25 abril 2005

CÓMO EDUCAN LAS SERIES ESPAÑOLAS DE TELEVISIÓN

[Una primera versión, más reducida, de este artículo fue publicado en este blog (cfr. # 028). Ahora, es un texto notablemente ampliado y enriquecido y constituye un análisis muy interesante y necesario para los padres y los educadores.Como dice el autor: "...se constata una vez más que en la educación –como en todo arte– no hay recetas mágicas. Los padres son los primeros responsables, sin que esto exima de su responsabilidad al Estado o a los medios de comunicación, y tienen que enseñar a los hijos a poner la televisión en su sitio, para evitar que la televisión se ponga en el suyo y sea ella la que termine educando." Publicado en Nuestro Tiempo (marzo, 2005).]

#141 Educare Categoria-Educacion

por Jesus Juan Pardo, periodista

___________________________

La tradicional lista de “los 25” programas más seguidos en 2004 se puede reducir aquí a la de “los 9”: “Aquí no hay quien viva” (8,3 millones), “Los Serrano” (8,1), “Cuéntame cómo pasó” (5,7), “Ana y los 7” (5,5), “Liga de Campeones” (5,3), “El comisario” (4,9), “Hospital Central” (4,6), “Gran Hermano 6” (4,6) y “7 vidas” (4,4). De los nueve, siete son series españolas. Audiencias millonarias para unos productos de calidad. Porque la tienen. La pregunta que hay que responder ahora podría ser: ¿Y qué ideas transmiten a esos millones de telespectadores? Aunque sus responsables hablan de entretener, lo cierto es que forman. Y si todas tienen audiencias millonarias y si todas parece que lo hacen en la misma dirección...

“El vamos a la cama de los Lunnis ya no se lo cree nadie” (Juan Menor, ex director de TVE). “Sólo uno de los veinte programas más vistos por los niños es infantil” (Heraldo de Aragón, basado en datos de un informe de GECA, 1 de diciembre de 2004)...

Cuando se habla de “telebasura” y de la necesidad de defender al menor frente a esta, no todo el mundo entiende lo mismo. Hay una cierta unanimidad en incluir dentro de este concepto a programas como “Salsa rosa”, “Aquí hay tomate”, “Gran Hermano” o “Crónicas Marcianas”.

Sin embargo, series como “Los Serrano” o “Aquí no hay quien viva” tienen un gran éxito entre el público infantil y juvenil y se consideran productos de calidad (las dos han sido galardonadas con el premio Ondas 2004, la segunda ha obtenido hace unas semanas el TP de Oro, y tanto en 2004 como en 2005 lideran con holgura los índices de audiencia, a pesar de que este año compiten en la noche de los miércoles). Premios y aplausos aunque los modelos que presentan dejan bastante que desear desde el punto de vista educativo.

La defensa del menor no es sólo un problema de horario

El problema de la defensa del menor suele plantearse en clave de horarios de emisión. El pasado mes de diciembre el Gobierno llegó a un acuerdo con TVE, Tele 5, Antena 3 y Canal + para suscribir un código que proteja a los menores de la telebasura. Se trata de un pacto voluntario de autorregulación que fija unos criterios generales y unos horarios de precaución, en los que no pueden emitirse determinados espacios.

Al margen de la eficacia que tenga este pacto (el 21 de enero de este año, en elmundo.es se podía leer este título: “Las televisiones mantienen sus programas más polémicos”. Y esta entradilla: “Un mes después de que las cadenas sellasen el Pacto sobre contenidos televisivos e infancia, los niños siguen viendo los mismos programas. Según las organizaciones de telespectadores, en las parrillas continúan los espacios más polémicos y los cambios en sus contenidos son prácticamente inapreciables. En su defensa, los operadores afirman que disponen de un periodo de adaptación y que no se trata de cambiar programas sino de adecuar los ya existentes”), ya puede considerarse un éxito haber puesto de acuerdo a las cadenas para que asuman voluntariamente un código de autorregulación, que siempre es preferible a la intervención directa por parte del Estado.

Sin embargo, con los datos de audiencia en la mano, es fácil darse cuenta de que esta medida, aunque positiva, deja abiertas muchas cuestiones que sólo pueden resolverse con un cambio de los hábitos familiares en el consumo de la televisión. Sin ir más lejos, las 10 de la noche es la hora preferida por los niños para ver la televisión (III Estudio de Audiencias Infantil y Juvenil en España, elaborado por la Asociación para la Investigación en Medios de Comunicación, sobre una muestra de 4.055 entrevistas).

Los últimos datos señalan que más de 800.000 españoles menores de catorce años ven la televisión a partir de las 10 de la noche. En un estudio de GECA de finales del mes de noviembre, se recogía el significativo dato de que entre los veinte programas más vistos por los niños sólo había uno infantil –Zon@ Disney (TVE)— y además en el séptimo puesto.

Ettore Bernabei, ex director general de la RAI y actual productor televisivo, considera que el problema de fondo no se resuelve con medidas cosméticas, como limitar horarios: “Se necesita un cambio en la dirección artística y la producción, para liberar a los programas de entretenimiento del modelo general de un consumo hedonista”.

“Si no sale nada...”

En ocasiones, al preguntar con cierto tono de sorpresa a un adolescente cómo es que ve una determinada serie de televisión (que el adulto considera inconveniente) la respuesta es: “¡Si no sale nada…!”. Esto indica por su parte la percepción de que los contenidos sexuales explícitos no son adecuados para él y, por otro lado, la constatación de que —al menos desde su punto de vista– en dicha serie no los hay. También puede reflejar una cierta deformación, al considerar que los únicos contenidos inapropiados para él son los de este tipo.

Aunque las escenas de sexo explícito no abundan en las series españolas, se trata de un elemento implícito habitual y que con frecuencia sostiene el peso de la trama. Por otro lado, los productores y guionistas son conscientes de los riesgos de un producto con demasiado sexo explícito: no se consideraría apto para todos los públicos y podrían perder parte de su audiencia.

Manuel Ríos, productor de “Mis adorables vecinos”, explica su punto de vista: “Intentamos que funcione la imaginación del espectador: insinuar, pero no mostrar, porque la serie la ven los niños”. David Sánchez, productor ejecutivo de “Siete vidas”, declaraba en una entrevista: “No ponemos límites, sólo tenemos en cuenta el horario. En lugar de mostrar a los actores con menos ropa, jugamos con sus problemas sexuales. Puede haber desnudos, pero no integrales” (El Semanal TV, 1.10.04, pp. 20-21).

Un recurso narrativo muy frecuente —tanto, que a veces se convierte en el asunto más importante de los episodios de una temporada— es la tensión sexual no resuelta, que consiste en hacer que dos personajes se atraigan irresistiblemente, pero sin que esta atracción culmine o no lo haga hasta el final, fundamentalmente, porque daría fin a una de las subtramas que consiguen una mayor fidelización.

En “Los Serrano” hay un claro ejemplo en la relación entre Marcos y Eva, su hermanastra, que dio lugar a la trama horizontal con más fuerza desde el comienzo de la serie. Se quieren, la cosa va avanzando y cuando parece que, por fin, va a culminar, retroceso y vuelta a empezar.

Y lo mismo ha sucedido —quién no recuerda las historias de “Periodistas”, por ejemplo— y ocurre con todas las demás. Incluso en las que, en principio, el “tema” parece que es otro. ¿Cuál fue uno de los principales argumentos en 2004 de “Cuéntame cómo pasó”? La relación de Antonio, el padre, con una atractiva asesora. ¿Y cuál es el gran asunto esta temporada? La “relación” del sacerdote —“progresista”, claro está— con la hija hippy. A este asunto se le puede añadir otro: el hijo acabará saliendo con... (con su novia —fotógrafa del diario— o con su ex —a punto de casarse, pero con la que mantiene una relación...—). Incluso una tercera: la prima llegada del “pueblo”, ¿accederá a tener relaciones sexuales con su novio o seguirá siendo una “carca”?

Y es que, aunque se procura evitar las escenas demasiado explícitas, son muy frecuentes las situaciones sensuales, los comentarios y bromas de doble sentido, el presentar como algo completamente “normal” las relaciones precoces entre adolescentes, las relaciones homosexuales, las infidelidades matrimoniales, etc.

Cuando uno lee en El SemanalTV el primer párrafo de “El amor está en el aire” —que habla sobre la serie “Un paso adelante”—, cualquier lector se puede situar perfectamente en lo apuntado: “Como Pedro ha dejado tan vacía de emociones la Academia de Carmen Arranz, alumnos y profesores se han puesto manos a la obra para hacer crecer los romances...”.

Pero hay mucho más. En “Ana y los siete”, serie de gran éxito entre el público infantil, la protagonista es una bailarina de striptease; al comienzo de esta temporada estaba embarazada y se desconocía quién era el padre.

Y en uno de los capítulos de “Aquí no hay quien viva”, varios adolescentes se burlan de Emilio porque hace más de un mes que tiene novia —la cartera— y todavía no se ha acostado con ella. Eso sí, lo ha hecho varias veces con una vecina. De nuevo, el espectador ante la gran pregunta: ¿con quién acabará el portero?

Más datos relevantes: los gays y las lesbianas aparecen insistentemente representados en las series, y lo hacen siempre de modo políticamente correcto (Diana, en “Siete vidas”; Mauri, en “Aquí no hay quien viva”; Macarena y la enfermera —antes no lo eran—, en “Hospital Central”, etc.). Suelen ser personajes amables, muy humanos, dotados de una gran sensibilidad. Se subraya la “normalidad” de relaciones homosexuales y a todo aquel que no le parecen bien se le tacha de homófobo. Parece imposible sostener una opinión contraria sin convertirse en un salvaje intolerante que pretende imponer sus creencias a los demás y violentar su libertad, su felicidad.

A finales del curso pasado un profesor de Primaria mostraba su perplejidad por el hecho de que varios alumnos de 8 y 9 años le habían preguntado si uno podía casarse con su hermana. Lo saqué de su desconcierto explicándole que probablemente esos chicos serían asiduos a “Los Serrano”. La familia protagonista de la serie está formada por un viudo y una divorciada; él tiene tres hijos de su primer matrimonio y ella dos hijas. Los dos mayores (Marcos y Eva) se enamoran. Le animé a explicar a sus alumnos la diferencia entre hermana y hermanastra, aunque me quedé con la duda de si eso resolvería su verdadero problema.

El fin de las series de televisión es el entretenimiento. No cuentan teorías, sino historias. Precisamente por esto, su influencia entre el público infantil y juvenil es mucho mayor. Cualquiera que haya tenido una cierta experiencia educativa habrá comprobado que los alumnos retienen con facilidad las anécdotas y los ejemplos, mientras que son más impermeables a los conceptos abstractos.

Eso sucede con las series: dejan de lado las abstracciones y se centran en las anécdotas. Por eso los niños y los adolescentes absorben con gran facilidad los modelos que presentan estas series.

El modo de argumentar es enormemente sentimental. Siguiendo con el ejemplo de Marcos y Eva, cuando ellos explican a su padre que están enamorados, Marcos insiste en que “no se pueden poner diques al mar”; Eva dice que se quieren y que no pretenden engañar a nadie. La sinceridad con los propios sentimientos se convierte en la guía moral. Si uno se siente feliz, todo vale. En capítulos anteriores y posteriores, han tenido otros novios y novias, romances, líos, etc. Si se convierte el sentimiento en la norma moral, no hay compromisos estables. Si mañana siento distinto, las reglas del juego habrán cambiado totalmente y lo que es válido para hoy, mañana puede no serlo. El sentimentalismo es un recurso narrativo fácil, pero muy eficaz y con un gancho extraordinario, especialmente entre la gente joven. Facilita la fidelidad de las audiencias y en todas las series se emplea reiteradamente.

