29 octubre 2006

ESTUDIO SOBRE LA VIOLENCIA Y EL ACOSO ESCOLAR

[El informe, realizado por Araceli Oñate e Iñaki Piñuel -miembros del Instituto de Innovación Educativa y Desarrollo Directivo- para la empresa Mobbing Research, se ha basado en las encuestas realizadas a 24.990 alumnos de entre 7 y 17 años pertenecientes a 1.150 aulas de 14 comunidades. No sólo es el estudio más amplio realizado en España hasta la fecha -el anterior del Defensor del Pueblo data de 1999 y sólo medía el acoso en la ESO- sino en toda Europa, superando al realizado por una de las mayores autoridades en la materia, el sueco Dan Olweus, quien examinó a 11.000 escolares en 2003.

Hace un año se comentaron en este blog los resultados que hasta esa fecha habían obtenido esos mismos expertos y ya se decía entonces que aproximadamente "uno de cada cuatro alumnos sufre algún tipo de acoso escolar" (cfr. # 210 , de fecha 23-IX-2005).

Ahora, ante la revelación de los datos del Estudio Cisneros X ‘Violencia y Acoso escolar’, se ha producido una notable alarma social: como si el informe fuese poco fiable con resultados exagerados que no reflejan verdaderamente la realidad social. Algunas autoridades educativas consideran -y así lo han publicado en diversos medios- que tan sólo son objeto de verdadero acoso escolar los casos que se han denunciado ante la Consejería de Educación y sus órganos dependientes; y el resultado -según ellos- es muy inferior a lo que refleja el Estudio Cisneros X.

"Es una equivocación -replica Iñaki Piñuel- que se utilice el recurso a los datos de las denuncias formales como indicador de la realidad de un problema, cualquiera que sea éste. Esto sólo puede confundir a la opinión pública. Ya ocurrió anteriormente con las cifras del maltrato doméstico, reducidas a tan sólo las decenas de mujeres que eran asesinadas; o con el ‘mobbing’, cuya prevalencia real algunos ‘observatorios’ socialmente miopes distorsionan presentando tan sólo el dato de las denuncias formalizadas ante los juzgados de lo social. Según este tipo de estadística serían solamente víctimas de la violencia doméstica las mujeres que la hubieran denunciado en los juzgados. O quizás más restrictivamente aún sólo habría que contar en las estadísticas oficiales los casos de las mujeres que ya hubieran fallecido asesinadas a manos de sus maridos. Todos sabemos que la realidad del sufrimiento de las víctimas de la violencia no oficialmente computada es muy diferente y en cualquier caso mucho más amplia."

Según el Estudio, un 23,2% de los niños españoles -prácticamente uno de cada cuatro, es decir unos 1.750.000 escolares en toda España- está viviendo de algún modo el acoso escolar. Además, un 53,7% de las víctimas de acoso escolar presenta síntomas de estrés postraumático (pesadillas, ansiedad, insomnio, flash back, pánico...), el 54,8% sufre depresión, el 53% tiene una imagen negativa de sí mismo...

Reproducimos a continuación, un interesante resumen del proceso de bullying o mobbing escolar, que, comentando los resultados del Estudio de Oñate y Piñuel, ha sido publicado por Ana María Ortiz en el suplemento Crónica de El Mundo.]

#347 Educare Categoria-Educacion

por Araceli Oñate e Iñaki Piñuel; resumen de Ana María Ortiz

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FASE 1: DESENCADENAMIENTO DEL PROCESO INSTIGADOR

Uno de los primeros tópicos que el estudio echa por tierra: el niño acosado no es un alumno carente de habilidades sociales, arrinconado por los demás por ser «gordo», «gafotas» o excesivamente tímido. El acoso puede recaer sobre cualquiera. «Muchos son niños absolutamente normales, felices y brillantes», dice Araceli Oñate. Prueba de ello es que muchas víctimas responden afirmativamente en los test a enunciados tan optimistas y generosos como «cuando pierdo en algún juego me alegro por los que ganan» o «prefiero salir con gente que quedarme a ver la tele».

El hecho que desencadena el proceso de acoso sorprende por lo puntual y lo insignificante. Cometer un error, haberse dejado anotar una canasta crucial como el niño de Andalucía, orinarse delante de la clase, sacar una nota que despunta por arriba o por abajo o incorporarse tarde al colegio... cualquier detalle basta para que el agresor se fije en alguien y decida convertirlo en su presa.

