[Mons. Fernando Sebastián, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, impartió el pasado día 11 la conferencia inaugural en el II Congreso Regional de Castilla y León sobre la Enseñanza de la Religión (Valladolid, 11 y 12 de mayo 2007).
La conferencia trató sobre Laicismo Cultural y Enseñanza de la Religión en la Escuela. Junto a un recorrido histórico y una presentación de la cultura laicista, hizo después un lúcido análisis de lo que implica esa ideología —que pretende imponernos el gobierno socialista— en las mentes de los alumnos y en todo el entramado de la vida humana; les propuso un posible itinerario para acertar en su tarea de formación intelectual y les hizo también algunas sugerencias pedagógicas para la buena educación de los chicos.
Nos parece un texto muy importante y recomendamos vivamente su lectura: no es un texto sólo para los profesores de Religión, sino también para todos los padres y educadores. Reproducimos a continuación esa conferencia, que ha sido publicada en La Verdad.]
por Fernando Sebastián_______________________
Introducción
Quiero manifestar mi satisfacción por estar hoy con vosotros, los profesores de religión católica en los Centros públicos de Enseñanza, porque es una manera de expresaros mi admiración y mi agradecimiento por vuestro trabajo, no sólo desde el punto de vista pastoral, que ya es muy importante, sino también, cultural y social. En estos momentos, sois la primera línea de la evangelización y estáis sosteniendo el peso de una importante continuidad cultural y social, en unas circunstancias nada fáciles. Tenéis confiada una misión muy importante en el anuncio de la fe en el mundo actual, en la educación de los nuevos cristianos, en la solidez de la Iglesia del futuro. En torno a vuestro trabajo existen muchos problemas de tipo administrativo, unos con fundamento real, otros creados un poco arbitrariamente desde la administración que no valora vuestra aportación al enriquecimiento y legitimidad de nuestra escuela pública.
A veces estos problemas nos han acaparado demasiado y no hemos dedicado suficiente atención a potenciar los valores de vuestra actuación, desde el punto de vista pastoral y cultural.
I. BREVE PRESENTACIÓN DE LA CULTURA LAICISTA
Los cristianos vivimos en el mundo, y todas nuestras actividades tienen que relacionarse con las realidades de nuestro entorno social, cultural y hasta político. Un buen ejemplo de ellos es vuestra labor en los Centros públicos como Profesores de religión. Hoy vamos a ocuparnos expresamente de cómo el ambiente cultural laicista influye en vuestra labor docente.
Simplificando un poco las cosas, podemos considerar el desarrollo de la cultura laicista en nuestra sociedad desde dos puntos de vista. Lo podemos mirar desde el punto de vista histórico, algo más superficial, teniendo en cuenta la sucesión de hechos que nos han llevado desde el predominio de la cultura tradicional católica hasta la situación actual, con un claro predominio de la cultura laicista al menos en los ambientes públicos.
1. Desde principios del siglo XIX se han ido desarrollando en España movimientos de resistencia al predominio de la Iglesia católica. Estas tendencias, que aparecen y desaparecen en nuestra sociedad, alcanzan una presencia sólida e influyente en el año 31, con el advenimiento de la IIª República. Con la caída de la Monarquía, los innovadores pretenden cambiar la orientación cultural de la sociedad española. Quieren modernizarla. Es un buen deseo. Pero no lo hacen bien. Uno de sus errores consiste en pensar que la modernización de España requiere eliminar la influencia del catolicismo y de la Iglesia católica en la vida social y cultural española, de lo cual deducen que hay que eliminar la religión como elemento importante de la cultura y de la vida del pueblo. Esta preocupación se puede comprobar asomándose a los debates del Parlamento durante la aprobación de la nueva Constitución (Cf. Víctor Manuel Arbeloa, La semana trágica).
