es posible, en cambio, que nos cause menos desazón la ignorancia de las raíces cristianas de nuestra cultura y civilización. Pero no nos engañemos: no se puede separar la lengua y la cultura; la civilización y el idioma que le ha servido de cauce expresivo durante siglos.”

Reproducimos a continuación el artículo de Manuel Casado.]


# 433 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología



por Manuel Casado Velarde, Catedrático de Lengua española

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Todo lo que forma parte de la vida, creencias y afanes de las sociedades humanas acaba por dejar huella en su lenguaje y afectar a sus maneras de expresarse. Lo que es tanto como decir, con Heidegger, que influye en el modo de estar las personas instaladas en el mundo.

La temprana evangelización de los habitantes de Hispania, cuyo comienzo se remonta a la época apostólica –pensemos en Santiago el Zebedeo-, tuvo repercusiones de gran calado en las diferentes manifestaciones de la actividad lingüística, bien creando palabras nuevas, bien dando nuevo significado a las existentes: empezando por la denominación de las nuevas realidades que anunciaba el Evangelio -Mesías o Cristo, apóstol, obispo, bautismo, misa, domingo, pascua, iglesia, penitencia, ángel, demonio, cementerio… - y siguiendo por la antroponimia (nuevos nombres de personas), e incluso la misma toponimia (múltiples ciudades llamadas Santiago o Santa Cruz, San Juan, San Pedro, San Francisco, San Antonio, Santa Olalla, Santillana ‘Santa Juliana’, Los Ángeles, Valdeiglesias, Baselga ‘basílica’, Chavela ‘capilla’, Dueñas ‘, dominas, monjas’, Covadonga ‘cueva de la Señora’, Fuensanta, etc., que luego siguieron su camino a América), apenas hay esfera de la vida en la que no haya dejado su impronta la fe y el modo de vivir de los cristianos: saludos y despedidas, calendario, festividades, edificaciones, patronos, romerías, gastronomía (ej. huesos de santos), indumentaria, etc.

Y, como no podía ser menos, los personajes y acontecimientos de los Libros Sagrados –tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento- pasaron a formar parte del acervo idiomático de andar por casa. Por referirme sólo a personas o hechos asociados con las conmemoraciones que celebramos los cristianos en la Semana Santa, sirvan de ejemplo comparaciones como más falso que Judas, llorar como una magdalena o más alegre o contento que unas pascuas; enunciados o frases como ir de Herodes a Pilato (o salir de Herodes para meterse en Pilato), lavarse las manos (como el gobernador romano), estar hecho un ecce homo, armar o montar el cirio, ser alguien un cirineo, o un Barrabás, hacer una barrabasada, stabat Mater; vocablos como Dolorosa, resurrección, hosanna, aleluya, escriba, fariseo…; o interjecciones como ¡por los clavos de Cristo! y ¡(y) santas pascuas!

Para referirnos a lo que se nos hace costoso o nos produce dolor, la lengua española nos proporciona expresiones fraseológicas que incluyen palabras como Calvario o Gólgota, Getsemaní, via crucis. Sólo para el vocablo cruz el Diccionario común de la Academia registra más de cuarenta frases o locuciones. El rótulo latino de la cruz (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), reducido a las iniciales inri –la madre de todas las siglas que vendrían a lo largo de los siglos, en particular en ese siglo de siglas que fue el siglo XX-, campa en la difundida locución para más (mayor) inri. ¿A quién, con un mínimo bagaje cultural, no le resultan familiares los nombres de, además de los ya citados Judas, Cirineo, Pilato o Barrabás, Verónica, Anás, Caifás, Nicodemo, José de Arimatea, etc.? ¿O no le traen sabores de consuelo la última cena, el buen ladrón, Betania, Emaús o la Pascua?

Nos preocupa, con razón, la falta de competencia lingüística de amplios sectores de la población joven. No hace falta que, de pascuas a ramos, nos lo recuerden los informes PISA. Es posible, en cambio, que nos cause menos desazón la ignorancia de las raíces cristianas de nuestra cultura y civilización. Pero no nos engañemos: no se puede separar la lengua y la cultura; la civilización y el idioma que le ha servido de cauce expresivo durante siglos. En Europa, en España, la incompetencia acerca de los valores religiosos que han configurado su vivir durante siglos se traduce en incompetencia lingüística, por no traer aquí a colación el inmenso mundo de las Bellas Artes, que se torna opaco en buena parte cuando se desconocen los referentes religiosos. ¿Más motivos para ponderar la importancia del conocimiento de la religión cristiana?