Por otro lado, la cultura del esfuerzo, del sacrificio y del trabajo brilla por su ausencia. Los protagonistas más jóvenes son malos estudiantes en la mayor parte de los casos. En cambio, se anima a dejarse llevar por el sentimiento como el camino para alcanzar la felicidad. Es muy difícil —por no decir imposible— que se llegue a una comprensión madura del amor si se deja de lado todo lo que tiene que ver con el sacrificio.

Los modelos que presentan las series

“Siete vidas” cerró la temporada a finales de diciembre y es la serie más longeva de la historia de la televisión española (más de 170 capítulos emitidos). En ella se narran las peripecias de siete personajes que conforman un abanico de estereotipos exagerados. El personaje del frutero podría calificarse de “desecho de virtudes”: machista, racista, frecuenta prostíbulos, se ha cargado su matrimonio y como no tiene donde ir, termina viviendo con Gonzalo, un amigo ingenuo al que su mujer acaba de abandonar por otro hombre. Sole es una roja convencida y militante anti PP. Sergio es un pijo a la última moda, que vuelve locas a las chicas y está en un tira y afloja continuo con su novia. Vero, la novia de Sergio, es una moderna, superficial y celosa. Diana es lesbiana e ingenua, y Aida —ahora con serie propia, también en Tele5 y también en prime time— una ex alcohólica obsesionada con encontrar al hombre de su vida.

En “Aquí no hay quien viva”, la serie que ha encabezado las audiencias en el último trimestre de 2004, Emilio (un Fernando Tejero al que el público ha premiado con el TP de Oro al mejor actor y que se ha convertido, según un reciente estudio de GECA, en “el personaje favorito de la televisión”, seguido por Imanol Arias, Amparo Baró —TP de Oro a la mejor actriz—, Antonio Resines y Emilio Aragón) –el portero del inmueble– se enamora de Belén (Malena Alterio) y se va a vivir con ella al 3ºB; Alicia vivía con Belén, pero al instalarse allí Emilio, no lo soporta y se traslada al 3ºA, donde Roberto y Lucía acaban de romper (y él se ha mudado al ático). En el 1ºB está Mauri, el homosexual de la serie, enamorado de Diego, hermano de Lucía, y recién casado con una chica lesbiana —con la que ha tenido un hijo por inseminación artificial—, lo cual no parece un obstáculo para su relación con Mauri. Las historias que se narran son de lo más truculento, pero los guionistas conocen su trabajo y saben hilvanar muy bien las tramas para provocar, sobre todo, la constante risa del espectador.

El tono de comedia disparatada que se ríe de todo muestra una realidad distorsionada, suavizando conductas y situaciones que no es que se puedan considerar precisamente modélicas para los jóvenes. Casi siempre rozan el umbral de lo chabacano —en ocasiones lo sobrepasan–, pero tienen su gracia.

Algunos adultos restan la importancia negativa que estos contenidos puedan tener para sus hijos argumentando precisamente que “es muy divertida, y lo otro, tampoco es para tanto: ya se ve que van de broma”. Cuando se hacen referencias a la religión católica, lo habitual es que sean para ridiculizarla. En uno de los capítulos de “Los Serrano” de la temporada pasada, aparece un sacerdote tonto y borracho. Se presenta la función de monaguillo como algo ridículo; Guille sustituye el cáliz por un trofeo de fútbol, y el vino por cava; el pan ácimo lo cambian por un tipo de papel, que los tontos católicos mascan y tragan como pueden. Guille y su amigo se cuelan en el confesionario y escuchan a su abuela relatar un sueño erótico con un familiar.

Si este asunto se hubiera referido al Islam, probablemente se habría organizado un lío considerable –y además con toda justicia–, pero parece que al tratarse del Catolicismo el rasero es diferente. En esta misma serie uno de los personajes habituales (Lourdes) es profesora de Religión en un instituto. Podríamos describirla con dos adjetivos: ñoña y rancia. Mientras sus alumnos y los telespectadores se ríen de ella, en la opinión pública se debate el futuro de la asignatura de Religión en los colegios...

Lo pretendan o no, las series de ficción tienen una influencia extraordinaria. Por un lado, reflejan la sociedad —aunque en ocasiones sea un reflejo distorsionado–, y al mismo tiempo son un elemento de configuración social de gran influencia. En los estudios de la opinión pública se ha constatado desde hace bastantes años que para ganar unas elecciones lo más eficaz es controlar los informativos, mientras que para cambiar los modelos sociales tiene más influencia la ficción, especialmente en el cine y la televisión.

Pequeños adultos precoces

Volviendo al terreno educativo, un fenómeno reciente que preocupa es el adelanto de la adolescencia, especialmente en las niñas. Es un problema de ellas y ellos, pero las niñas empiezan antes y se les nota más. Tienen prisa por crecer. Con diez años la niñez se les ha quedado pequeña. Visten minifalda o pantalones bajos y tops hiperajustados, esforzándose por marcar un tipín del que todavía carecen. Les gusta ir fashion; aunque aún están lejos de cumplir los 14 son ya una fotocopia reducida de las adolescentes “genuinas”. Su juguete preferido ya es el móvil repleto de tonos bajados de internet, le “pegan” duro al SMS, están preocupadas por llevar el peinado a la última y ya van preocupándose por hacerse con un piercing.

Una historia recogida en el suplemento semanal del diario El País puede servir para ilustrarlo mejor. “El lunes siguiente al sábado de su primera comunión, Natalia le dijo a su madre que se iba a jugar, caminó doce manzanas hasta el centro de belleza Kyon y pidió cita para hacerse un corte moderno. Llevaba meses planeándolo, y sólo había esperado por dos razones: conservar su melena para las ondas del peinado de comunión y recaudar ese día dinero para pagarse una peluquería de lujo. Cuando Luisa, de 36 años, se enteró de la jugarreta, se quedó tan perpleja –y admirada– por el desparpajo de su hija, que no tuvo cuerpo de negarle el capricho. (...) Natalia tiene nueve años y es más lista que el hambre, aunque sus notas de cuarto de Primaria no lo atestigüen. Para ella es cuestión de prioridades. El cole está bien para pasar el rato, pero yo quiero disfrutar de la vida. Según sus cálculos, le quedan cinco años. A los 14 ya puedes entrar en la XL –una discoteca light de moda–, aunque si vas arreglada y pareces mayor te dejan entrar antes”.

La niña en cuestión no es un caso único. Cada vez hay más “Natalias”. Aunque probablemente no será la única causa, la influencia de las series de televisión en este asunto parece indudable. Los niños ven la televisión de dos a cuatro horas diarias –algo menos que los adultos–, y quieren hacer lo que ven. Hace unos años crecían viendo a sus padres y a sus hermanos. Ahora los modelos de vida son los que les presentan la publicidad y la televisión. En “Los Serrano”, “Aquí no hay quien viva”, “Un paso adelante” o “Siete vidas” los chicos un poco mayores que ellos salen, gastan y ligan. La visión del estudio y del trabajo no suele ser demasiado positiva.

Además, los actores que encarnan en las series a personajes de dieciséis años, en la vida real pasan de los veinticinco (por ejemplo Fran Perea, que representa a Marcos Serrano, o Verónica Sánchez, en su papel de Eva). Tanto en las series como en la sociedad se produce una adultización de los niños y adolescentes y una infantilización de los adultos.

Hace unos días, Petra María Pérez, catedrática de la Universidad de Valencia, apuntaba las mismas ideas en una entrevista publicada por periodistadigital.com: “El botellón a edades tempranas, la afición a los móviles, ver programas de adultos, ir a discotecas antes de tiempo, ponerse ropa que no corresponde a su edad, las niñas que se pintan a los 11 años. Todo son manifestaciones de la misma realidad. Estamos asistiendo a la reducción de la infancia”.

Un cambio de hábitos

Ante este panorama se puede sentir una cierta desazón por parte de los padres y educadores. La solución es compleja y articulada. Probablemente, la propuesta más eficaz sea cambiar el modo de ver la televisión en los hogares. Podría resumirse en “no poner la televisión para ver qué hay, sino para ver algo concreto que resulte interesante”. Se trata de una cuestión ardua y al mismo tiempo accesible, porque no requiere el cambio de toda la sociedad, ni de los medios de comunicación, ni de las productoras, sino que se centra en el ámbito familiar. La tentación de utilizar la televisión como “canguro” es cómoda, pero ésta puede moldear a los hijos en una dirección totalmente contraria a la deseada por los padres.

Después de un duro día de trabajo, muchos encuentran relajante ver la televisión porque, a diferencia de leer un libro, no exige por nuestra parte más que una presencia pasiva. Esta pasividad sin esfuerzo es lo que hace tan atractiva la televisión a los jóvenes. Cuando son pequeños, es conveniente educarlos para que no echen tanto en falta la televisión. Se puede establecer la costumbre de no ver la tele entre semana para leer, pintar o cualquier otra cosa en su lugar. Como toda dependencia, la de la tele se debe prevenir a edades tempranas y con el ejemplo del esfuerzo personal. En el recuadro “Algunas sugerencias para educar en el uso de la TV” se recogen algunas ideas en esta línea.

Al mismo tiempo, sería deseable seguir avanzando en la línea del acuerdo de autorregulación para proteger al menor de la telebasura, anteriormente señalado, y evitar que éste se convierta en un mero cosmético (por ejemplo, Tele 5 no ha renunciado a emitir resúmenes de “Gran Hermano” en horario protegido, y para justificarse ha dicho que serán versiones light del programa). En España hay cientos de productoras, pero al final todas tienen que pasan por el filtro de la distribución que son las grandes cadenas. En su mano está elegir el tipo de contenidos que emiten. Es falso que la calidad esté reñida con la audiencia: los buenos programas suelen tener buenas audiencias (otro asunto es que también haya muchos programas-basura que también las tengan). Tenemos un ejemplo reciente en Italia, donde “Gran Hermano” (Tele 5) tenía una audiencia de nueve millones. El canal 1 de la RAI emitió a la misma hora una serie sobre Don Bosco, un santo italiano que ayudó a los jóvenes con problemas a principios del siglo XX, y la audiencia de “Gran Hermano” bajó a 6,8 millones, mientras que “Don Bosco” tuvo un audiencia de ocho millones. Cuando hay programas de mejor calidad, la gente suele elegirlos.

Las cadenas intentan desentenderse de esta responsabilidad trasladándola a la audiencia: sostienen que emiten lo que la gente quiere ver, porque cuando la audiencia baja, retiran el programa. Los padres pueden aprovechar los cauces que proporciona la democracia para opinar, protestar y hacer valer sus criterios. Se pueden detener o modificar determinados programas mediante el rechazo social.

Las productoras –y dentro de ellas los guionistas– tienen también un papel y una responsabilidad importantísima, ya que en última instancia constituyen el primer eslabón en la cadena de la oferta.

Pero al final se constata una vez más que en la educación –como en todo arte– no hay recetas mágicas. Los padres son los primeros responsables, sin que esto exima de su responsabilidad al Estado o a los medios de comunicación, y tienen que enseñar a los hijos a poner la televisión en su sitio, para evitar que la televisión se ponga en el suyo y sea ella la que termine educando.


RECUADRO 1

Amarillismo televisivo en horario infantil

En horario infantil se emiten algunos programas tan chabacanos, que resulta difícil elegir un color para calificarlos: cambian vertiginosamente del rosa al verde, del verde al amarillo y del amarillo al marrón. Ninguna de las cadenas nacionales queda al margen. En una emisión del programa “Gente” (TVE, 20.00 h) se relata el caso de una juez que entrega a los hijos a un hombre acusado de malos tratos. La mujer maltratada participa en el programa: “Tengo marcas de cuchillo, un tímpano perforado y me decía que me iba a matar como a una perra”. En “El diario de Patricia” (Antena 3, 19.00 h) aparece llorando un hombre: “Quiero recuperar a mi ex mujer aunque esté con otro”. Ella aparece en la pantalla riéndose de sus súplicas. En “A tu lado” (Tele 5, 17.30 h) se discute sobre una supuesta amante de Francisco Rivera diciendo que “es una guarra de las que se van a la cama por dinero”.