2. Poco a poco el gobierno sucumbe a las presiones de los grupos de izquierda más radicales. La República desemboca en la guerra civil en la que se enfrentan dos formas de entender la vida y de valorar la historia de España y de los españoles. Los grupos enfrentados no supieron encontrar terrenos comunes sobre los que apoyar la convivencia. Al contrario, por las dos partes habían llegado a la conclusión dramática de que eran incompatibles. De una u otra manera los dos grupos intentaron perpetuarse eliminando físicamente al otro.
3. Durante los largos años del franquismo el enfrentamiento de la Guerra Civil permaneció en el subsuelo de la vida social, como algo oculto que se iba diluyendo poco a poco pero que nunca llegó a desaparecer del todo. Los derechos de los vencidos no fueron nunca reconocidos, ni ellos renunciaron a sus viejas aspiraciones En estos años del largo régimen franquista se produce el mayo del 68, reforzado en España con la reacción antifranquista. Recordemos como en los años setenta, en la Universidad española, se leía como un manual de pensamiento y de vida “El libro rojo de Mao” y el “Qué es ser agnóstico” de Tierno Galván. Es el momento de la recuperación del prestigio cultural en favor de las posturas anticatólicas. El agnosticismo, con sus secuelas de laicismo social o cultural, pasa a ser lo progresista, lo nuevo, y el catolicismo comienza a ser lo viejo, lo impuesto, signo de integrismo, contrario a la libertad y al progreso.
4. En la Transición Democrática se intenta cerrar la época de la guerra civil con todas sus consecuencias. Este deseo estuvo muy presente en la redacción de la Constitución. Desde el punto de vista religioso esta intención se plasma en la concepción de un Estado no confesional con un amplio reconocimiento de la libertad religiosa. En el documento que los Obispos dedican al referéndum constitucional, manifiestan que el pleno reconocimiento de la libertad religiosa no será contrario al mantenimiento de la unidad mayoritariamente católica del pueblo español. Las cosas no han sido del todo así.
5. Cuando parecía que habíamos superado los viejos enfrentamientos y que teníamos las bases para una convivencia tranquila y sin tensiones entre cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, vemos que las tensiones y las posturas excluyentes entre católicos y laicistas vuelven a resurgir. En los últimos años se ha ido manifestando una tendencia a recuperar los viejos estilos de la IIª República, interpretando la Constitución como promotora de un Estado no sólo aconfesional sino positivamente laico y aun laicista. Esta manera de ver las cosas justifica fácilmente algunas restricciones de la libertad religiosa y unos favores de privilegio en favor de las tendencias laicistas.
Como consecuencia de estas tendencias se rompe el consenso que hizo posible la Transición y la Constitución del 78, resurge el anticlericalismo del 31, y se favorece la desautorización de la Iglesia, con un resurgimiento del laicismo agresivo y militante, que causa crecientes dificultades para la vida de la Iglesia y de los católicos. “Cuando ahora se dice que la Iglesia católica es un “peligro para la democracia” se olvida que la Iglesia y los católicos españoles colaboraron al establecimiento de la democracia y han respetado lealmente sus normas e instituciones en todo momento” (Conf. Ep. Esp. “Orientaciones morales ante la situación actual de España. n.6). A los promotores de estos cambios les interesa mucho demostrar que la Iglesia y los eclesiásticos nos situamos en la extrema derecha. Pare que, para ellos, lo que no sea socialismo y liberalismo laicista, hay que considerarlo como “extrema derecha”.
Cambios rápidos y profundos. Una verdadera revolución cultural.
Esta tendencia no aparece sólo en España. No somos una isla. Todo esto ocurre en un marco general de profundos cambios culturales y espirituales, nacidos en el seno de la cultura europea y acelerados en el contexto de las dos guerras mundiales del 14 y del 39. Estos movimientos culturales han entrado en España tardíamente, pero con una especial virulencia. A la sociedad española le han presentado de manera casi mítica las ventajas del "cambio”. No es exagerado decir que en pocos años estamos viviendo una verdadera transformación cultural y social que es una verdadera revolución.