Ante esta caprichosa elección, los más pequeños son los más desprotegidos. El informe ha confirmado a los expertos lo que ya sorprendió en un estudio realizado anteriormente en la Comunidad de Madrid. Si en 1º de Bachillerato el acoso afecta al 11,40% de los alumnos, en Segundo de Primaria (niños de siete años) lo sufre el 41,4%. A medida que el niño crece, la posibilidades de ser blanco de sus compañeros de pupitre disminuyen: un 37% en 4º de Primaria, un 28,10% en 5º, un 25% en 6º, un 23% en 1º de ESO... De esta estadísticas, los especialistas extraen una mensaje esperanzador (puesto que el acoso disminuye con la edad, la escuela socializa) y una pregunta inquietante: ¿Qué se estará viviendo en las aulas de los niños de cinco y seis años, demasiados pequeños como para someterlos a una evaluación mediante test?

Entre las buenas noticias está el hecho de que el acoso escolar no reproduzca el patrón de la violencia de género, algo que algunos especialistas temían que imperara también en las aulas. Niños (el 24,4% son víctimas) y niñas (21,8%) lo sufren en igual medida. «Por lo general, los niños acosan a otros niños y las niñas a otras niñas», explica Piñuel. «Aunque sí es cierto que la modalidad de acoso y violencia escolar varía en función del sexo. Los niños se decantan más por la agresión física y las amenazas directas mientras que las niñas atacan a la víctima aislándola y excluyéndola, intentando bloquearla socialmente». Ser homosexual o extranjero tampoco da más papeletas para convertirse en blanco de los demás. Sólo un 1% de los acosadores eligió a su víctima «porque era diferente».

Harán falta más estudios y una digestión pausada de los datos para averiguar el por qué de las diferencias entre comunidades. Andalucía se sitúa en la cabeza de la lista, con un 27,7% de sus alumnos sometidos a un acoso intenso o muy intenso, seguida del País Vasco y Navarra (25,6%), y Asturias y Cantabria (23,6%). Mientras que las aulas menos conflictivas son las aragonesas (18,2%) y las canarias (19,1%).


FASE 2: COMIENZA EL HOSTIGAMIENTO Y EL ACOSO

El acosador ya tiene a su víctima en el punto de mira y comienza a desplegar sus armas para conseguir que el resto del grupo lo demonice también. Le pone motes, realiza caricaturas ofensivas, le grita, le chilla o lo maltrata ostensiblemente a la vista de todos... «Intenta que los testigos pasen a ser participantes activos en el proceso de acoso», explica Piñuel. Algunos colaboran en el hostigamiento por miedo al instigador y a que éste pueda cebarse con ellos también. Los más simplemente se dejan llevar por el mimetismo de la violencia. «La mayoría se burlará de la víctima, la estigmatizará y se apartará de ella por el simple hecho de que todos lo hacen», asegura Araceli Oñate.

Un 39,40% de los escolares estudiados por ella y Piñuel acosan esporádicamente a otros y el 3% son acosadores frecuentes o sistemáticos. Los que ejercen la violencia aducen la siguientes razones para hacerlo: «Porque me provocaron» (22,4%), «por gastar una broma» (8,6%), «para evitar que me lo hagan a mí» (2,9%), «por pasar el rato» (3,2%), «porque a mí me lo hacen» (3%)...

¿Y qué sucede con los acosadores tras la vida escolar? Los expertos creen que perpetúan la violencia y la trasladan al ámbito laboral, familiar o vecinal. Un 60% de los niños que acosa en el colegio comete algún delito antes de los 24 años.


FASE 3: EL ASESINATO PSICOLÓGICO

El niño acosado comienza a creer que todo lo hace mal, que es un desastre, tiene una visión pesimista de la vida y de los demás e incluso se inclina por pensar que los que lo acosan tienen razón. Se derrumba. Una de cada cuatro víctimas dice que lleva padeciendo esta situación «desde siempre», el 28% «desde que comenzó el curso», el 25% «desde hace unos meses» y el 22% lo sufre «desde hace unas semanas». En contra de lo que podría pensarse, les produce mayores daños psicológicos que le pongan un mote o lo aíslen que recibir una patada. Y son justamente las conductas más dolorosas las preferidas por los agresores: Bloqueo social de la víctima (29,3%), hostigamiento (20,9%), manipulación (19,9%), coacción (17,4%)...

