SÍ A LA VIDA CONYUGAL, A PESAR DE LOS PESARES
[Se ha repetido con razón que la llamada ley del divorcio express ha llevado a convertir en papel mojado el matrimonio. Juristas y Pastores coinciden en esta misma valoración. La aplicación de esta ley ha facilitado que una buena parte de los casos de separación conyugal se hayan convertido inmediatamente en casos de ruptura conyugal. La posibilidad legal de lograr en breve plazo una ruptura express -"sin culpas que demostrar y sin motivos que aducir"- es indudablemente un factor generador de divorcio.
Hasta hace muy poco, cuando se daba una situación conyugal conflictiva, la separación matrimonial dejaba posibilidades de reconciliación futura: de hecho, se acababan reconciliando al menos un 20% de los matrimonios que se separaban (cfr. # 278 de este blog, en un artículo de Juan Ignacio Bañares).
Es muy claro que esta ley-trampolín no esté pensada precisamente para favorecer la restauración de la vida conyugal y familiar en España, sino todo lo contrario.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) de España ha hecho públicos, el pasado 15 de noviembre, los datos correspondientes al año 2006 sobre separaciones matrimoniales, divorcios y nulidades. Los datos principales se resumen en la tabla siguiente:
Como se ve la ley del divorcio exprés ha traído como consecuencia un gran crecimiento en el número de rupturas definitivas: en concreto, 126.952 en 2006, lo que significa un incremento del 74,3% respecto al 2005 (72.848) y mucho mayor respecto a 2004 (50.974); en cambio, las separaciones (18.793) disminuyen un 70,7% respecto al año anterior (64.028) y mucho más respecto a 2004 (81.618).
Un 72 % de las demandas de divorcio -alrededor de 90.000- se resolvieron en menos de seis meses. Los trámites se han agilizado, y esto también ha repercutido -¡y de qué modo!- en el número de matrimonios que se han separado antes de cumplir un año de casados.
En 2002, España tenía una tasa de divorcios (por 1000 habitantes) de 1,02 cuando en el conjunto de la UE ese indicador era casi el doble (1,93); en 2005, la tasa europea es de 2 y el valor de España ha crecido notablemente y oscila -según las fuentes- entre 2,16 (INE) y 1,7 (Wonkapistas); para 2006, ya la variación es entre 3,2 (Instituto de Política Familiar -IPF-, que es uno de los mayores índices de la UE) y 2,84-2,90 (Wonkapistas).
Juan Ignacio Bañares comentaba en el artículo citado más arriba: "Ni la precipitación es buena consejera, ni el apasionamiento lleva al acierto." (...) “Es cierto que una ley de divorcio nunca ‘obliga’, pero también lo es que es más fácil resfriarse si te obligan a vivir con las ventanas abiertas. Convivir, superar las dificultades de fuera y las crisis de dentro, supone tiempo, esfuerzo, paciencia: el matrimonio se hace en un momento; la vida conyugal se construye en ‘cada momento’. Uno se convierte en cónyuge en el momento de la boda, al darse y aceptarse como esposa o esposo; uno permanece cónyuge para siempre, debiendo aprender a vivir las nuevas circunstancias desde esa perspectiva, desde esa dimensión nueva libremente asumida. Por eso se dice que la fidelidad –vivir según el compromiso adquirido- es muestra del amor –que llevó a tal compromiso-. Así, aprender a amar no es sólo –aunque no sea poco- aprender a comprometerse: es también aprender a ser fiel en toda situación.”
En este mismo sentido, reproducimos un artículo titulado "Si a la vida conyugal, a pesar de los pesares", escrito por Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatra, que fue publicado en El Mundo (17-XI-2007).]
# 415 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia
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Lo que es evidente es que amor y trabajo, afectividad y profesión, constituyen los dos ejes decisivos sobre los que se consolida el ser humano.
Leemos estos días en la prensa el gran aumento del número de rupturas de parejas y divorcios en nuestro país. Quiero llamar la atención sobre cinco de los errores más frecuentes que se producen entre quienes se embarcan en la vida en pareja, o dicho de otra forma, en el manejo indiscriminado de la palabra amor:
En su célebre soneto Varios efectos del amor, Lope de Vega lo termina resumiendo así: «Beber veneno por licor/olvidar el provecho, amar el daño/creer que un cielo en un infierno cabe/dar la vida y el alma a un desengaño:/esto es amor. Quien lo probó lo sabe». Y un siglo antes, en el XV, Juan de la Encina, en uno de sus villancicos nos dice: «No te tardes, que me muero, carcelero./Sácame de esta cadena/ que recibo muy gran pena/pues tu tardar me condena/carcelero». El gran poeta romántico Bécquer nos pone delante del enamoramiento y nos deslumbra con sus certeros dardos expresivos, al ofrecernos lo mejor de sí mismo.
Con la esfinge de la palabra amor se acuñan muchas monedas falsas. Uno se emborracha de ella y puede perder incluso
2. Hacer de la otra persona un absoluto. Sería como una prolongación del concepto de cristalización que describió Stendhal, pero con algo más de fundamento. Decía este autor francés que enamorarse es idealizar al otro, con todo lo que ello significa.
El príncipe azul no existe, existe desde fuera, desde los aledaños de
Hoy tenemos mucha información respecto a las rupturas de pareja en medio mundo, lo que está llevando a un miedo enorme al compromiso conyugal, al ver los datos de la realidad sobre
El verdadero amor consiste en luchar por sacar lo mejor de la otra persona (y, por supuesto, lo mejor de uno mismo). Tener el arte, la gracia y el oficio de que lo más positivo que el otro tiene salga en la vida ordinaria.