En este contexto de cambios culturales se desarrolla el fenómeno de la secularización. Comenzó como un proceso social de emancipación respecto de los poderes eclesiásticos, digamos de las “intromisiones” de la autoridad religiosa en cuestiones claramente seculares. Las ciencias, la filosofía, la política, eran actividades humanas para las que se reclamaba la plena autonomía en relación con la autoridad de la Iglesia y la influencia de fe y de la religión en general. Entendida la secularización como el reconocimiento de la legítima autonomía del orden creacional y de las instituciones seculares, fue bien acogida en la Iglesia, como fruto de una maduración cultural legítima. Se puede decir incluso que esta inicial secularización, casi sinónimo de lo que se llama recta o sana laicidad, es un fruto positivo de la cultura cristiana.
Pero en la actualidad la secularización se presenta como la reivindicación de la negación de cualquier referencia a Dios en la vida humana, personal, social y pública. Su origen teórico nace de una visión negativa y deformada de la religión, que es rechazada como contraria a la razón científica, a la libertad y a la felicidad del hombre.
“Dentro de un cambio cultural muy amplio, España se ve invadida por un modo de vida en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad”. La razón secularista considera que la intervención de Dios y la plenitud de nuestra libertad se consideran incompatibles. Para ser libre, para ser moderno, para disfrutar de la vida hay que prescindir de Dios, liberarse de la religión y de todo lo que tiene relación ella.
Esta manera de ver las cosas, en España, implica una quiebra de la continuidad cultural, un rechazo de la mayor parte de nuestro patrimonio espiritual y cultural, una profunda innovación cultural que adquiere los caracteres de una verdadera revolución cultural. Sobre todo si fuera cierta que este cambio cultural entra dentro de los proyectos del gobierno y del partido que lo sustenta.
Análisis y consecuencias.
Para saber cómo conducirnos en la vida práctica, necesitamos ver con claridad en qué consiste esta ideología laicista que tratan de imponernos como marco de la vida social y denominador común de nuestra vida. Para exponer la fe cristiana de manera convincente y duradera ante vuestros alumnos, necesitáis conocer bien esta ideología laicista, saber cuáles son sus puntos de apoyo, sus debilidades internas, los puntos de las convicciones religiosas y cristianas más directamente afectadas. En vuestra labor docente tenéis que estar permanentemente en un diálogo implícito con estas doctrinas para aclarar de verdad y fortalecer la fe de vuestros alumnos.
En la mentalidad laicista hay muchos matices y muchos acentos diferentes. Una vez que se ha generalizado en nuestra sociedad, es normal que muchas personas, entre ellos la mayoría de vuestros alumnos, la tengan asimilada y hayan aceptado sus consecuencias prácticas, sin habérsela formulada nunca de manera teórica y refleja. Pero es innegable que la concepción laicista de la vida tiene una estructura bien definida que no siempre aparece claramente, ni siquiera la perciben con claridad muchas personas que la comparten y padecen sus consecuencias.
El dato básico y central de esta cultura, no siempre el más explícito, consiste en prescindir de la afirmación de la existencia de Dios como una referencia central de la propia conciencia. Esta afirmación queda entre paréntesis, unas veces se niega expresamente, con más frecuencia se la deja de lado como algo irrelevante que no puede ser tenido seriamente en cuenta como carente de justificación y de importancia racional y científica. Se da por supuesto que la afirmación de Dios es incompatible con una mentalidad moderna verdaderamente científica. Y digo que se da por supuesto porque no suele aparecer nunca una justificación racional de este rechazo. Más que una negación explícita y justificada de la existencia y providencia de Dios, se acepta como un dato incuestionable, impuesto por una elemental lealtad racional.