Por desgracia, estos ejemplos no son casos aislados, sino botones de muestra de los contenidos habituales en este tipo de programas emitidos en horario de protección del menor. Son precisamente este tipo de programas los que han provocado una reacción por parte del Defensor del Menor para garantizar “unos mínimos” en el horario protegido.


RECUADRO 2

Algunas sugerencias para educar en el uso de la TV

A continuación se recogen algunas sugerencias que pueden ayudar a los padres a educar en el uso de la televisión, que es, tan sólo, un aspecto más de la educación de los hijos. No se pretende que sean recetas o fórmulas mágicas Hay que tener presente que, a veces, educar es enseñar a ir contracorriente. Entre otras sugerencias, cabe enumerar:

1. Establecer una programación de TV familiar.

—Acostumbrar a los hijos a que la TV no se enciende “para ver qué echan”, sino para ver programas concretos.
—Para informarse de la programación puede ser útil acudir a publicaciones con buen criterio (Pantalla 90, Aceprensa, Mundo Cristiano, Arvo, boletines de Asociaciones de Telespectadores, etc.).
—En algunas familias ha resultado útil “pactar” con los hijos el número de horas a la semana que dedicarán a ver la TV (incluyendo en el mismo pacto películas en vídeo, vídeojuegos, etc.). El número adecuado de horas dependerá de la edad de los hijos y del propio criterio de los padres. (Por ejemplo, diez horas semanales puede parecer bastante, pero al final esto se reduce a dos películas, un partido de fútbol y un capítulo de una serie). Cuando se empieza este sistema, es frecuente que los padres se den cuenta de que en su casa se veían más horas semanales de TV de las que se imaginaban.
—Además de “pactar” el número de horas semanales de TV, es bueno fijar con los hijos los programas que quieren ver, y estar pendientes de la elección que hacen de los mismos.

2. Tener el aparato de TV sólo en la sala de estar y, en la medida de lo posible, enseñar a los hijos a no ver solos la TV.

3. Ver la TV con los hijos.

Dependiendo de la edad y de la madurez de los hijos, en alguna ocasión puede ser aconsejable ver con ellos algún programa en el que estén interesados y que a los padres no les parezca apropiado, para comentarlo y explicarles los motivos. Sin embargo, es preferible no ver estos programas con regularidad, aunque sea en compañía de los padres, por su gran capacidad “de enganche”.

4. Utilizar con frecuencia el vídeo para grabar los programas.

Algunos programas –por ejemplo, emisiones deportivas– pueden perder interés si no se ven en directo, pero en el caso de las películas, series, documentales o programas de entretenimiento apenas altera su interés verlos en otro momento. Si se graban en vídeo, esto facilita mucho la elección: se evitan los anuncios, se pueden pasar con facilidad las escenas inconvenientes, se elige el horario, etc. Requiere un poco de previsión, pero al final se ahorra mucho tiempo y uno elige realmente lo que quiere ver.



RECUADRO 3

Ver la tele como si fuera un frigorífico

por Jokin de Irala

Poco a poco va consiguiéndose más consenso sobre la necesidad de cuidar los contenidos televisivos durante el horario infantil. Los contenidos violentos en la televisión se han asociado ya en varios estudios científicos con comportamientos más violentos entre los jóvenes asiduos a verlos. Pero no solamente afectan los contenidos sino el tiempo invertido en ver la televisión. Cada vez más investigaciones relacionan el número de horas delante de la televisión con mayores prevalencias de sobrepeso y obesidad, ambos a su vez factores de riesgo para la diabetes que poco a poco está convirtiéndose en una auténtica epidemia en nuestras sociedades.

Supongo que no será sencillo que esta cuestión quede zanjada a corto plazo. Por un lado, están los intereses comerciales y la competitividad de las cadenas televisivas, así como la libertad de expresión; por otro, está el deber de los padres y autoridades de “proteger” a los menores de ciertos programas, pero no todos coincidirán en la pertinencia o el significado de esta protección en la práctica. Además, tendrían que controlarse también los anuncios porque muestran, a veces con toda su crudeza, el contenido de los programas previstos para la noche.

La gente tiene opiniones bastante homogéneas sobre programas típicamente para adultos y en horario nocturno, muchos de los cuales son llamados directamente “telebasura”. Sin embargo, ha habido y hay otros programas —como “Compañeros”, “Al salir de clase”, “Ana y los siete” o “Los Serrano”— que no se consideran “telebasura” por la población aunque no por ello estén libres de efectos negativos sobre los jóvenes.

Acaba de publicarse un estudio en la revista médica Pediatrics (Collins RL y cols. 2004;114:280) que afirma que el contenido de temas sexuales en programas televisivos es responsable del inicio más precoz de relaciones sexuales en adolescentes. Lo interesante de este trabajo es que no se refiere únicamente a la presentación explícita de actos sexuales sino también a situaciones o conversaciones que tratan con ligereza la sexualidad propia o ajena o a descripciones de planes para tener relaciones sexuales.
Un ejemplo de este tipo de contenidos es la escena de “Los Serrano” donde un padre felicita alegremente a su hijo adolescente después de haber conseguido, “por fin”, su primera experiencia sexual.

Se ha comprobado que el 64% de los programas contenía este tipo de conversaciones o situaciones sexuales no explícitas; una media de 4,4 situaciones por hora de programación. Estos contenidos dan a los jóvenes la impresión de que la sexualidad es más central en su vida que lo que debiera ser en realidad.

Por otra parte, altera su opinión sobre las posibles consecuencias de tener una relación sexual porque no dan la debida importancia a la conveniencia de retrasar sus relaciones sexuales. Las series no suelen relacionar la sexualidad temprana con consecuencias negativas frecuentes como la decepción afectiva ante una experiencia precoz que no progresa hacia una relación estable o por alguien que no está preparado psicológicamente para asumir sus consecuencias. Tampoco hacen hincapié sobre los embarazos en adolescentes, las consecuencias del aborto, las enfermedades de transmisión sexual (ETS) e incluso sobre los fallos de los preservativos. Los autores del trabajo llaman la atención sobre la irrealidad de lo proyectado por muchas series.

En un estudio español se señalaba que entre las razones aducidas por los jóvenes para solicitar la píldora del día después, el 79,6% lo hacía por ruptura o deslizamiento del preservativo. En el estudio de Pediatrics se afirma que, si bien 1 de cada 4 adolescentes sexualmente activos acaba teniendo una ETS, el 85% de las series no habla de los citados problemas y, cuando lo hacen, no lo tratan con suficiente insistencia o intensidad. Desde el punto de vista de la Salud Pública la sexualidad en la adolescencia se debería desaconsejar porque el inicio precoz de relaciones sexuales se asocia invariablemente con un mayor número total de parejas sexuales y, en consecuencia, con una mayor probabilidad de ETS y de embarazos.

La solución a este problema es compleja. Algunos optarían quizá por eliminar la televisión en sus hogares pero esto probablemente no sería la mejor de las soluciones ni la más educativa para los hijos según las edades. Parece lógico que parte de la solución pase por una más óptima utilización de la televisión. En teoría, deberíamos utilizar la televisión como si fuera un frigorífico: uno no abre automáticamente el frigorífico nada más entrar en casa sino cuando se necesita. Así, deberíamos encender la televisión puntualmente cuando hay un programa que realmente merezca la pena, en vez de tener el reflejo automático de encenderlo para contar con su “ruido de fondo”.

Pero después de un día duro de trabajo, muchos encuentran relajante ver la televisión porque, a diferencia de leer un libro, no exige por nuestra parte más que nuestra presencia pasiva. Esta pasividad sin esfuerzo es lo que hace atractiva la televisión a nuestros jóvenes. Cuando son pequeños, es recomendable educarlos para que no echen tanto en falta la televisión. Se puede establecer la costumbre de no ver la tele entre semana para leer, pintar o hacer cualquier otra cosa en su lugar. Como toda dependencia, la de la tele se debe prevenir desde edades tempranas y con el ejemplo del esfuerzo personal. A veces, no nos resistimos a la tele porque nos sirve de “canguro” y la alternativa sería tener a los hijos peleándose o pintando en las paredes. Otras veces, cuando ambos padres trabajan fuera de casa, la tele puede resultar socorrida o es la única solución percibida por ellos. El problema es que este “canguro” puede moldear a nuestros hijos en una dirección totalmente contraria a la que deseamos para ellos y que podemos lamentar con el tiempo.

Los padres también podemos utilizar los cauces de la democracia para opinar, protestar y hacer valer nuestros criterios de tal manera que los medios de comunicación y las autoridades cuenten también con nosotros a la hora de realizar y regular estos programas. Se puede detener o modificar determinados programas mediante la influencia y el rechazo social. Si nuestros hijos ya son adolescentes, no deberíamos renunciar a opinar y contrarrestar ciertos mensajes que ven. Aprovechemos el problema como una oportunidad educativa. Compartamos con ellos nuestros criterios sobre lo que ven. Aunque aparentemente esto no les importe mucho, la educación en libertad significa, de hecho, darles opciones razonadas para que puedan escoger entre el criterio de los medios de comunicación y el de sus padres.

Los padres difícilmente sabríamos aprovechar estas oportunidades educativas que se nos brindan sin que previamente tengamos claros nuestros propios criterios y prioridades. Difícilmente se puede transmitir lo que uno no ha asumido libre y conscientemente. Esto es lo que aportan muchas asociaciones educativas y familiares. Nos ayudan a los padres a “reciclarnos” con asiduidad para poder dar respuestas actualizadas a los retos educativos que se nos plantean. Los cursos de educación familiar o del tipo “escuela de padres” que se organizan en colegios o que patrocinan algunos ayuntamientos sirven precisamente para poner al día nuestras capacidades y conocimientos, aprender de la experiencia de otros y compartir con ellos nuestras preocupaciones y éxitos educativos. La formación continuada como padres se convierte así en un reto personal que enriquece a nuestros hijos, a nosotros mismos y a otros padres.

LA APLICACIÓN DEL VATICANO II POR JUAN PABLO II

[Juan Pablo II ha puesto por obra, durante su Pontificado, lo que el Concilio Vaticano II había encargado de forma expresa: la reforma del Código de Derecho Canónico, la edición de la Neovulgata, la edición del Catecismo de la Iglesia Católica..., por señalar sólo algunos ejemplos. Dice el autor de este artículo que, además de esas tareas específicamente señaladas, "sus actividades han ido mucho más allá de lo que el concilio preveía. Al servicio de la Iglesia, del hombre y del mundo, Juan Pablo II ha emprendido viajes extenuantes, se ha expuesto a la luz pública, ha experimentado en su propia carne la violencia, y ha gastado su vida hasta límites impensables." Hemos contemplado realmente, día a día, cuando estaba lleno de vigor o en su enfermedad, "el ejemplo vivo de quien por amor a Cristo y a su Iglesia, por amor al hombre, ha marcado hondamente el surco que el Espíritu Santo abrió con el Concilio Vaticano II". Publicado en Alba, 3-IV-2005.]