En nuestra cultura, el hombre se enamora por la vista y la mujer por el oído. Al principio, en el enamoramiento casi todo se mueve en el juego de las apariencias. Después de los primeros lances, va apareciendo la verdad de cada uno. Conocer al otro en sus cosas positivas y negativas es tener un buen equilibrio psicológico.
3. Es un fallo bastante generalizado pensar que sólo con estar enamorado es suficiente para que el amor funcione.
Dicen los economistas que en los negocios hay que estar muy pendientes de los más mínimos detalles para que no se den sorpresas. Cuidar los detalles pequeños también es amor inteligente. La afectividad se parece también a un negocio en el que la cuenta de resultados es subjetiva y se mide por unos termómetros privados que nos dicen si el tema va bien o uno se desvía de la ruta.
En el hombre light, todo está centrado en lo material: dinero, éxito, poder, triunfo. Dicho de forma mas académica: hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo. Placer por encima de todo, acumulación, darlo todo por válido si a uno le apetece y tener una visión de la realidad tan amplia que se borran los límites geográficos entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto… Con esos presupuestos, es muy difícil mantener una relación sentimental estable, salvo que la otra persona sea capaz de doblegarse, desaparecer psicológicamente y someterse a fondo. Pero eso no es matrimonio, ni relación conyugal, ni vida de pareja. Eso es otra cosa.
La inteligencia afectiva nos lleva a saber plantear lo que son los sentimientos compartidos y a buscar soluciones. Anticiparse y resolver. Prever y solventar. Facultad para dominarse a sí mismo e ir entendiendo la geografía sentimental en su diversidad. Mapa del viaje exploratorio hacia la arqueología afectiva, espacio donde radica lo más humano del hombre. Desde esos parajes, uno debe esmerarse en concretar planos y aristas y territorios a modificar, enmendar y rehacer lo que no va como es debido.
4. La vida conyugal necesita ser aprendida. Es de una gran inmadurez pensar que una vez que dos personas deciden compartir su vida, todo circulará más o menos bien, por el sólo hecho de la decisión recíproca de estar el uno de acuerdo con el otro. Se necesita un consenso sobre lo básico, bien hilvanado. La convivencia es un trabajo costoso de comprensión y generosidad constantes, en donde no se puede bajar
En la psicología del aprendizaje hay todo un conjunto de reglas que se van a ir cumpliendo para que esa información se archive en la mente y dé lugar a respuestas eficaces y certeras, que solucionen conflictos y apacigüen problemas. La inteligencia y la voluntad deben estar aquí especialmente presentes. La primera como ilustración, perspicacia, percepción integradora, lucidez reflexiva, vivacidad que mueve a la experiencia y la trae a primer plano para aportar soluciones operativas. La segunda, la voluntad, no es otra cosa que la herramienta para luchar deportivamente y permitir vencernos en pequeñas escaramuzas, en batallas afanosas donde se pone el acento en puntos de mira concretos, específicos, en donde el empeño insiste para superar el capricho y el antojo del momento.
La inteligencia y la voluntad potencian la libertad y aseguran la diana de los propósitos. Una muestra pequeña de ello: compartir cosas positivas juntos, evitar la incontinencia verbal negativa (decirle cosas fuertes y negativas al otro, siendo demasiado directo), controlar el no sacar la lista de agravios del pasado (la colección de atranques y roces de atrás). Es necesaria mucha capacidad para perdonar (no hay auténtico perdón sin esfuerzo para olvidar), hay que evitar discusiones innecesarias (rara vez de la discusión sale la verdad, porque hay más desahogo y querer ganarle al otro en la contienda). Hay que evitar malos entendidos, que a veces están a la vuelta de la esquina.
Algunas personas tienen muy pocas habilidades en la comunicación conyugal y necesitan adquirir recursos psicológicos en esa área. Las expectativas demasiado idealistas ignoran la importancia de estos aspectos. Luego vendrá la vida con sus exámenes y esas asignaturas no preparadas no pueden ser superadas. Ahí se va a establecer una reciprocidad positiva, una especie de círculo de satisfacciones bilaterales. Intercambio de conexiones y vínculos que hacen mas fácil y agradable la vida del otro.
Nadie puede dudar que esto se aprende. No es posible que uno se embarque en una relación y todo funcione por una especie de automatismo innato. Verlo así implicaría un error de base que se pagaría muy caro a
5. Otra equivocación muy reiterada consiste en desconocer que a lo largo de cualquier relación conyugal, por estable y positiva que sea, han de darse algunas crisis psicológicas. Unas serán fisiológicas o normales, es decir, tránsitos necesarios, inevitables, por donde hay que pasar sin más remedio; forman parte de lo que es la condición humana, en lo que atañe a la comunicación y convivencia. Otras, relativamente fisiológicas, suceden con etapas propias del paso de los años, como el crecimiento de los hijos, el paso de las generaciones, las alternativas psicológicas, familiares y económicas…
Unas y otras deben ser superadas sin dificultad, salvo que la pareja no encuentre mínimos apoyos en su cercanía o se produzca la intervención desafortunada de algunos miembros de la familia que, con escasa fortuna psicológica, hacen daño y tienen un efecto contraproducente.
No hay felicidad sin amor y no hay amor sin renuncias. El amor entre dos personas es alquimia y complicidad y estar pendiente del otro. Para estar bien con alguien hace falta primero estar bien con uno mismo. La cultura sentimental es necesaria para alzarnos sobre la mediocridad del entorno. Por ahí nos acercamos a la vida lograda. Suma y compendio de la vida auténtica. Si no puedo cambiar el pasado, sí puedo dirigir el futuro.
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