La incompatibilidad y el rechazo de la existencia de Dios no queda en el terreno de lo teórico sino que se presenta como una verdadera incompatibilidad con la afirmación del ser del hombre, con la afirmación de su núcleo personal que es la libertad. En el ateísmo contemporáneo es muy característico este rasgo, se trata de un ateísmo que no necesita una justificación teórica, es algo que se da por supuesto, y que se vive más claramente en el orden práctico del comportamiento y de la vida moral que en el orden de las ideas y de las construcciones racionales. El ateo actual vive instalado apaciblemente en el ateísmo y reivindica la plenitud de su libertad sin limitaciones ni responsabilidades trascendentales.
En la actual mentalidad laica el valor supremo es el de la libertad, y con la libertad el progreso, y como resultado del progreso el bienestar material. Puesto que no hay otra perspectiva real y firme que la de la vida temporal, la reivindicación de la libertad entendida como plena y permanente indeterminación del propio ser es el valor supremo de la existencia. Vale la pena llamar la atención sobre esto, en la cultura laicista, la libertad no es sólo una cualidad de nuestro ser, sino que es un valor, el supremo valor moral. Todo se puede justificar si es libre. “La libertad nos hará verdaderos” dijo nuestro Presidente de gobierno, rectificando y “modernizando” la doctrina de Jesús. En este cambio de perspectivas queda expresado toda la innovación del laicismo respecto de la antropología tradicional.
Como consecuencia de esta manera de pensar las categorías de bueno y malo van desapareciendo y son sustituidas por las de progresista y conservador, democrático y no democrático, apetecible o no apetecible. En cada momento, lo bueno es lo que me apetece, lo malo lo que no me resulta en este momento apetecible. No hay ni puede haber un juicio moral definitivo de las cosas, nada es estable ni definitivo. Todo depende del momento y del para quién y para qué. Entramos así en el reino del relativismo y de la inseguridad moral más absoluta, lo que es bueno para uno puede ser malo para otro, y viceversa. Lo que es malo hoy, puede ser bueno mañana. No hay una fuente de moralidad objetiva, ni universal, ni estable. La única fuente objetiva de moralidad y de los criterios de actuación es lo que democráticamente decidan los representantes del pueblo, en cada momento. Ellos son los representantes, la conciencia activa de una sociedad autosuficiente y dueña de sí misma, sin referencias a ningún Ser superior ni a ninguna moral objetiva, que pueda limitar la amplitud y la variedad de sus libres decisiones.
En este mundo cultural la religión es considerada como una supervivencia de estadios anteriores, menos ilustrados, menos científicos, menos libres y menos humanos. Los cristianos somos supervivientes de los tiempos precientíficos y predemocráticos. Es lógico que quienes viven en él traten de aislarnos y de liberar la vida social de nuestra influencia que consideran necesariamente vinculada a esquemas y usos poco racionales y autoritarios, contrarios a la libertad, al libre desarrollo y a la prosperidad social. Para ser fieles a esta nueva cultura, se pretende romper la tradición espiritual de nuestro pueblo y como alternativa se quiere construir “una sociedad sin referencias religiosas, exclusivamente terrena, sin reconocimiento de Dios ni esperanza de la vida eterna”(ib.n13).
Curiosamente, esta manera de entender la vida humana, con la que se quiere engrandecer la libertad y la grandeza del hombre, termina por considerarlo un fruto del azar, sin justificación racional de su propia existencia, sometido a sus instintos, programado y configurado por una estructura política omnipotente que decide sobre el bien y el mal, que sustituye su conciencia, dicta lo que hay que pensar y hacer en cada momento, se adueña de su libertad y configura los perfiles de su existencia (Cf. ib. nn. 12 y 13).
Puede parecer un diagnóstico muy radical, esto es lo que dicen nuestros Obispos. En la actualidad “Se va configurando una sociedad que se enfrenta con los valores más tradicionales de nuestra cultura, deja sin raíces instituciones tan fundamentales como el matrimonio y la familia, diluye los fundamentos de la moralidad y nos sitúa a los cristianos en un mundo extraño y hostil” (ib.n. 17).