#140 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por César Izquierdo, Director del Departamento de Teología Dogmática de la Universidad de Navarra

___________________________

La inauguración del pontificado de Juan Pablo II tuvo lugar el 22 de octubre de 1978. Unos días después -el 9 de noviembre- el nuevo Pontífice recibió a un grupo de Obispos de Estados Unidos que habían llegado a Roma en visita ad limina. En la alocución que les dirigió, entre otras cosas, afirmó: "Bajo la protección de María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, deseo dedicar mi pontificado a la auténtica y continua aplicación del Concilio Vaticano II, bajo la acción del Espíritu Santo".

Una declaración de intenciones tan neta y tan temprana encontró una confirmación más solemne en la primera encíclica que publicó -Redemptor hominis (4.III.1979)- en la que reconoce entrar en la rica herencia de los recientes pontificados, de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I. Esta herencia "está vigorosamente enraizada en la conciencia de la Iglesia de un modo totalmente nuevo, jamás conocido anteriormente, gracias al Concilio Vaticano II".

Las intenciones de Juan Pablo II respecto a la aplicación del Vaticano II eran, pues, claras. En realidad, podía considerar con justicia que el concilio era algo suyo, en el sentido de que, siendo todavía joven obispo, contribuyó con su trabajo y sus propuestas, fruto de su particular experiencia de pastor y de su conocimiento de filósofo y teólogo, a la elaboración de los textos conciliares, particularmente de la Constitución pastoral Gaudium et spes. Poco después de terminado el Vaticano II, el Arzobispo Wojtyla publicó (1972) el libro La renovación en sus fuentes. Sobre la aplicación del Concilio Vaticano II (la traducción española apareció en 1982).

La aplicación del Concilio, sin embargo, no era una tarea tan sencilla como pudiera parecer a un observador inexperto. Desde su final, en 1965, hasta el inicio del pontificado de Juan Pablo II habían pasado trece años que se pueden calificar sin exageración como muy difíciles para la Iglesia. Los lamentos de Pablo VI en diversas ocasiones sobre la "autodestrucción" de la Iglesia podrían ser ilustrados con múltiples fenómenos que durante esos años de post-Concilio conocieron un desarrollo amenazante para la Iglesia. Por ello, un Juan Pablo II dispuesto a hacer de la aplicación del concilio la tarea de su pontificado, se veía en la necesidad de discernir rigurosamente lo que era aplicación auténtica del Concilio de lo que había sido más bien un pretexto para acciones y procesos que tenían más de fosa que de construcción de la deseada renovación.

¿Qué había pasado en los años inmediatamente posteriores al Vaticano II? No creo que sea posible todavía una visión completa de los sucesos de esos años, con sus causas y efectos; quizá haya que esperar un tiempo para contar con la necesaria perspectiva. De un modo general, sin embargo, se puede afirmar que el fenómeno de confusión que existía en la Iglesia tenía sus raíces en que todo era presentado como consecuencia del Concilio, tanto si se trataba de auténtica renovación como de iniciativas disgregadoras. Claro está, no toda apelación al concilio se podía justificar de igual manera, porque los textos conciliares eran claros. Por ello pronto se comenzó a distinguir entre la letra del Concilio y el espíritu conciliar. La distinción entre letra y espíritu -que tiene su origen en el pensamiento idealista- aplicada al Vaticano II fue la justificación universal de cualquier aventura en la Iglesia de los años 70. Analicemos brevemente la cuestión.

El "espíritu del Concilio" o "espíritu conciliar" era la instancia de apelación de todos los que consideraban que la "letra" del Vaticano II debía ser interpretada más que como punto de llegada, como punto de partida. En efecto, los documentos del Concilio eran como una puerta que, hacia fuera, daba acceso a una nueva relación con el mundo, y hacia dentro a una nueva comprensión de la Iglesia y a una resituación de los ministerios, carismas y servicios. El término que aparece una y otra vez en este contexto es "nuevo". La pura novedad era identificada en muchos casos, sin más, con la renovación, lo cual conducía a un planteamiento "progresista" en el sentido de estar permanentemente remitidos al futuro entendido en muchos casos de forma utópica o escatológico-histórico. Premisa y consecuencia de esta visión de las cosas era que nada podía considerarse como adquirido o permanente. La experimentación a todos los niveles, -especialmente a nivel litúrgico y en la formación de la juventud, de los candidatos al sacerdocio y de los religiosos- era el nuevo paradigma de la acción en la Iglesia.

Los modos de reaccionar ante la nueva situación fueron muy variados. Uno de ellos fue el movimiento -más fácil de identificar como fenómeno- tradicionalista de Mons. Lefebvre y otros, que, sin saberlo, compartían de hecho con los anteriores la contraposición entre lo tradicional o recibido y lo nuevo. Frente a quienes planteaban una continua superación de lo válido hasta entonces, los tradicionalistas se aferraban a lo "tradicional" que acabó siendo erigido en criterio último de verdad de fe. Inevitablemente el sentido de tradición que manejaban y que pretendían que era el único auténtico, distorsionaba la genuina tradición de la Iglesia y se volvía destructora de la misma Iglesia.

En ese contexto debía Juan Pablo II impulsar la auténtica aplicación del Vaticano II. Para ello, y frente a interpretaciones ideológicamente sesgadas del concilio, puso un fundamento que evitaba por superación las trampas a que esas interpretaciones conducían. La renovación consistía, más que en hacer cosas, en profundizar en el misterio cristiano. El fundamento de la renovación estaba en Jesucristo, y en el hombre a quien Cristo revela lo que es el mismo hombre: Cristo y el hombre, indisolublemente unidos. Muy pronto comenzó Juan Pablo II a citar -y después lo ha hecho en centenares de ocasiones- unas palabras centrales de la constitución Gaudium et spes (n. 22): "El misterio del hombre sólo se ilumina en el misterio del Verbo encarnado". La centralidad de Cristo, y en Cristo, del hombre ha sido el desencadenante de la verdadera revolución operada por Juan Pablo II en la Iglesia y en el mundo durante estos más de 25 años de pontificado.

En la citada encíclica Redemptor hominis -encíclica programática como toda primera encíclica de los Papas, pero en el caso de Juan Pablo II, encíclica nada convencional- Juan Pablo II trazó las líneas maestras de su pontificado: el esfuerzo por acercar a todos los hombres a Cristo, el ecumenismo, la necesidad de potenciar la dimensión moral del progreso y la defensa de los derechos humanos. Esas tareas que debía afrontar la Iglesia para entrar en el nuevo milenio tenían su fundamento en la afirmación expresada al inicio de la carta: "El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia".

Llamada universal a la santidad, búsqueda de la unidad de la Iglesia, la dimensión moral de la existencia y de las sociedades a través de un auténtico progreso humano y de la defensa de los derechos humanos: esos objetivos, que el Papa iría especificando progresivamente en sus primeros años de pontificado, corresponden exactamente con enseñanzas claves del Vaticano II, especialmente con las contenidas en Lumen gentium, Gaudium et spes, Unitatis redintegratio. La sucesión de los hechos le llevó pronto a especificar más aún su programa, y así pronto comenzaron una serie de iniciativas en diversos ámbitos (diálogo inter-religioso, preocupación por la familia, por la educación, por la cultura, por la formación cristiana y teológica, y tantos otros) que exigieron en muchos casos cambios que se trazaban a partir de un conocimiento sereno de las necesidades y de los principios que debían inspirarlos.

He aludido antes críticamente a un pretendido "espíritu del Vaticano II", que en muchos casos no era sino una excusa para activades anárquicas en la Iglesia. No se puede, en todo caso, negar la existencia de un espíritu del concilio, no contrapuesto a la "letra" sino como sintonía interior, como fuente de inspiración que lleva a situar las enseñanzas del Concilio, con toda su validez, en un contexto histórico determinado, en parte distinto a aquel en que surgieron los textos. El espíritu del Concilio es el que fraguó en los textos conciliares, pero no se agotó en ellos. En último término es preciso transferir el significado del espíritu al Espíritu Santo que anima a la Iglesia y la hace vivir en un continuo "hoy" tanto de la comprensión como de la gracia.

Juan Pablo II ha hecho patente el verdadero espíritu del Concilio. A partir de una profunda comprensión del ministerio petrino, del servicio de la primacía en la Iglesia, ha gozado de una libertad de espíritu que se ha transformado en audacia, sin dejar de ser prudente; en magisterio en su sentido más amplio, y al mismo tiempo en escucha; en iluminador de las grandes cuestiones de la civilización, y al mismo tiempo en cercanía a las personas; en valientes gestos proféticos junto a la fidelidad los elementos comunes que alimentan la vida cristiana. Por esa gigantesca libertad de espíritu es por la que resulta de un simplismo aterrador el cliché común, que parece formar parte de los libros de estilo de algunos medios de comunicación, según el cual el Papa es "conservador en lo dogmático y moral, y avanzado y hasta progresista en lo social". Sólo desde una tremenda lejanía interior respecto al personaje puede decirse algo semejante.

La libertad interior de Juan Pablo II, ajena a toda hipoteca de sistemas o de estrategias, es la que brilla admirablemente en esa otra aplicación del Vaticano II que consiste en unos casos en una demanda de fidelidad, y en otros en la apertura a iniciativas inéditas hasta ahora y a formas nuevas de plantear la vida cristiana, porque en esa apertura se ve un don de Dios y un enriquecimiento de la Iglesia. En esa tarea se ha encontrado con resistencias de parte de personas que, atadas a concepciones demasiado "tradicionales" de las estructuras eclesiales y con dificultad para comprender las nuevas formas de apostolado cristiano, se limitan a aceptar resignadamente fenómenos que no acaban de encajar en sus esquemas.

La abundantísima enseñanza de Juan Pablo II sobre el ministerio sacerdotal y episcopal, sobre la vida religiosa, sobre la organización interna de la Iglesia, sobre la liturgia, sobre la familia y la vida -cuestiones tan intensamente cercanas al Pontífice, sobre las que no tardará de verse con meridiana claridad el carácter verdaderamente profético de su enseñanza- sobre la relación entre fe, pensamiento y cultura y tantas otras, señalan hitos en los que la enseñanza del Vaticano II ha alcanzado su madurez y desarrollo. En otros campos que podrían considerarse más hacia fuera de la Iglesia, la acción y la palabra de Juan Pablo II han supuesto asimismo un verdadero impulso. Este es el caso de su enseñanza sobre la sociedad, la actividad económica, la justicia, los empeños enérgicos por la paz, con la tenaz defensa de la libertad y de los más desfavorecidos, audaz y realista al mismo tiempo. Es asimismo el caso del ecumenismo que durante su pontificado ha dado un paso de gigante, aunque todavía no sea suficiente. Detrás de cada uno de esos temas podríamos poner el texto del Vaticano II en el que el concilio invita a afrontar los desafíos que cada uno de ellos presenta, y encontraríamos que las iniciativas del Pontífice son una interpretación práctica, adecuada y sobreabundante.

Lo que hasta ahora se lleva dicho de una forma necesariamente sumaria podría ser objeto de un desarrollo pormenorizado. La actividad de Juan Pablo II no se ha agotado en poner en práctica lo que el Vaticano II había encargado de forma específica. Eso lo ha hecho sin duda, tanto si se trata de la reforma del Código de Derecho Canónico, como de la edición de la Neovulgata, como de la aplicación de las previsiones recogidas de los textos conciliares por Pablo VI en el "motu proprio" Ecclesiae sanctae, de agosto de 1966, por poner solamente algunos ejemplos. Sus actividades han ido mucho más allá de lo que el concilio preveía. Al servicio de la Iglesia, del hombre y del mundo, Juan Pablo II ha emprendido viajes extenuantes, se ha expuesto a la luz pública, ha experimentado en su propia carne la violencia, y ha gastado su vida hasta límites impensables. Ahora, en la vejez y en la enfermedad, y más tarde, ya sin pudor, cuando la Providencia decida premiar su vida santa, contemplamos en él el ejemplo vivo de quien por amor a Cristo y a su Iglesia, por amor al hombre, ha marcado hondamente el surco que el Espíritu Santo abrió con el Concilio Vaticano II.