21 marzo 2008

VIA CRUCIS DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ

[Como fruto de su contemplación de las escenas del Calvario, el Fundador del Opus Dei preparó un Vía Crucis para ayudar a hacer oración y crecer en dolor de amor y agradecimiento al Señor, que nos ha rescatado con el precio de su sangre.

En 2006 se cumplieron veinticinco años de la primera edición del "Vía Crucis" (33ª ed, 2008. Editorial Rialp), una de las obras póstumas del fundador del Opus Dei. Su sucesor, Mons. Álvaro del Portillo, escribió el prólogo a la primera edición.

Si se desea, se pueden leer el Via Crucis -y también los puntos de meditación que acompañan cada estación- sin más que pulsar aquí: conelpapa.com

Y también se pueden escuchar los textos escrito por San Josemaría para cada una de las catorce estaciones: basta con pulsar el botón en el reproductor que se incluye a continuación. Está audición está producida por la Fundación Beta Films (29:45 min, 13.9 MB) y lo reproducimos de la página web del Opus Dei.


EL PAPA HABLA SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE

[El domingo 9 de marzo Benedicto XVI habló de Dios como Señor de la vida y de la muerte. En el Angelus, comentando el evangelio de ese día, que trataba sobre el milagro de la resurrección de Lázaro, dijo entre otras cosas:

Se trata del último gran "signo" realizado por Jesús, después del cual los sumos sacerdotes reunieron al sanedrín y deliberaron matarlo; y decidieron matar incluso a Lázaro, que era la prueba viva de la divinidad de Cristo, Señor de la vida y de la muerte.

"Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo" (Jn 11, 11), así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.

Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím (cf. Lc 7, 11-17) y a la niña de doce años (cf. Mc 5, 35-43). Precisamente de ella dijo: "La niña no ha muerto; está dormida" (Mc 5, 39), provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento.

(…) declaró solemnemente a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre". Y añadió: "¿Crees esto?" (Jn 11, 25-26). Una pregunta que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros; una pregunta que ciertamente nos supera, que supera nuestra capacidad de comprender, y nos pide abandonarnos a él, como él se abandonó al Padre.

La respuesta de Marta es ejemplar: "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo" (Jn 11, 27). ¡Sí, oh Señor! También nosotros creemos, a pesar de nuestras dudas y de nuestras oscuridades; creemos en ti, porque tú tienes palabras de vida eterna; queremos creer en ti, que nos das una esperanza fiable de vida más allá de la vida, de vida auténtica y plena en tu reino de luz y de paz.

Ese mismo día 9, el Papa visitó el Centro internacional juvenil San Lorenzo, junto al Vaticano, que fue inaugurado por Juan Pablo II hace ahora veinticinco años, y celebró allí la Santa Misa.

Benedicto XVI, en su homilía, después de los saludos iniciales, trató también sobre el significado de la vida y de la muerte a la luz del evangelio de ese domingo. Publicamos a continuación sus palabras.]

# 431 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología

por S.S. Benedicto XVI

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Pasemos ahora al evangelio de este día, dedicado a un tema importante y fundamental: ¿qué es la vida?, ¿qué es la muerte?, ¿cómo vivir?, ¿cómo morir? Con el fin de ayudarnos a comprender mejor este misterio de la vida y la respuesta de Jesús, san Juan usa para esta única realidad de la vida dos palabras diferentes, indicando las diversas dimensiones de la realidad llamada "vida": la palabra biV y la palabra zwÖ. biV, como se comprende fácilmente, significa este gran biocosmos, esta biosfera, que va desde las células primitivas hasta los organismos más organizados, más desarrollados, este gran árbol de la vida, en el que se han desarrollado todas las posibilidades de la realidad biV. A este árbol de la vida pertenece el hombre; forma parte de este cosmos de la vida que comienza con un milagro: en la materia inerte se desarrolla un centro vital; la realidad que llamamos organismo.