Esta manera de pensar y de proyectar la vida social está perfectamente reflejada en el reciente Manifiesto Socialista titulado, “Democracia, Laicidad, Religión”. Todo su contenido se puede reducir a dos afirmaciones:
-Las religiones monoteístas son fuente de fundamentalismos incompatibles con la convivencia en una sociedad libre y pluralista;
-Por tanto la convivencia no se puede fundar sobre ningún código moral objetivo y vinculante sino sobre unas bases éticas propuestas y garantizadas por las instituciones democráticas. El Parlamento es la fuente y el origen de las convicciones éticas sobre las que se debe asentar la convivencia. No hay otra referencia superior a la que tengamos que referirnos.
El corolario de estas afirmaciones es la necesidad de la nueva asignatura “Educación para la Ciudadanía” como instrumento necesario para la difusión de la nueva moral sobre la que debe cimentarse la convivencia del paraíso democrático.
Ciertamente nuestros muchachos no viven esta ideología de manera refleja, ellos seguramente no tienen conciencia de estar sustituyendo nada, pero si la viven de manera habitual, de manera implícita y también de forma explícita y directa, porque es la ideología que muchos de sus profesores les transmiten en las clases de literatura, de historia, de ciencias, de biología. Y no solo de manera teórica, vuestros muchachos, en muchos casos, aprenden a vivir en las actitudes y las aspiraciones vitales propias de esta manera de ver las cosas, sin Dios, sin esperanza de vida eterna, sin convicciones morales, sin referencia religiosa hacia Jesucristo ni hacia la Iglesia católica.
Los datos y las afirmaciones que reciben en las aulas, en muchas ocasiones son incompatibles con lo que vosotros tenéis que enseñarles, a veces en el mismo lugar y con cinco minutos de diferencia. Ellos oyen decir cosas como que, “el mundo, la vida el hombre, son fruto de la evolución, que no es preciso admitir para nada la hipótesis Dios, que la religión es incompatible con la ciencia, la libertad, la felicidad". Reciben, no sólo en el colegio, también en la calle, y a veces en su propia familia, un modelo de la vida que lleva consigo la exaltación de la libertad como valor supremo, instrumento para alcanzar el placer inmediato y permanente como valor supremo de la vida, sin ninguna otra convicción que la “moral democrática”, la moral fluctuante del consenso, de las directrices políticas, de la convivencia política. No lo olvidemos, en la mentalidad socialista, la persona se hace desde fuera, desde la sociedad, y no al contrario. Este, o algo muy parecido, será el mensaje de la nueva asignatura obligatoria con las que se les quiere preparar para que puedan vivir a gusto y dócilmente en la vida democrática. Digamos que muchos de vuestros alumnos llegan a vuestra clase con una mentalidad que se puede resumir, en lo teórico, como un narcisismo nihilista, y en lo moral práctico como un relativismo nihilista.
II. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS
Antes de entrar directamente en decir alguna cosa sobre cómo tendríais que desarrollar vuestra tarea en este clima de secularización, me parece oportuno hacer por delante algunas afirmaciones.
Y la primera es para reivindicar radicalmente la legitimidad de vuestra función. La educación cristiana de nuestros jóvenes es un derecho primario de las familias cristianas. A veces parece que andamos mendigando de la administración unos derechos que ellos nos tendrían que conceder en virtud de no sé qué benevolencia. Los gobernantes, los parlamentos no nos conceden este derecho. Lo tenemos en virtud de nuestro ser de personas, lo tenemos como ciudadanos libres. De ellos pedimos simplemente que los reconozcan y que los organicen de manera razonable en el conjunto de nuestra convivencia. No estará plenamente implantada en España la democracia mientras no se resuelva holgadamente y establemente esta cuestión de la enseñanza religiosa católica en la escuela pública.