24 abril 2005

INAUGURACIÓN DEL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI

[A las 10 de hoy, 24 de abril, V Domingo de Pascua, el Papa Benedicto XVI presidió en la Plaza de San Pedro ante medio millón de personas la celebración eucarística con el inicio oficial de su ministerio petrino. Concelebraron 150 cardenales. A la celebración eucarística asistieron 141 delegaciones de jefes de Estado y de gobierno. Mucha gente que abarrotaba la Via della Conciliazione y las calles adyacentes siguió la ceremonia a través de pantallas gigantes. Ofrecemos a continuación el texto en español de la homilía pronunciada en italiano por el Papa durante la Santa Misa de inauguración del pontificado. La traducción es del V.I.S. (24-IV-2005)]

#139 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Su Santidad el Papa Benedicto XVI

______________________________

"Señores Cardenales, venerables Hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, distinguidas Autoridades y Miembros del Cuerpo diplomático, queridos Hermanos y Hermanas:

Por tres veces nos ha acompañado en estos días tan intensos el canto de las letanías de los santos: durante los funerales de nuestro Santo Padre Juan Pablo II; con ocasión de la entrada de los Cardenales en Cónclave, y también hoy, cuando las hemos cantado de nuevo con la invocación: Tu illum adiuva, asiste al nuevo sucesor de San Pedro. He oído este canto orante cada vez de un modo completamente singular, como un gran consuelo. ¡Cómo nos hemos sentido abandonados tras el fallecimiento de Juan Pablo II!

El Papa que durante 26 años ha sido nuestro pastor y guía en el camino a través de nuestros tiempos. Él cruzó el umbral hacia la otra vida, entrando en el misterio de Dios. Pero no dio este paso en solitario. Quien cree, nunca está solo; no lo está en la vida ni tampoco en la muerte. En aquellos momentos hemos podido invocar a los santos de todos los siglos, sus amigos, sus hermanos en la fe, sabiendo que serían el cortejo viviente que lo acompañaría en el más allá, hasta la gloria de Dios.

Nosotros sabíamos que allí se esperaba su llegada. Ahora sabemos que él está entre los suyos y se encuentra realmente en su casa. Hemos sido consolados de nuevo realizando la solemne entrada en cónclave para elegir al que el Dios había escogido. ¿Cómo podíamos reconocer su nombre? ¿Cómo 115 Obispos, procedentes de todas las culturas y países, podían encontrar a quien Dios quería otorgar la misión de atar y desatar? Una vez más, lo sabíamos; sabíamos que no estamos solos, que estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios.

Y ahora, en este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo seré capaz de llevarlo a cabo? Todo vosotros, queridos amigos, acabáis de invocar a toda la muchedumbre de los santos, representada por algunos de los grandes nombres de la historia que Dios teje con los hombres. De este modo, también en mí se reaviva esta conciencia: no estoy solo. No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza.

En efecto, a la comunidad de los santos no pertenecen sólo las grandes figuras que nos han precedido y cuyos nombres conocemos. Todo nosotros somos la comunidad de los santos; nosotros, bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; nosotros, que vivimos del don de la carne y la sangre de Cristo, por medio del cual quiere transformarnos y hacernos semejantes a sí mismo. Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días. Precisamente en los tristes días de la enfermedad y la muerte del Papa, algo se ha manifestado de modo maravilloso ante nuestros ojos: que la Iglesia está viva. Y la Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro.

La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente. En el dolor que aparecía en el rostro del Santo Padre en los días de Pascua, hemos contemplado el misterio de la pasión de Cristo y tocado al mismo tiempo sus heridas. Pero en todos estos días también hemos podido tocar, en un sentido profundo, al Resucitado. Hemos podido experimentar la alegría que él ha prometido, después de un breve tiempo de oscuridad, como fruto de su resurrección.

La Iglesia está viva: de este modo saludo con gran gozo y gratitud a todos vosotros que estáis aquí reunidos, venerables Hermanos Cardenales y Obispos, queridos sacerdotes, diáconos, agentes de pastoral y catequistas. Os saludo a vosotros, religiosos y religiosas, testigos de la presencia transfigurante de Dios. Os saludo a vosotros, fieles laicos, inmersos en el gran campo de la construcción del Reino de Dios que se expande en el mundo, en cualquier manifestación de la vida. El saludo se llena de afecto al dirigirlo también a todos los que, renacidos en el sacramento del Bautismo, aún no están en plena comunión con nosotros; y a vosotros, hermanos del pueblo hebreo, al que estamos estrechamente unidos por un gran patrimonio espiritual común, que hunde sus raíces en las irrevocables promesas de Dios. Pienso, en fin -casi como una onda que se expande- en todos los hombres de nuestro tiempo, creyente y no creyentes.

¡Queridos amigos! En este momento no necesito presentar un programa de gobierno. Algún rasgo de lo que considero mi tarea, la he podido exponer ya en mi mensaje del miércoles, 20 de abril; no faltarán otras ocasiones para hacerlo. Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia. En lugar de exponer un programa, desearía más bien intentar comentar simplemente los dos signos con los que se representa litúrgicamente el inicio del Ministerio Petrino; por lo demás, ambos signos reflejan también exactamente lo que se ha proclamado en las lecturas de hoy.

El primer signo es el palio, tejido de lana pura, que se me pone sobre los hombros. Este signo antiquísimo, que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. Ésta es también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica - quizás a veces de manera dolorosa - y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente Él, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia.

En realidad, el simbolismo del Palio es más concreto aún: la lana de cordero representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad - todos nosotros - es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto; no puede abandonar la humanidad a una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El Palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros. Se convierte así en el símbolo de la misión del pastor del que hablan la segunda lectura y el Evangelio de hoy.

La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. Por eso, los tesoros de la tierra ya no están al servicio del cultivo del jardín de Dios, en el que todos puedan vivir, sino subyugados al poder de la explotación y la destrucción.

La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: "Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas", dice Jesús de sí mismo (Jn 10, 14s.).

No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres.

Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. "Apacienta mis ovejas", dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el Santísimo Sacramento.

Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros.

El signo con el cual la liturgia de hoy representa el comienzo del Ministerio Petrino es la entrega del anillo del pescador. La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos oído en el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, "aunque eran tantos, no se rompió la red" (Jn 21, 11).

Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: "Maestro, por tu palabra echaré las redes". Se le confió entonces la misión: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5, 1.11). También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera.

Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios.

Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo.

Quisiera ahora destacar todavía una cosa: tanto en la imagen del pastor como en la del pescador, emerge de manera muy explícita la llamad a la unidad. "Tengo , además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor" (Jn 10, 16), dice Jesús al final del discurso del buen pastor. Y el relato de los 153 peces grandes termina con la gozosa constatación: "Y aunque eran tantos, no se rompió la red" (Jn 21, 11). ¡Ay de mí, Señor amado! ahora la red se ha roto, quisiéramos decir doloridos. Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad!

En este momento mi recuerdo vuelve al 22 de octubre de 1978, cuando el Papa Juan Pablo II inició su ministerio aquí en la Plaza de San Pedro. Todavía, y continuamente, resuenan en mis oídos sus palabras de entonces: "¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!" El Papa hablaba a los fuertes, a los poderosos del mundo, los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles algo de su poder, si lo hubieran dejado entrar y hubieran concedido la libertad a la fe. Sí, él ciertamente les habría quitado algo: el dominio de la corrupción, del quebrantamiento del derecho y de la arbitrariedad. Pero no les habría quitado nada de lo que pertenece a la libertad del hombre, a su dignidad, a la edificación de una sociedad justa.

Además, el Papa hablaba a todos los hombres, sobre todo a los jóvenes. ¿Acaso no tenemos todos de algún modo miedo - si dejamos entrar a Cristo totalmente dentro de nosotros, si nos abrimos totalmente a él -, miedo de que él pueda quitarnos algo de nuestra vida? ¿Acaso no tenemos miedo de renunciar a algo grande, único, que hace la vida más bella? ¿No corremos el riesgo de encontrarnos luego en la angustia y vernos privados de la libertad? Y todavía el Papa quería decir: ¡no! quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada - absolutamente nada - de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera.

Así, hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida. Amén".

21 abril 2005

CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI CON LOS CARDENALES

[El nuevo Papa Benedicto XVI ha concelebrado ayer, 20 de abril, a las 9 de la mañana, su primera Misa como Romano Pontífice, rodeado de los 114 Cardenales que participaron junto a él en las votaciones del Cónclave. El marco fue la Capilla Sixtina y portaba la cruz de Juan Pablo II, como símbolo de continuidad. Al término de la Santa Misa, el Santo Padre dirigió su primer mensaje, pronunciado en latín, que duró alrededor de media hora. Se incluye aquí la traducción española publicada en Analisis Digital y al final la versión original en latín, con las referencias bibliográficas, publicada en el Bollettino-Sala Stampa della Santa Sede (20-IV-2005).]

#138 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Su Santidad el Papa Benedicto XVI
________________________

1. Gracias y paz en abundancia para vosotros! En mi alma conviven en estas horas dos sentimientos contrastantes. Por una parte, un sentido de inadecuación y de turbación humana por la responsabilidad que me han confiado ayer de cara a la Iglesia universal, como sucesor del apóstol Pedro en esta sede de Roma. Por otra parte, siento viva en mí una gratitud profunda a Dios que, como nos hace cantar la liturgia, no abandona su rebaño, sino que lo conduce a través de los tiempos bajo la guía de aquellos que El mismo ha elegido vicarios de su Hijo y ha constituido pastores.

Queridísimos, este agradecimiento íntimo por un don de la misericordia divina prevalece en mi corazón a pesar de todo. Y considero este hecho una gracia especial que me ha concedido mi venerado predecesor Juan Pablo II. Me parece sentir su mano fuerte que estrecha la mía, me parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras, dirigidas, en este momento, particularmente a mí: "¡No tengas miedo!".

La muerte del Santo Padre Juan Pablo II y los días siguientes, han sido para la Iglesia y para el mundo entero un tiempo extraordinario de gracia. El gran dolor por su desaparición y el sentido de vacío que ha dejado en todos se han templado con la acción de Cristo resucitado, que se ha manifestado durante largos días en la oleada coral de fe, de amor y de solidaridad espiritual, culminada en sus exequias solemnes.

Podemos decirlo: los funerales de Juan Pablo II han sido una experiencia verdaderamente extraordinaria en la que se ha percibido de alguna forma la potencia de Dios que, a través de su Iglesia, quiere formar con todos los pueblos una gran familia, mediante la fuerza unificadora de la Verdad y del Amor. En la hora de la muerte, conformado con su Maestro y Señor, Juan Pablo II coronó su largo y fecundo pontificado, confirmando en la fe al pueblo cristiano, reuniéndolo en torno a sí y haciendo sentirse más unida a la entera familia humana. ¿Cómo no sentirse sostenidos por este testimonio? ¿Cómo no advertir el aliento que procede de este acontecimiento de gracia?

2. Sorprendiendo toda previsión mía, la Providencia divina, a través del voto de los venerados padres cardenales, me ha llamado a suceder a este gran Papa. Vuelvo a pensar en estas horas en lo que sucedió en la región de Cesarea de Filipo hace dos mil años. Me parece escuchar las palabras de Pedro:"Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" y la solemne afirmación del Señor: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...) Te daré las llaves del reino de los cielos".