Ante este panorama, el niño comienza a desarrollar los primeros síntomas de indefensión: disminuye su rendimiento escolar, se aísla socialmente, altera su conducta (pánico, ataques de rabia, llanto o miedo a ir al colegio), surge la agresividad y los primeros incidentes con la familia, aumenta el absentismo escolar, se retrae... El asesinato psicológico está en marcha.

Y es entonces cuando se procede a cometer, a decir de Oñate y Piñuel, uno de los mayores errores a la hora de intervenir. «Se busca la causa del acoso en la víctima, produciéndose el demoledor fenómeno de la victimización secundaria. Se le saca de clase para ir a ver al psicólogo, se le señala ante sus padres o demás compañeros como un niño difícil, insociable, agresivo, depresivo, hiperactivo, neurótico que presenta necesidades educativas especiales...», explica Oñate. Es decir: se le hunde aún más.


FASE 4: MANIFESTACIONES PSICOSOMÁTICAS GRAVES

La conclusión más alarmante del estudio es el enorme daño psicológico que sufren las víctimas. Un 53% presenta síntomas de estrés postraumático (pesadillas, ansiedad, temblores, sudoración, flash back, pérdida de la capacidad de concentración...), un 54,8% presenta síntomas de depresión, un 38% de autodesprecio, un 57,2 disminución de la autoestima, un 53% tiene una imagen negativa de sí mismo... El 15% presenta ideas suicidas recurrentes. «La vida en general es una porquería», «a veces me dan ganas de morirme», son algunos de los ítems del test AVE (Acoso y Violencia Escolar, TEA ediciones 2006) que mide este riesgo en los niños afectados. Ante tal cuadro clínico, no es de extrañar que con frecuencia muchos yerren en el diagnóstico y se confunda a la víctima con un enfermo mental.

«Algunos de estos niños, cuando los cambian de centro para tratar de cortar el acoso, pueden llegar a reproducir el comportamiento del agresor en el nuevo colegio. "Esta vez no me va a pasar porque soy yo quien va a dar"», explica Araceli Oñate. Es la lección que parece querer dar un polémico videojuego de Rockstar, protagonizado por un niño que sobrevive a los ataques de sus compañeros echando mano de bates de béisbol o bombas fétidas. En España se lanzará a finales de año.


FASE 5: EXPULSIÓN O AUTOEXCLUSIÓN ESCOLAR

Le sucedió a la niña apaleada en Burgos el pasado 4 de septiembre. Y al niño de Andalucía. La mayoría de los casos de acoso escolar se zanjan con la salida de la víctima del colegio. «Muerto el perro se acabó la rabia», dice Piñuel, muy crítico con esta práctica para la que ha acuñado el término de «síndrome de negación institucional». «Las instituciones escolares tienden a negar sistemáticamente que tales violencias existan en sus centros porque es una patata caliente que no desean. No quieren asumir la responsabilidad que tienen de proteger a los niños y demasiadas veces lo que esperan de las víctimas es que se marchen. Es la salida más cómoda, pero la más injusta y lesiva para el niño». En muchos casos el cambio de colegio está aconsejado por el orientador.

Piñuel y Oñate son también bastantes escépticos sobre la eficacia de las figuras que los colegios han creado para enfrentarse al acoso: comisiones de convivencia, mediadores o especialistas en resolución de conflictos. «Se le ha retirado la autoridad al profesor para corregir y reprochar conductas y se ha derivado en comisiones que tardan días o semanas en decidir. El agresor no aprende a tiempo que su conducta es reprobable porque el mensaje le llega 25 días después», dice Piñuel.

Los expertos son partidarios de la creación de un Plan integral de intervención en materia de acoso que apueste por el protagonismo de los profesores y les devuelva la posibilidad de actuar inmediatamente. Durante el curso pasado, Piñuel y Oñate lanzaron en algunos colegios de Madrid su propio plan. Y parece que funciona. Pusieron en marcha lo que llamaron «Protocolos de buen trato», una dinámica de creación de normas de comportamiento contra la violencia y el maltrato que los propios alumnos elaboran y que el colegio asume como propias: «Todos somos un equipo», «no arrinconar»... En las clases donde se ha aplicado, el acoso se ha reducido un 60%.

Otro dato esperanzador es que un 15,5% de los niños acosados asegure que son defendidos por otro compañero cuando les agreden. (Sólo el 9,6% dice que le ayuda un profesor y el 5,1% otro adulto). Unos héroes a decir de Piñuel y Oñate. «Un niño que ayuda a un excluido se convierte automáticamente en candidato a la marginación».

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