La segunda afirmación es para valorar vuestra presencia y actividad en los colegios públicos como realizadores de una gran labor de orden cultural, vosotros, con vuestra presencia y vuestras clases estáis siendo testigos y transmisores de un gran caudal cultural que es válido para todos los alumnos del centro y no sólo para vuestros alumnos directos. Los jóvenes que no sepan nada de la religión católica no pueden entender ni la historia, ni la literatura, ni la arquitectura de España, ni pueden entender el sentido, la grandeza o los errores de los grandes personajes de nuestra historia. Es decir, no pueden llegar a saber quiénes son ellos mismos. Este es un aspecto de la cuestión que ni siquiera ha sido abordado por nuestros gobernantes.
En tercer lugar quiero decir que vosotros estáis siendo los protagonistas del verdadero diálogo entre la fe y la cultura. Tenéis que enseñar los contenidos de la fe católica en diálogo permanente con los contenidos de las demás asignaturas, la filosofía, la historia, las ciencias sociales, etc. Vivís junto con otros profesores que no son católicos, que a veces impugnan vuestra asignatura y otras veces os preguntan sobre cómo entender ciertos puntos de la fe con verdadera buena voluntad. Sois el escaparate ante las fuentes de la nueva cultura que llega. Sois evangelizadores no sólo de vuestros alumnos sino de vuestros mismos compañeros.
Vuestra situación reclama de vosotros una excelente preparación. No voy a decir que tengáis que ser teólogos profesionales, pero sí me atrevo a deciros que no podríais cumplir dignamente vuestra labor sin una buena formación teológica, y por supuesto sin testimonio firme y claro de la verdad y del valor racional y humanizador de lo que enseñáis, con el ejemplo de vuestra vida cristiana, profesante y militante.
La negativa a evaluar vuestra asignatura está diciendo cómo, aunque la admitan a más no poder en el elenco de las asignaturas posibles, no la consideran como un conocimiento serio y verdaderamente razonable. Ante vuestros alumnos, ante sus padres y ante vuestros mismos colegas, tenéis que ganar algo tan importante como el prestigio cultural y social, el reconocimiento de la capacidad educativa y socializadora de la fe cristiana, profundamente menospreciado entre nosotros. Tenéis que ser capaces de mostrar que la fe cristiana es profundamente razonable, que tiene una honda repercusión cultural y humanizadora.
III.- EL ITINERARIO EVANGELIZADOR
No es difícil de imaginar lo exigente que tiene que ser para vosotros explicar de verdad la religión cristiana en este contexto cultural. Entre vuestros alumnos habrá quiénes la acojan con gusto, la mayoría la acogerá, me temo, con poco interés, y frecuentemente con muchas reservas y prevenciones tanto afectivas como intelectuales. Aquí vale aquello de que quienes están en una habitación donde se fuman, todos salen oliendo a tabaco, sean o no sean fumadores. En la vida actual todos olemos a laicismo.
Vuestra labor docente, para ser sincera y efectiva, tiene que tener en cuenta lo que vuestros alumnos tienen en la cabeza en todos aquellos puntos que tienen algo que ver con los contenidos de la fe, origen del mundo y del hombre, inmortalidad o mortalidad, legitimidad o ilegitimidad racional de la fe religiosa, valoración muchos personajes y de importantes hechos e instituciones en la historia de España, fundamento y contenidos de la moral en la actualidad, etc. etc. No podéis enseñar ni educar a vuestros alumnos sin estar en un diálogo permanente, unas veces explícito y otras muchas implícito, con los contenidos de las demás asignaturas tal como los están recibiendo al mismo tiempo que vuestras explicaciones. Desde el punto de vista teórico y práctico entiende que vuestro trabajo requiere atender estos puntos privilegiados.
