Los riñones sanos son un producto de gran valor en el mercado negro. La demanda creciente de riñones y la carencia de donantes en países desarrollados han convertido a los países en vías de desarrollo —como India, China, Filipinas y Pakistán— en minas para negociantes y médicos sin escrúpulos. Hasta hace poco parecía que el gobierno filipino iba a ocuparse de este problema con eficacia, emitiendo leyes apropiadas.
Después de una fuerte presión internacional, el gobierno ha adoptado una postura más ética, en apariencia. Sin embargo, los observadores son escépticos de que el gobierno sea capaz de cumplir sus generosas promesas.
¿Qué ha sucedido? El 3 de marzo el departamento de la Salud Pública divulgó una orden administrativa bajo el título: "Las nuevas normas para el trasplante de riñones de donantes vivos a personas no de su familia y los organismos para su ejecución". Las regulaciones propuestas parecían éticas, pero el siguiente matiz hacían ponerlo en duda: se permitiría a los donantes especificar la persona que recibirá su órgano o hacer una donación "no-dirigida”. ¿Qué es esto?
Esto supone un agujero en la ley lo suficientemente grande para que pase un camello gigante, ya que permite que los donantes pobres vendan sus riñones a extranjeros no de su familia.
El anterior Ministro de Salud, Alberto Romualdez, calificó esta situación como una “bomba ética de relojería”. Francis L. Delmonico, de Harvard, miembro de The Transplantation Society, el cuerpo profesional más importante para cirujanos de trasplantes, ha dicho a MercatorNet que la nueva legislación “permitirá a pacientes extranjeros de países ricos, utilizar a los filipinos pobres como fuente de órganos”. Los obispos católicos del país lo denunciaron: “la venta o comercio humano de órganos, por su misma naturaleza es moralmente inaceptable. Es contraria a la dignidad de la persona humana, a su auténtica autonomía y a la igualdad esencial de todas las personas... El cuerpo humano no puede ser tratado como simple materia u objeto de comercio.”
Esta declaración forzó a las autoridades de salud pública a revisar el proyecto. El mes pasado “cerraron el agujero” y prohibieron todas las donaciones de riñón a extranjeros no de su familia. Los informes recientes indican que los legisladores están contemplando incluso la posibilidad de incluir los receptores no de su familia bajo la prohibición.
¿Tendrá éxito esta prohibición?
¿Es posible que el diabólico negocio de la venta de riñones pueda evaporarse de un plumazo? El tráfico de riñones ha echado profundas raíces en Filipinas. Entre 1996 y 2006, según la Sociedad Filipina de Nefrología (PNS), el número de trasplantes de riñón en Filipinas se ha sextuplicado. El número de trasplantes de donantes vivos a personas de su misma familia se ha mantenido igual, mientras que el número de trasplantes de donantes a personas no de su familia aumentó de 52 en 1999 a 473 en 2006. El número de receptores extranjeros en 2004 y 2005 creció en un increíble 62%.
¿Qué tipo de persona puede ofrecer un riñón a bajo coste?: los pobres; y en Filipinas abundan. Solo en la localidad de Basesco, en la bahía de Manila, cerca de 3.000 de los 50.000 habitantes admiten haber vendido un riñón.
Según la Sociedad Filipina de Nefrología, estos donantes son todos varones, con una edad media de 29 años. Un tercio de ellos no tiene estudios de secundaria. La mayoría son gente del campo o conductores de triciclos, con una media de renta mensual por hogar de 90 dólares. Recibieron una media de 2.800 dólares, que usaron para pagar deudas, ayudar a su familia o empezar un negocio. En la mayoría de los casos no están contentos con el resultado. Cerca de tres cuartos de ellos confesaron a los investigadores que no mejoraron sus vidas económicamente. Un 80 % de ellos se sentían menos capacitados para trabajar. Prácticamente ninguno recomendaría a otros vender su riñón.
Los límites impuestos anteriormente por el gobierno habían logrado restringir el número de trasplantes a extranjeros, muchos del Oriente Medio, a un 10% del total. Ahora, la venta o la exportación de órganos humanos lleva consigo un castigo penal de encarcelación de 20 años y multas más altas que antes, pero los procesamientos por este delito son casi inexistentes. La venta de órganos sigue siendo un negocio altamente lucrativo para cirujanos ambiciosos.
Los críticos son escépticos
Esta es la razón que hace temer al Dr. Amihan Abueva, del Grupo asiático contra los traficantes de niños, que las nuevas disposiciones van a ser ignoradas o que los traficantes de riñones encontrarán nuevos resquicios legales para su negocio. El Dr. Gene Nisperos, de Health Alliance Democracy, observa que ya existían antes muchas órdenes administrativas que nunca se cumplieron. También ha declarado a MercatorNet que la privatización de los cuidados de la salud por parte del gobierno hace que él dude de la seriedad de esta nueva medida política.
El propio gobierno filipino permanece escéptico. Un informe del Programa filipino para la donación de órganos afirmaba el año pasado que el departamento de salud no podía “hacer cumplir las reglas, debido a su carencia de capacidad y habilidad para supervisar las clínicas acreditadas… Este programa carece de aptitudes para hacer cumplir adecuadamente las pautas éticas de los equipos acreditados… No existe documentación clara sobre el cumplimiento de las reglas, ni se han puesto en práctica debido a las deficiente estructuras establecidas, a su falta de medios y a la falta de esfuerzos de coordinación”.
Ideólogos liberales
Una razón para sospechar que los funcionarios del gobierno no están afrontando con seriedad la venta de riñones es que a los “economistas” les parecen muy bien las nuevas regulaciones. The Economist, por ejemplo, es partidario de la legalización del mercado de órganos: "Mucha gente encontrará repugnante la idea de que los individuos vendan sus órganos. Con todo, un mercado de órganos existe ya con los órganos de los difuntos. Muchas compañías ganan millones. Parece deplorable, por tanto, excluir a los individuos vivos de estas ganancias. Y sin perder de vista que extirpar un riñón es tan seguro como las cirugías más comunes o los tratamientos de belleza (no es más peligroso que la liposucción, por ejemplo). Por tanto los riñones no deben ser considerados distintos del resto de los órganos de un donante vivo”.
En condiciones ideales, tendría que haber reconocimientos médicos apropiados para determinar la idoneidad del donante. Pero en los tugurios de Manila, el broker no está interesado en asegurar la salud del donante, y el donante no está interesado en decir la verdad. Es fácil falsificar muestras de orina o normalizar la presión arterial con drogas. Newsbreak, una revista filipina, publicó recientemente el caso del filipino Doming Umandap, de 50 años, residente de la provincia de Quezón, que murió de un ataque del corazón unos meses después de donar un riñón.
En Filipinas, y en otros países pobres, los padres y madres de familia sin recursos están vendiendo sus órganos porque no tienen otra cosa que vender. Los filipinos necesitan a otro John Steinbeck, con una nueva versión de Las Uvas de la Ira, para llamar la atención al público sobre el horror del actual tráfico de órganos.
Solamente una fuerte voluntad política puede hacer cumplir la ley y hacer que no se repitan casos como el de Doming Umandap. Pero desgraciadamente muy pocos filipinos creen que el nuevo sistema de regulaciones vaya a modificar lo más mínimo esta situación.
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