¡Tu eres Cristo! ¡Tu eres Pedro! Me parece revivir la misma escena evangélica; yo, sucesor de Pedro, repito con trepidación las palabras trepidantes del pescador de Galilea y vuelvo a escuchar con emoción íntima la consoladora promesa del divino Maestro. Si es enorme el peso de la responsabilidad que cae sobre mis pobres hombros, es ciertamente desmesurada la potencia divina sobre la que puedo contar: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Al elegirme como obispo de Roma, el Señor me ha querido vicario suyo, me ha querido "piedra" en la que todos puedan apoyarse con seguridad. A El pido que supla a la pobreza de mis fuerzas, para que sea valiente y fiel pastor de su rebaño, siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo.

Me dispongo a emprender este ministerio peculiar, el ministerio "petrino" al servicio de la Iglesia universal, con humilde abandono en las manos de la Providencia de Dios. Es a Cristo en primer lugar a quien renuevo mi adhesión total y confiada: "In Te, Domine, speravi; non confundar in aeternum!".

A vosotros, señores cardenales, con ánimo grato por la confianza que me habéis demostrado, os pido que me sostengáis con la oración y con la colaboración, constante, sapiente y activa. Pido también a todos los hermanos en el episcopado que estén a mi lado con la oración y con el consejo, para que pueda ser verdaderamente el "Servus Servorum Dei". Como Pedro y los otros apóstoles constituyeron por voluntad del Señor un único colegio apostólico, del mismo modo el sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los apóstoles -el Concilio lo ha reafirmado con fuerza- deben estar estrechamente unidos entre ellos. Esta comunión colegial, si bien en la diversidad de oficios y de funciones del Romano Pontífice y de los obispos, está al servicio de la Iglesia y de la unidad de la fe, de la que depende de manera notable la eficacia de la acción evangelizadora en el mundo contemporáneo. Por lo tanto, sobre este sendero en que han avanzado mis venerados predecesores, quiero proseguir preocupado únicamente de proclamar al mundo entero la presencia viva de Cristo.

3. Frente a mí está, en particular, el testimonio de Juan Pablo II. El deja una Iglesia más valiente, más libre, más joven. Una Iglesia que, según su enseñanza y su ejemplo, mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro. Con el Gran Jubileo se ha introducido en el nuevo milenio, llevando en las manos el Evangelio, aplicado al mundo actual a través de la autorizada re-lectura del Concilio Vaticano II. Justamente el Papa Juan Pablo II indicó ese concilio como "brújula" con la que orientarse en el vasto océano del tercer milenio. También en su testamento espiritual escribía: "Estoy convencido de que las nuevas generaciones podrán servirse todavía durante mucho tiempo de las riquezas proporcionadas por este Concilio del siglo XX".

Por lo tanto, yo también, cuando me preparo al servicio que es propio del sucesor de Pedro, quiero reafirmar con fuerza la voluntad decidida de proseguir en el compromiso de realización del Concilio Vaticano II, siguiendo a mis predecesores y en continuidad fiel con la tradición bimilenaria de la Iglesia. Este año cae el 40 aniversario de la conclusión de la asamblea conciliar (8 de diciembre de 1965). Con el pasar de los años los documentos conciliares no han perdido actualidad; por el contrario, sus enseñanzas se revelan particularmente pertinentes en relación con las nuevas instancias de la Iglesia y de la sociedad actual globalizada.

4. De manera muy significativa, mi pontificado se inicia mientras la Iglesia vive el año especial dedicado a la Eucaristía. ¿Cómo no ver en esta coincidencia providencial un elemento que debe caracterizar el ministerio al que estoy llamado? La Eucaristía, corazón de la vida cristiana y fuente de la misión evangelizadora de la Iglesia, no puede dejar de constituir el centro permanente y la fuente del ministerio petrino que Nos ha sido confiado.

La Eucaristía hace presente constantemente a Cristo resucitado, que sigue entregándose a nosotros, llamándonos a participar en la mesa de su Cuerpo y su Sangre. De la comunión plena con El, brota cada uno de los elementos de la vida de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre todos los fieles, el compromiso de anuncio y testimonio del Evangelio, el ardor de la caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños.

En este año, por lo tanto, se tendrá que celebrar con relieve particular la solemnidad del Corpus Christi. La Eucaristía constituirá el centro de la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia y en octubre, de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, cuyo tema será: "La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y la misión de la Iglesia".

Pido a todos que intensifiquen en los próximos meses el amor y la devoción a Jesús Eucaristía y que expresen con valentía y claridad la fe en la presencia real del Señor, sobre todo mediante la solemnidad y la dignidad de las celebraciones.

Lo pido de modo especial a los sacerdotes, en los que pienso en este momento con gran afecto. El sacerdocio ministerial nació en el Cenáculo, junto con la Eucaristía, como tantas veces subrayó mi venerado predecesor Juan Pablo II. "La existencia sacerdotal ha de tener, por un título especial, 'forma eucarística', escribió en su última carta para el Jueves Santo. A este fin contribuye sobre todo la devota celebración cotidiana de la Santa Misa, centro de la vida y de la misión del cada sacerdote.

5. Alimentados y sostenidos por la Eucaristía, los católicos no pueden dejar de sentirse estimulados a tender a aquella plena unidad que Cristo deseó ardientemente en el Cenáculo. El Sucesor de Pedro sabe que tiene que hacerse cargo de modo muy particular de este supremo deseo del Maestro divino. A El se le ha confiado la tarea de confirmar a los hermanos.

Plenamente consciente, por tanto, al inicio de su ministerio en la Iglesia de Roma que Pedro ha regado con su sangre, su actual sucesor asume como compromiso prioritario de trabajar sin ahorrar energías en la reconstitución de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo. Esta es su ambición, este es su acuciante deber. Es consciente de que para ello no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Son precisos gestos concretos que entren en los ánimos y remuevan las conciencias, llevando a cada uno a aquella conversión interior que es el presupuesto de todo progreso en el camino del ecumenismo.

El diálogo teológico es necesario. También es indispensable profundizar en la motivaciones históricas de decisiones tomadas en el pasado. Pero lo que más urge es aquella "purificación de la memoria", tantas veces evocada por Juan Pablo II, que únicamente puede preparar los ánimos a acoger la plena verdad de Cristo. Cada uno debe presentarse ante Dios, Juez supremo de todo ser vivo, consciente del deber de rendirle cuentas un día de lo que ha hecho o no ha hecho por el gran bien de la unidad plena y visible de todos sus discípulos.

El actual Sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esta pregunta y está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la fundamental causa del ecumenismo. Siguiendo a sus predecesores, está plenamente determinado a cultivar todas las iniciativas que puedan ser oportunas para promover los contactos y el entendimiento con los representantes de las diversas iglesias y comunidades eclesiales. A ellos, envía también en esta ocasión, el saludo más cordial en Cristo, único Señor de todos.

6. Vuelvo con la memoria en este momento a la inolvidable experiencia que hemos vivido todos con ocasión de la muerte y del funeral por el llorado Juan Pablo II. Junto a sus restos mortales, colocados en la tierra, se recogieron los jefes de las naciones, personas de todas las clases sociales, y especialmente jóvenes, en un inolvidable abrazo de afecto y admiración. El mundo entero clavó su mirada en él con confianza. A muchos les pareció que aquella intensa participación, amplificada hasta los confines del planeta por los medios de comunicación social, fuese como una petición común de ayuda dirigida al Papa por parte de la humanidad, que turbada por incertidumbres y temores, se interroga sobre su futuro.

La Iglesia de hoy debe reavivar en sí misma la conciencia de la tarea de volver a proponer al mundo la voz de Aquel que ha dicho: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Al emprender su ministerio, el nuevo Papa sabe que su deber es hacer que resplandezca ante los hombres y mujeres de hoy la luz de Cristo: no la propia luz, sino la de Cristo.

Con esta conciencia me dirijo a todos, también a aquellos que siguen otras religiones o que simplemente buscan una respuesta a las preguntas fundamentales de la existencia y todavía no la han encontrado. Me dirijo a todos con sencillez y afecto, para asegurar que la Iglesia quiere seguir manteniendo con ellos un diálogo abierto y sincero, la búsqueda del verdadero bien del ser humano y de la sociedad.

Invoco de Dios la unidad y la paz para la familia humana y declaro la disponibilidad de todos los católicos a cooperar en un auténtico desarrollo social, respetuoso de la dignidad de todos los seres humanos.

No ahorraré esfuerzos y sacrificio para proseguir el prometedor diálogo iniciado por mis venerados predecesores, con las diversas civilizaciones, para que de la comprensión recíproca nazcan las condiciones para un futuro mejor para todos.

Pienso en particular en los jóvenes. A ellos, interlocutores privilegiados del Papa Juan Pablo II, dirijo mi afectuoso abrazo en espera -si Dios quiere-, de encontrarles en Colonia, con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Queridos jóvenes, futuro y esperanza de la Iglesia y de la humanidad, seguiré dialogando y escuchando vuestras esperanzas para ayudaros a encontrar cada vez con mayor profundidad a Cristo viviente, el eternamente joven.

7. Mane nobiscum, Domine! ¡Señor, quédate con nosotros! Esta invocación, que es el tema dominante de la carta apostólica de Juan Pablo II para el Año de la Eucaristía, es la oración que brota de modo espontáneo de mi corazón, mientras me dispongo a iniciar el ministerio al que me ha llamado Cristo. Como Pedro, también yo renuevo a Dios mi promesa de fidelidad incondicional. Quiero servir solo a El, dedicándome totalmente al servicio de su Iglesia.

Invoco la materna intercesión de María Santísima para que sostenga esta promesa. En sus manos pongo el presente y el futuro de mi persona y de la Iglesia. Que intercedan también los santos apóstoles Pedro y Pablo y todos los santos.

Con estos sentimientos imparto a vosotros, venerados hermanos cardenales, a quienes participan en este rito y a cuantos lo siguen mediante la radio y la televisión una especial y afectuosa bendición.

________________________

(versión original en latín)

Venerabiles Fratres Nostri,dilectissimi Fratres ac Sorores in Christo,vos universi homines bonae voluntatis!

1. Gratia copiosa et pax vobis! (cfr 1 Pt 1,2). Duo animum Nostrum discordes sensus hoc tempore una simul subeunt. Nam ex una parte humano turbamento perfundimur et impares Nos sentimus officio hesterno die Nobis commisso, Successoribus scilicet Petri Apostoli hac in Romana Sede, coram universali Ecclesia. Ex altera autem parte magnopere animum gratum esse Deo patefaciendum animadvertimus, qui - sicut in sacra liturgia canimus - gregem suum non deserit sed eundem per temporum vices ducit, iis agentibus quos ipse Filii sui vicarios elegit constituitque pastores (cfr Praefatio I de Apostolis).


Dilectissimi, intimus animi grati sensus propter divinae misericordiae donum in corde Nostro praeter omnia antistat. Et id arbitramur gratiam esse peculiarem, quam Decessor Noster, recolendae memoriae, Ioannes Paulus Secundus Nobis tribuit. Eius videmur firmam persentire manum, quae Nostram perstringit; subridentes Nobis videmur eius oculos contueri eiusque verba audire, Nobis peculiari hoc momento destinata: "Noli timere!".

Summi Pontificis Ioannis Pauli Secundi obitus, et subsequentes dies, pro Ecclesia mundoque insigne fuerunt gratiae tempus. Magnus dolor ob eius excessum et vacui sensus in omnibus relictus Christi resuscitati opera extenuantur, quae per concordem fidei, amoris et spiritalis solidarietatis effusionem, exsequiarum sollemnium attingentis fastigium, diuturno hoc tempore est patefacta.
Id quidem dicere possumus: Ioannis Pauli Secundi funus experientia fuit revera unica ubi quodammodo potentiae Dei percepta est per ipsius Ecclesiam quae cunctos populos magnam familiam efficere vult, per coniungentem virtutem Veritatis atque Amoris (cfr Lumen Gentium, 1). Mortis hora, suo Magistro Dominoque figuratus, Ioannes Paulus Secundus suum diuturnum frugiferumque Pontificatum extulit, in fide christianum populum confirmans, eundem circum se congregans atque efficiens ut universa hominum familia coniunctiorem se esse sentiret.