A). Para que los jóvenes comprendan lo que es la fe religiosa, lo que es el cristianismo, necesitarán muchas veces reconstruir la noción y la experiencia de la libertad, como capacidad de ir configurando la propia existencia a partir del reconocimiento de la realidad (verdad) y de la colaboración con ella (bondad, obediencia a la ley moral). Los jóvenes necesitarán también adquirir un sentido de la responsabilidad de su propia existencia, una visión histórica de sí mismos, la cuestión sobre la inmortalidad y hasta un atisbo de lo que es la salvación o la perdición de la existencia, la responsabilidad de nuestro ser en el mundo, etc. Hay muchas cuestiones de antropología filosófica que son imprescindibles para poder comprender y asimilar la noción de religión y de fe cristiana, antes de entrar en sus contenidos concretos. Nada de esto se puede hacer sin una visión de la persona como criatura, por eso se hace imprescindible plantear la idea de creación y de la verdad de Dios.
B). Reconstrucción de la experiencia religiosa.
Tendréis que ayudar a vuestros alumnos a descubrir la idea de la creación como idea básica para la interpretación del mundo y la interpretación de la vida humana, por supuesto teniendo en cuenta lo que les hayan dicho acerca de la evolución o sobre cualquier otro modo de explicar científicamente la formación del mundo, la aparición de la vida, la historia del hombre.
Hablar de creación supone abordar de frente la cuestión de la existencia de Dios, proporcionándoles al mismo tiempo una imagen creíble de Dios, de su providencia, de su intervención en nuestra vida, ofreciendo unos fundamentos firmes y bien asimilados de orden filosófico y la imagen cristiana de Dios manifestada por Jesús, conservada y anunciada por la Iglesia (“Deus caritas est”. “Dios es amor” de Benedicto XVI). Surge aquí la gran cuestión de la compatibilidad entre Dios y el hombre, entre la presencia de Dios y nuestra propia libertad, entre la fe y la ciencia, la religión y la libertad, la democracia, el progreso, la compatibilidad entre ser cristiano y vivir libremente y críticamente en la modernidad.
C) Conocimiento de la verdad histórica de Jesús.
En estos tiempos de laicismo es imprescindible enseñar a nuestros jóvenes a apoyar su fe en Dios muy claramente en el testimonio histórico de Jesús. Sorprende ver lo poco que la mayor parte de los cristianos saben acerca de la verdad histórica de Jesús y los fundamentos históricos de su fe cristiana. Hemos visto con verdadera sorpresa el interés suscitado por las fabulaciones de libros como “El Código da Vinci” o temas como “Las tumbas de Jesús”, “El santo Grial”, etc. Los mundos pocos religiosos son siempre amigos de relatos fabulosos. Por eso nuestros cristianos tienen que tener muy claro el fundamento histórico de nuestra fe, y los contenidos fundamentales del mensaje de Jesús, en su misión salvadora como Hijo de dios venido a este mundo para dar testimonio sobre la verdad de Dios y salvar a los hombres, del error, del pecado y de la muerte.
D) Itinerario del acto de fe.
En tiempos de laicismo la fe se convierte en una decisión explícita y refleja de cada creyente. Resulta muy difícil mantenerse y vivir como cristiano por simple tradición cultural y familiar. Cada cristiano tiene que saber cuales son los pasos y los apoyos personalmente válidos de su decisión de fe y de su vida cristiana. Este proceso antes apenas se estudiaba en los Seminarios, ni mucho menos se explicaba en la catequesis, hoy tiene que ser un tema fundamental en la formación de todos los fieles cristianos. Interesa mucho que la fe sea comprendida no como competencia sino como consumación de la vida racional y científica de la persona, consumación también de la libertad por la que definimos las características más hondas y universales de nuestra existencia, en vez de dejarnos configurar desde fuera de nosotros mismos.
E). Los cristianos del futuro que vivirán la mayor parte de su vida aislados en un contexto cultural adverso necesitarán valorar mucho teórica y prácticamente la realidad de la Iglesia, como don de Dios, en continuidad con la vida histórica y mística de Jesús, enriquecida con la vida de los santos, mediadora de gracia y de salvación.