Pero el hombre, aun formando parte de este gran biocosmos, lo trasciende, porque también forma parte de la realidad que san Juan llama zwÖ. Es un nuevo nivel de la vida, en el que el ser se abre al conocimiento. Ciertamente, el hombre es siempre hombre con toda su dignidad, incluso en estado de coma o en la fase de embrión, pero si sólo vive biológicamente no se realizan ni desarrollan todas las potencialidades de su ser. El hombre está llamado a abrirse a nuevas dimensiones. Es un ser que conoce. Desde luego, también los animales conocen, pero sólo las cosas que les interesan para su vida biológica. El conocimiento del hombre va más allá; quiere conocerlo todo, toda la realidad, la realidad en su totalidad; quiere saber qué es su ser y qué es el mundo. Tiene sed de conocimiento del infinito; quiere llegar a la fuente de la vida; quiere beber de esta fuente, encontrar la vida misma.

Así hemos tocado una segunda dimensión: el hombre no es sólo un ser que conoce; también vive en relación de amistad, de amor. Además de la dimensión del conocimiento de la verdad y del ser, existe, inseparable de esta, la dimensión de la relación, del amor. Y aquí el hombre se acerca más a la fuente de la vida, de la que quiere beber para tener la vida en abundancia, para tener la vida misma.

Podríamos decir que toda la ciencia es una gran lucha por la vida; lo es, sobre todo, la medicina. En definitiva, la medicina es un esfuerzo por oponerse a la muerte, es búsqueda de inmortalidad. Pero, ¿podemos encontrar una medicina que nos asegure la inmortalidad? Esta es precisamente la cuestión del evangelio de hoy. Tratemos de imaginar que la medicina llegue a encontrar la receta contra la muerte, la receta de la inmortalidad. Incluso en ese caso, se trataría de una medicina que se situaría dentro de la biosfera, una medicina ciertamente útil también para nuestra vida espiritual y humana, pero de por sí una medicina confinada dentro de la biosfera.

Es fácil imaginar lo que sucedería si la vida biológica del hombre no tuviera fin, si fuera inmortal: nos encontraríamos en un mundo envejecido, en un mundo lleno de viejos, en un mundo que no dejaría espacio a los jóvenes, un mundo en el que no se renovaría la vida. Así comprendemos que este no puede ser el tipo de inmortalidad al que aspiramos; esta no es la posibilidad de beber en la fuente de la vida, que todos deseamos.

Precisamente en este punto, en el que, por una parte, comprendemos que no podemos esperar una prolongación infinita de la vida biológica y sin embargo, por otra, deseamos beber en la fuente de la vida para gozar de una vida sin fin, precisamente en este punto interviene el Señor y nos habla en el evangelio diciendo: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás" (Jn 11, 25-26). "Yo soy la resurrección": beber en la fuente de la vida es entrar en comunión con el amor infinito que es la fuente de la vida. Al encontrar a Cristo, entramos en contacto, más aún, en comunión con la vida misma y ya hemos cruzado el umbral de la muerte, porque estamos en contacto, más allá de la vida biológica, con la vida verdadera.

Los Padres de la Iglesia llamaron a la Eucaristía medicina de inmortalidad. Y lo es, porque en la Eucaristía entramos en contacto, más aún, en comunión con el cuerpo resucitado de Cristo, entramos en el espacio de la vida ya resucitada, de la vida eterna. Entramos en comunión con ese cuerpo que está animado por la vida inmortal y así estamos ya desde ahora y para siempre en el espacio de la vida misma. Así, este evangelio es también una profunda interpretación de lo que es la Eucaristía y nos invita a vivir realmente de la Eucaristía para poder ser transformados en la comunión del amor. Esta es la verdadera vida.

En el evangelio de san Juan el Señor dice: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Vida en abundancia no es, como algunos piensan, consumir todo, tener todo, poder hacer todo lo que se quiera. En ese caso viviríamos para las cosas muertas, viviríamos para la muerte. Vida en abundancia es estar en comunión con la verdadera vida, con el amor infinito. Así entramos realmente en la abundancia de la vida y nos convertimos en portadores de la vida también para los demás.

Los prisioneros de guerra que estuvieron en Rusia durante diez años o más, expuestos al frío y al hambre, después de volver dijeron: "Pude sobrevivir porque sabía que me esperaban. Sabía que había personas que me esperaban, sabía que yo era necesario y esperado". Este amor que los esperaba fue la medicina eficaz de la vida contra todos los males.

En realidad, hay alguien que nos espera a todos. El Señor nos espera; y no sólo nos espera: está presente y nos tiende la mano. Aceptemos la mano del Señor y pidámosle que nos conceda vivir realmente, vivir la abundancia de la vida, para poder así comunicar también a nuestros contemporáneos la verdadera vida, la vida en abundancia. Amén.

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Pueden consultarse los textos completos en el web site del Vaticano.