Nonne hac testificatione Nos sustentari sentimus? Nonne incitamentum, quod ex eventu hoc manat, animadvertimus?

2. Omnem Nostram praeveniens exspectationem, Providentia divina per Venerabilium Patrum Cardinalium suffragia Nos, ut huic magno Pontifici succederemus, vocavit. Hoc tempore mentem Nostram ad id convertimus quod abhinc duo milia annorum in partibus accidit Caesareae Philippi. Petri verba audire videmur: "Tu es Christus, Filius Dei vivi" itemque Domini sollemnem confirmationem: "Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam ... Tibi dabo claves regni caelorum" (Mt 16, 15-19).

Tu es Christus! Tu es Petrus! Eandem evangelicam scaenam rursus experiri videmur; Nos Petri Successores, trepidantes Galilaeae piscatoris trepidantia verba iteramus atque intima quadam animi affectione roborantem divini Magistri promissionem rursus audimus. Si permagnum est muneris onus, quod debilibus umeris Nostris imponitur, procul dubio immensa est divina potentia qua inniti possumus: "Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam" (Mt 16,18). Romae Episcopum Nos eligens, suum Vicarium Nos voluit Dominus, "petram" Nos voluit, in qua securi omnes sistere possint. Eum nimirum rogamus ut Nostrarum virium egestati subveniat, ut animosi simus et fideles eius gregis Pastores, usque Spiritui inspiranti obsequentes.

Hoc peculiare ministerium sumus ingressuri, ministerium scilicet ‘petrinum’, universali Ecclesiae destinatum, humiliter Dei Providentiae manibus Nos permittentes. Ante omnia Christo Nostram totam fidentemque adhaesionem renovamus: "In Te, Domine, speravi; non confundar in aeternum!".

Ex vobis, Venerabiles Cardinales Fratres, grato animo ob Nobis significatam fiduciam quaerimus ut Nos precatione necnon constanti, actuosa prudentique cooperatione sustentetis. Ab omnibus quoque in Episcopatu Fratribus flagitamus ut precatione et consilio Nobis adsint, ut Servus servorum Dei vere simus. Quemadmodum Petrus ceterique Apostoli Domini voluntate unum efformarunt Collegium apostolicum, eodem quidem modo Petri Successor et Episcopi, Apostolorum successores, - id Concilium firmiter confirmavit (cfr Lumen gentium, 22) -, inter se arte coniuncti esse debent. Collegialis haec communio, licet diversa sint munera officiaque Romani Pontificis et Episcoporum, Ecclesiae et unitati in fide omnium credentium inservit, unde maximam partem pendet in huius temporis mundo evangelizationis operae efficacitas. Hanc eandem semitam, in qua Venerabiles Decessores Nostri ambularunt, calcare quoque Nos volumus, universo mundo praesentiae vivae Christi de proclamatione tantummodo solliciti.

3. Nostros ante oculos Ioannis Pauli Secundi Pontificis potissimum obversatur testimonium. Animosiorem, liberiorem iunioremque Ecclesiam relinquit, Ecclesiam scilicet quandam quae, ad eiusdem doctrinam et exemplum, tranquille praeteritum tempus contuetur quaeque futurum aevum haud timet. Per Magnum Iubilaeum ea in novum est ingressa millennium gerens manibus suis Evangelium directum ad hodiernum orbem per iteratam lectionem magna cum auctoritate Concilii Vaticani Secundi. Iustissima quidem de causa Pontifex Ioannes Paulus Secundus Ecclesiae in Concilio illo demonstravit indicem seu ut dicitur quasi "nauticam pyxidem", qua in vasto mari tertii millennii dirigeretur (cfr Litt. Ap. Novo millennio ineunte, 57-58). In suo spiritali quoque Testamento scripsit: "Persuasum mihi habeo advenientes homines diutius etiam quaedam sumpturos ex divitiis illis quas hoc Concilium saeculi vicesimi nobis est elargitum" (17.III.200).

Nos quoque propterea munus ingredientes quod est proprium Successoris Petri, firmam certamque voluntatem declarare volumus Concilii Vaticani Secundi continuandi exsecutionem, Praegredientibus Decessoribus Nostris, atque in fideli perpetuitate duorum milium annorum Ecclesiae traditionis. Hoc ipso anno conciliaris congressionis conclusae recoletur memoria anniversaria quadragesima (die octavo mensis Decembris anno millesimo nongentesimo sexagesimo quinto). Annorum decursu Concilii Documenta hodierni temporis haud amiserunt vim; immo eorum doctrina pro novis Ecclesiae praesentisque societatis globalizatae, ut aiunt, postulationibus admodum evadit apta.

4. Quadam cum significatione Noster Pontificatus incohatur, dum peculiarem Annum Eucharistiae dicatum vivit Ecclesia. Nonne provida in haec temporum convenientia indicium quoddam est percipiendum, quod ministerium notare debet cui sumus vocati? Eucharistia, vitae christianae cor ac Ecclesiae evangelizantis fons, necessario permanentem mediamque partem constituit et fontem petrini ministerii, Nobis commissi.

Eucharistia continenter Christum resuscitatum efficit praesentem, qui nobis pergit se tradere, nos vocans sui Corporis Sanguinisque ad mensam communicandam. Ex eius plena communione aliud quiddam Ecclesiae vitae oritur, communio videlicet in primis inter omnes Christifideles, nuntiandi Evangeliique testificandi munus, in omnes, potissimum in pauperes parvulosque, caritatis ardor.
Hoc anno idcirco singulari modo celebranda erit Sollemnitas Corporis Domini. Praeterea media pars Eucharistiae erit mense Augusto in Die Mundiali Iuventutis Coloniae et mense Octobri in Coetu Ordinario Synodi Episcoporum quae versabitur in argumento: "Eucharistia vitae ac missionis Ecclesiae fons et culmen". Ab omnibus propterea rogamus ut proximis mensibus amorem pietatemque erga Iesum in Eucharistia multiplicent ac fortiter et luculenter fidem suam declarent in realem Domini praesentiam, imprimis per sollemnitatem et rectitudinem celebrationum.

Id peculiarem in modum a Sacedotibus postulamus, quibus nunc magnus Nostri animi affectus dirigitur. Sacerdotium quippe ministeriale in Cenaculo una cum Eucharistia enatum est, quemadmodum saepenumero confirmavit Decessor Noster Ioannes Paulus Secundus, veneratae memoriae. "Sacerdotalis exsistentia peculiari titulo «eucharisticam formam» habere debet": sic in novissima Epistula in Feria V in Cena Domini scripsit (n.1). Ad id propositum multum confert ante omnia celebratio quotidie devota sacrificii eucharistici, quod est veluti centrum vitae ac missionis cuiusque sacerdotis.

5. Nutriti atque sustentati Eucharistia ipsa catholici necessario se impelli sentiunt ad plenam illam unitatem quam in Cenaculo Christus tam vehementer exoptavit. Petri itaque Successor se debere novit recipere hoc supremum Magistri Divini desiderium in se et quidem peculiari modo. Etenim officium illi est concreditum confirmandi fratres (cfr Lc 22,32).

Plena propterea conscientia ineunte ministerio suo intra Ecclesiam Romanam quam Petrus suo irrigavit sanguine, hodiernus ipsius Successor accipit tamquam primarium quoddam munus ut laboribus nihil parcens det operam restituendae plenae visibilique unitati omnium Christi discipulorum. Haec est eius voluntas, hoc ipsius etiam obstringens officium. Sibi enim conscius est, ut hoc obtineatur, non sufficere bonorum sensuum declarationes. Solida opera postulantur quae animos penetrent atque conscientias excitent, unumquemque ad illam interiorem conversionem permoventia quae est fundamentum omnium progressuum in oecumenismi via.
Pernecessarius est dialogus theologicus pariterque poscitur investigatio causarum historicarum in quibusdam consiliis iam pridem captis. Magis tamen urget illa "memoriae purgatio" totiens a Ioanne Paulo Secundo commemorata, quae sola homines disponere potest ad plenam Christi veritatem. Coram eo, Supremo videlicet Iudice omnium viventium, quisque nostrum sistere debet conscius se aliquando rationem reddere ei debere omnium quae fecerit et omiserit de permagno bono plenae et visibilis unitatis omnium eius discipulorum.
Hic Petri Successor illa interrogatione patitur se etiam in prima persona interpellari paratusque est ad ea omnia efficienda quae potuerit ut principalem oecumenismi causam promoveat. Decessorum suorum vestigiis ingressus plane provehere in animo habet omne inceptum quod opportunum videri possit ad consortium et consensum adiuvandum cum diversarum Ecclesiarum et Communitatum ecclesialium legatis. Ad eos immo vero etiam hac data opportunitate fervidissimam suam mittit in Christo unico Domino universorum salutationem.

6. Hoc temporis momento repetimus nostra memoria inestinguibilem experientiam quam omnes habuimus in morte et exsequiis Pontificis complorati Ioannis Pauli Secundi. Circa exuvias mortales eius in nuda terra repositas Capita Nationum conglobata sunt, homines cuiusvis socialis ordinis ac praesertim iuvenes in memorabili affectus et admirationis amplexu. Fidens ad illum respexit orbis totus. Multis quidem visa est haec intenta communicatio, propagata usque ad orbis fines per communicationis socialis instrumenta veluti chorus ad Pontificem directus et auxilium expetens pro hominibus nostri temporis qui dubiis timoribusque conturbati sua interrogant de aetate ventura.

Ecclesia horum dierum in se conscientiam renovare debet sui officii hominibus iterandi vocem eius qui dixit: "Ego sum lux mundi; qui sequitur me, non ambulabit in tenebris, sed habebit lucem vitae" (Io 8,12). Suum ideo ministerium suscipiens Pontifex novus probe intellegit opus suum esse ut refulgere sinat coram viris ac mulieribus hodiernis Christi lucem: non suam, verum Christi ipsius lucem.
Haec omnia cogitantes appellamus omnes, etiam illos qui alias sequuntur religiones vel qui solummodo responsionem conquirunt interrogationi fundamentali de exsistentia humana necdum eam invenerunt. Simpliciter atque amanter omnes alloquimur ut iis confirmemus Ecclesiam velle cum illis dialogum apertum sincerumque componere dum verum quaeritur hominis ac societatis bonum.
A Deo flagitamus unitatem ac pacem hominum familiae et declaramus catholicos omnes paratos esse ad operam adiutricem suam conferendam in verum progressum socialem qui dignitatem omnis hominis revereatur.

Viribus Nostris non parcemus neque studiis ut magnae spei dialogum prosequamur a Nostris Venerabilibus Decessoribus incohatum cum diversis culturis ut ex mutua comprehensione condiciones melioris venturi temporis omnibus oriantur.

Nominatim cogitamus adulescentes. Ad eos qui fuerunt interlocutores praecipui Pontificis Ioannis Pauli Secundi extenditur peramanter amplexio Nostra, cum exspectamus, si placuerit Deo, dum eos Coloniae conveniamus proximo nempe Mundiali Iuventutis Die. Vobiscum - carissimi adulescentes - qui estis futura aetas et Ecclesiae totiusque mundi spes, pergemus colloqui et exspectationes vestras exaudire unde possimus adiuvare vos ad altius usque Christum viventem cognoscendum qui sempiternus est Iuvenis.