F). Será preciso también que los nuevos cristianos tengan una visión clara de la fundamentación de la moral cristiana, en relación con la idea misma de adoración del Dios Creador, en imitación, seguimiento y convivencia espiritual con Jesucristo. Tendréis que cuidar de hacerles ver cómo la moral cristiana no es moral de esclavos, fundada en el temor, sino moral de hijos, fundada en las correspondencia amorosa al amor recibido de Dios en Cristo, camino de vida, de liberación interior y de gozo.
G). Por último os digo que cuidéis de transmitir a vuestros alumnos una autoestima bien fundamentada de su ser cristiano, con una dignidad y una misión importantísima en la construcción de la sociedad. Autoestima que si no viene del ambiente cultural dominante, sí viene del juicio de Dios y de Cristo, de los ángeles y de los santos, de los hermanos en la fe y de muchas personas de buena voluntad. Los cristianos españoles vivimos todavía bajo el peso de una cierta culpabilidad histórica de nuestra Iglesia. Ya es hora de liberarnos de ella. Ni fuimos tan malos ni vamos a estar siempre así. Tenemos que saber vivir con dignidad y alegría nuestra fe, que en todo momento ha sido un fermento de vida y de cultura, también en España, también en los años del franquismo. Gran parte del patrimonio cultural y político que hoy tiene nuestra sociedad lo ha recibido con una gran contribución de la fe católica, de la Iglesia y de muchos cristianos insignes. Que ellos descubran y se preparen para la gran misión de iluminación y de fermento de justicia que los cristianos tenemos que desempeñar en la sociedad (“Dios es amor”).
IV. ALGUNAS SUGERENCIAS PEDAGOGICAS
Ciertamente esta tarea de ser profesor de religión en el momento actual no es una tarea fácil. Se necesitan buenos conocimientos, una buena formación permanente, el apoyo del testimonio de vida y también una buena pedagogía.
No será fácil encontrar libros de texto que planteen las cuestiones de la asignatura con las características que os acabo de señalar. El buen profesor tiene que ser capaz de recorrer con sus alumnos el programa entero, pero no perdáis de vista que en vuestra asignatura el fruto principal no es el que vuestros alumnos sean capaces de superar unos exámenes, sino que se lleven de vuestras clase las convicciones fundamentales, claramente entendidas y personalmente asimiladas, para que les puedan servir durante toda su vida como fundamento de sus decisiones religiosas y éticas, que es tanto como decir que les sirvan como fundamento de su vida. Vosotros, que impartís una asignatura no evaluable, sois quienes tenéis que ofrecer a vuestros alumnos esas convicciones capaces de superar todas las pruebas y las evaluaciones de la vida.
Por eso tendréis que tener muy en cuenta las ideas, las dudas, las contradicciones que padecen vuestros alumnos, hablar con ellos, recomendarles lecturas adecuadas, ayudarles a situar cada idea en su sitio, a revisar los conocimientos falsamente científicos que les hayan podido transmitir en alguna clase y que resultan incompatibles con otras afirmaciones de fe. Y tendréis que apoyar vuestras explicaciones en perchas intelectuales y afectivas que sean firmes y estén bien ancladas en la conciencia de vuestros alumnos. Habrá que comenzar por lo que ellos sienten, autenticidad, verdadera libertad, deseo de hacer el bien, ilusión por una vida verdadera y feliz, para desarrollar a partir de estas convicciones y deseos el verdadero camino de convencimiento y mentalización cristiana.
CONCLUSIÓN
Termino como empecé, os felicito y os admiro por vuestro trabajo. Os lo agradezco sinceramente, como obispo, como cristiano, y también como español. Todo sería bastante peor si vosotros no fueseis como sois y no hicieseis lo que estáis haciendo. Dios os bendiga.