7. Mane nobiscum, Domine! Invocatio haec, quae argumentum principale efficit Epistulae Apostolicae Ioannis Pauli Secundi pro Eucharistiae Anno, est etiam precatio quae sua sponte Nostro surget ex animo, dum comparamus Nos ad ministerium illud incipiendum in quod Christus Nos advocavit. Ei Nos, sicut Petrus, quoque fidelitatem Nostram sine ulla condicione promissam renovamus. Ei uni servire cogitamus Nosque totos eius Ecclesiae ministerio devovere.

Ut haec suffulciatur promissio maternam deprecationem Mariae Sanctissimae invocamus, cuius in manibus tum praesens tum futurum tempus Personae Nostrae atque Ecclesiae reponimus. Intercedant deprecatione pariter sua sancti Apostoli Petrus et Paulus, ceterique caelites universi.

His cum affectibus vobis, Venerabiles Cardinales Fratres, singulis qui huius ritus sunt participes nec non omnibus qui per televisionem et radiophonium sequuntur, amantem Nostram Benedictionem impertimur.

20 abril 2005

BENEDICTO XVI O LA FE DE UN TEÓLOGO

[El Cónclave ha necesitado sólo cuatro votaciones para elegir Papa: el Cardenal Ratzinger se ha convertido en Benedicto XVI. Como es sabido, la elección exigía al menos 77 votos de los 115 Cardenales electores. La rapidez con que se ha llegado a la fumata blanca denota de modo evidente una gran unidad de criterio entre los Cardenales. Publicado en Analisis digital (20-IV-2005).]

#137 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Pedro Rodríguez, profesor de la Universidad de Navarra

___________________________

El recién elegido Papa Benedicto XVI nació en Marktl am Inn (Baviera) el día 16 de abril de 1927. Ese día era lo que se llamaba en Alemania Karsamstag y en España “sábado de gloria”, que anticipaba a la mañana del Sábado Santo la celebración de la Vigilia Pascual. Ese mismo día recibió las aguas del Bautismo. Fueron sus padres los que quisieron que el hijo fuera bautizado ¡cuatro horas después de nacer!, estrenando así las aguas bautismales recién bendecidas en aquella pequeña comunidad... El futuro Benedicto XVI, que cultivará de manera singularmente penetrante la escatología, siempre vio en esa jornada un símbolo de su propia imagen de la historia, y, en general, de lo que es la posición del cristiano en el camino de la vida terrena; dicho con sus propias palabras: vivimos “en las mismas puertas de la Pascua, pero sin haber entrado todavía”. Era Joseph el tercer hijo de una piadosa familia, en la que se hacía realidad vital —como he apuntado— la esforzada tradición católica de aquellas tierras. Los dos hijos varones, Georg y Joseph, entraron en el Seminario en su primera juventud y también se ordenaron sacerdotes; María, la hermana, queridísima en la familia y fallecida hace pocos años, fue la mano femenina que siguió cuidando de sus hermanos, especialmente de Joseph, con el que se trasladó incluso a Roma al ser llamado allí por el Papa Juan Pablo II.

Después de la guerra mundial pasó del seminario menor de Traunstein al Seminario mayor de Freising. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 e hizo sus estudios superiores en la Universidad de Munich, donde se consagró su vocación teológica. Son ampliamente conocidos en el mundo teológico, traducidos a varios idiomas, los dos trabajos de estricta investigación que le llevaron al profesorado universitario, ambos realizados bajo la dirección de su principal maestro en aquellos años: el profesor de Teología Fundamental Gottlieb Söhngen. El primero, su tesis doctoral (1953), estaba dedicado a la doctrina de San Agustín sobre la Iglesia como Pueblo de Dios. Este libro juvenil es una de las más importantes monografías sobre la eclesiología de la época patrística y estaba llamado a tener una fuerte proyección ulterior.

Impresiona ver al gran dogmático de Munich, que fue Rector de aquella Universidad, el Prof. Michael Schmaus, citando una vez y otra en su gran Eclesiología -y no de manera colateral- los resultados de aquella tesis, hasta el extremo de hacer propia la definición de Iglesia que, a partir de Agustín, propone el joven estudiante recién doctorado. Después de este recorrido por los siglos de la antigua Iglesia, se introdujo el Dr. Ratzinger en los entresijos de la Cristiandad medieval, manteniendo siempre el horizonte agustiniano de su teología; se trataba ahora de la tesis de habilitación, que versó sobre la teología de la historia de San Buenaventura (1957).

Teólogo del Vaticano II

Estas dos investigaciones le permitirían adentrarse en la problemática actual de la teología con una singular solvencia, es decir, sabiendo -por decirlo con la fórmula clásica- quiénes somos, de donde venimos y a dónde vamos. Sobre esta base tan sólida comenzó su Profesorado universitario. Su primera llamada la tuvo en la Universidad de Bonn (1959-63), de donde pasó a Münster (1963-66), enseñando en ambas Teología Fundamental. Fue después llamado a Tubinga (1966-69), donde dictó su célebre curso Introducción al Cristianismo, para oyentes de todas las Facultades, que llegó a reunir más de mil alumnos. Fue un acontecimiento en aquella Universidad, que empezaba vivir momentos dramáticos, y el libro que recoge aquellas lecciones -traducido a 17 idiomas y continuamente reeditado- es uno de los escritos más sugestivos de la teología de nuestra época. Finalmente, en 1969 volvió a su querida Baviera natal. Aceptó, en efecto, la llamada de la Universidad de Ratisbona, donde enseñó, como antes en Tubinga, la Teología Dogmática. Allí permaneció hasta que en 1977, siendo Vicerrector de la Universidad, el Papa Pablo VI lo llamó a suceder al Cardenal Döpfner como Arzobispo de Munich, creándolo pocos meses después Cardenal de la Iglesia Romana.

Todos esos años de dedicación al profesorado están llenos de una intensa actividad docente e investigadora que, en esta breve nota, renuncio necesariamente a exponer. Me limitaré a nombrar tres libros, que abarcan los tres campos principales de su investigación y que debo calificar de fundamentales para quien quiera conocer el rumbo de la teología del Concilio Vaticano II. Me refiero, ante todo, a El nuevo Pueblo de Dios (1969), en el que se contienen los principales resultados de su investigación y reflexión eclesiológica, tema este en el que ha sido permanente su magisterio; después, a Teoría de los principios teológicos (1982), en el que describe el cuadro hermenéutico de la fe en su quehacer teológico ad intra y ad extra de la comunidad eclesial; finalmente, a su Escatología (1977), que forma parte de la colección de manuales de Dogmática Ratzinger-Auer y en la que el Autor pone a punto uno de los campos de la teología en los que el debate de este siglo había suscitado más interrogantes y perplejidades. El análisis que el autor hace de sus propias posiciones en la materia, me parece ejemplar y plenamente inserto en la más noble tradición del oficio teológico. No querría dejar de citar su pequeño gran libro de juventud, La fraternidad cristiana (1960), que me sigue pareciendo paradigmático de su manera de teologizar.

Durante aquellos años de profesorado universitario, la palabra y la pluma del Prof. Ratzinger eran cada vez más solicitadas y escuchadas. Sin duda, a esto contribuyó su destacada presencia, en plena juventud, en el Concilio Vaticano II, cuya preparación y celebración coincide con la actividad académica del Prof. Ratzinger en Bonn y Münster. Al Concilio acudió, primero, como asesor personal del Cardenal Frings, Arzobispo de Colonia, y, desde el segundo período, también como experto nombrado por el Santo Padre. Actuó decisivamente en los grupos de trabajo que preparaban las dos grandes constituciones dogmáticas del Concilio: Lumen Gentium, sobre la Iglesia, y Dei Verbum, sobre la Revelación divina. De todos es conocida la influencia que tuvo su obra Episcopado y Primado (escrita en colaboración con K. Rahner) en el planteamiento de la colegialidad episcopal. A los estudiosos de la historia interna del Concilio Vaticano II se ha hecho patente la autoridad de que gozaban sus dictámenes y sus intervenciones en las comisiones conciliares.

Del drama del primer postconcilio...

Los años de su docencia en Tubinga y Ratisbona, coinciden con lo que ahora -mirando hacia atrás ya con una cierta perspectiva histórica- podríamos llamar el "drama del primer posconcilio". Fue entonces cuando en aquellas tierras germánicas emergió con fuerza inusitada la figura de quien es desde ayer el Papa Benedicto XVI. El Prof. Ratzinger advirtió en toda su radicalidad que la creciente secularización que se extendía en la cultura de Occidente y cuyas raíces ideológicas él mismo ha contribuido de manera egregia a identificar y describir, pretendía apoyarse, paradójicamente, en las propuestas renovadoras del Concilio. No todos fueron conscientes de esta realidad, o no tuvieron el valor de decirlo. Otros estaban, sencillamente, dentro del oleaje. La cuestión que estaba en el fondo del drama era, en efecto, la interpretación del Concilio, sobre todo a la hora de comprender la posición del cristiano en la historia y las relaciones entre la Iglesia y el mundo. Al prof. Ratzinger el tema se le presentaba con la máxima gravedad precisamente por haber sido él uno de los propugnadores más constantes de la necesidad de una profunda renovación de la teología católica: lo que en el lenguaje de la época se llamaba un "teólogo de vanguardia". Y lo era ciertamente, pero de verdad, es decir, avanzando desde el pleno sentido de la fe católica.

En el año 1966 tuve el honor de publicar en la revista "Palabra", de la que entonces era Director, un artículo del actual Romano Pontífice titulado Iglesia abierta al mundo, en el que el profesor de Tubinga escribía: "Si para la Iglesia, abrirse al mundo significara desviarse de la Cruz, esto la llevaría no a una renovación sino a su fin [...] No, el Concilio no ha podido ni ha querido suprimir el escándalo de la Cruz: lo que ha querido es hacerlo visible y accesible con toda claridad, y por eso ha querido apartar los escándalos secundarios". Treinta años después declaraba: "En el Concilio, mi principal objetivo había sido poner al descubierto el centro nuclear de la fe -que existía debajo de tanto cuerpo extraño- para darle impulso y dinamismo. Ese impulso es una constante en mi vida".

Detrás de estas palabras suyas su intenso y profundo sentido de la Revelación como acto de Dios y de la Tradición como realidad sustentante de la Iglesia. Una Tradición viva, viviente, que incluye a la Escritura, pero que no es sólo verbal sino recibida cada día y entregada de nuevo, de padres a hijos, en la comunidad de los creyentes, en la comunión de los fieles con sus Pastores, en la celebración común y orante de la Sagrada Eucaristía. Así se explica que él, uno de los teólogos más ilustres de nuestra época, pudiera decir: "Lo más importante para mí es y ha sido siempre no apartarme de la dirección que quedó grabada en mi vida desde la niñez, y permanecer en ella siendo fiel".

...a la actual coyuntura de la Iglesia

Ese sentido de la Tradición de la fe constituye a mi entender no sólo un rasgo característico de la teología de Joseph Ratzinger, sino el hilo que vertebra su extensa producción teológica, el criterio que permite comprender el concreto itinerario histórico -teológico y eclesial- que ha recorrido el actual Sucesor de Pedro: desde sus primeros escritos hasta sus conferencias e intervenciones siendo ya Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pasando por su extensa bibliografía profesoral y sus intervenciones en los debates posconciliares. Una preclara inteligencia y esa vigorosa manera de hacer teología, antes y después del Concilio Vaticano II, hacían que Joseph Ratzinger destacara de manera singular en la difícil coyuntura de la Iglesia de los años 70 y 80. Se entiende que el Papa Pablo VI lo situara al frente de la Iglesia en Baviera, su patria; que el Papa Juan Pablo II encomendara después a este ilustre Pastor y teólogo la gravísima tarea del a Doctrina de la Fe; y que ayer los Cardenales, con una inesperada rapidez, lo eligieran para la Cátedra de Pedro desempeña en la Iglesia.