DEBATE SOBRE DIOS
[El biólogo Richard Dawkins está de moda. Basta poner su nombre entre comillas en el buscador Google para que inmediatamente aparezcan 1.280.ooo referencias (si no se ponen las comillas, el número de referencias se eleva a 1.560.000). Sus libros figuran en las listas de los más vendidos y cualquier día aparece en la portada de Times.
Llama la atención el modo superficial y siempre negativo con que Dawkins aborda los temas religiosos.
Y continúa el Prof. Artigas: “Desde su primer libro El gen egoísta, Dawkins intenta explicar la evolución y todos los aspectos importantes del mundo viviente en función de los genes. En esta línea, introdujo la idea de los 'memes', replicadores culturales que desempeñan en el mundo de la cultura un papel semejante al de los genes en la biología. Aplica esta idea a la religión que, según él, sería un meme especialmente eficaz que se transmite y se contagia, y dado que considera que la religión es un factor negativo en la vida humana, lo califica como virus de la mente. No tiene inconveniente, al contrario, en presentarse como un enemigo de la religión, desempeñando en cierto modo el papel expresado en el título de uno de sus libros, El capellán del diabl0.”
Desde las páginas del Wall Street Journal (5-01-2007), Sam Schulman denuncia la aparición de un "nuevo ateísmo". No es un nuevo modo de pensar, sino más bien de combatir: se trata de criticar a la religión agresiva y descaradamente. En el pasado, algunos ateos decían que la fe era cosa de niños; hoy Dawkins y compañía aseguran que "creer en Dios no es ni siquiera algo infantil; [la religión] tampoco es adecuada para los niños".
"A los ateos de hoy les desagrada especialmente que los jóvenes reciban formación religiosa (...) Dawkins llega a sugerir incluso que el Estado debería proteger a los menores de las creencias religiosas de sus padres".
El último libro de Dawkins, The God Delusion, es más de lo mismo, pero con otra vuelta de tuerca en su agresividad contra la religión. Así, se permite escribir: "La formación religiosa es una forma de abuso de menores." Y dice también, por si a alguien le quedase alguna duda de sus intenciones: "No estoy atacando ninguna versión particular de dios. Estoy atacando a los dioses, a todos los dioses, a todo lo que sea sobrenatural, dondequiera que haya sido o vaya a ser inventado".
Roger Trigg de la University of Warwick (United Kingdom) comenta que Dawkins se niega a aceptar preguntas sobre el "por qué" de las cosas y que basta con conocer el "cómo". Trigg replica que aunque puede ser legítimo pensar que no todas las preguntas exigen una respuesta, de ningún modo se puede concluir que porque la ciencia no pueda responder a una pregunta sobre una cuestión, eso significa que no existe ninguna respuesta a esa cuestión.
En The London Review of Books (19-10-2006), Terry Eagleton muestra la contradicción en la que incurre Dawkins a lo largo de todo su último libro: "Dawkins piensa que toda fe es una fe ciega (...) a los niños se les educa para creer sin cuestionarse nada. (...) En la corriente principal del cristianismo, la razón, el argumento y la duda honesta siempre han desempeñado un papel relevante dentro de la fe. (Ya que Dawkins nos invita a dudar de todo, ¿dónde está su propia crítica de la ciencia, la objetividad, el relativismo, el ateismo y demás?). Es cierto que el creyente piensa que la razón no lo explica todo, pero lo mismo piensa la mayor parte de la gente no creyente que es sensible y civilizada. El mismo Richard Dawkins vive más de la fe que de la razón. Sostenemos muchas creencias que no tienen una justificación racional evidente, pero que sin embargo es razonable sostener. Sólo los positivistas piensan que “racional” quiere decir “científico”. Dawkins rechaza la más que razonable aseveración de que ciencia y religión no se oponen, argumentando que esto eximiría a la religión de la indagación racional."
Y concluye Eagleton: "Dawkins podría habernos dicho todo eso sin ser tan horriblemente malicioso con aquellos de sus colegas científicos que no están de acuerdo con él, y sin demostrar tanta ignorancia de la teología. También podría haber evitado ser el segundo individuo más mencionado en su libro – si consideramos a Dios como un individuo."
Se puede leer la traducción española del artículo de Terry Eagleton -realizada por Luis Zaldúa- haciendo clik aquí.
Reproducimos ahora un artículo de Alejandro Llano que publica este fin de semana La Gaceta de los Negocios (24-25.II.2007) y que se titula Debate sobre Dios. En él se habla de Richard Dawkins y también se recuerda, entre otras cosas, algo fundamental en nuestros días: que "la categoría de una sociedad viene dada por la hondura de las cuestiones que en ella se plantean y se discuten"; y que "nuestros problemas de fondo no son políticos, son ante todo culturales. Padecemos un déficit intelectual que casi nadie parece advertir ni hacer algo por remediar."]
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Links in English:by H. Allen Orr
London Review of Books (19-X-2006)
Lunging, Flailing, Mispunching,
by Terry Eagleton
by Sam Schulman
Modern atheists have no new arguments, and they lack their forebears' charm.
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#370 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología
por Alejandro Llano
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La categoría de una sociedad viene dada por la hondura de las cuestiones que en ella se plantean y se discuten. Suscita nostalgia recordar que la prensa europea prácticamente se inauguró con el debate entre Bossuet y Fenelon acerca del amor puro. Antes, en el siglo XVII francés, la cultura, la política y la religión andaban pendientes cada día de las polémicas acerca de la gracia entre Port Royal, Pascal y Arnauld, por una parte, y jesuitas y escolásticos en general, por otra. ¿Cómo valorarán, en cambio, nuestros sucesores la actualidad que comparece en los medios españoles de hoy? Sin necesidad de imaginarse el futuro, tarea problemática si las hay, cualquier contemporáneo nuestro que no esté empecinado por el partidismo y las ideologías se sonrojará ante la incapacidad de dialogar sobre los asuntos de interés común con un mínimo de rigor y altura. Nuestros problemas de fondo no son políticos, son ante todo culturales. Padecemos un déficit intelectual que casi nadie parece advertir ni hacer algo por remediar.
Nuestra debilidad conceptual se traduce en el sectarismo de las nuevas leyes con relevancia ética, y en la torpeza dialéctica que frente a ellas manifiestan quienes discrepan de unos planteamientos que se oponen frontalmente a la dignidad de los seres humanos. No es extraño que —en tal atmósfera de banalidad— proliferen, además, objeciones carentes de fundamento científico contra los grandes temas antropológicos y teológicos que llegan a nosotros avalados por los mejores pensadores de la historia y del presente.
La trivialidad campea en enfoques que atribuyen la admisión de la existencia de Dios a algún tipo de deformación genética o patología cerebral. La mejor filosofía de los siglos XX y XXI resultó posibilitada cuando Frege y Husserl argumentaron abrumadoramente que las leyes matemáticas y lógicas no dependen de la psicología, del modo humano de pensar, sino que poseen objetividad propia y autónoma. Lo cual es todavía más notorio cuando se refiere a la realidad absoluta y trascendente. Una postura mucho más grosera que el psicologismo, el biologismo, había quedado arrumbada en las vías muertas del XIX. Sin embargo, los mismos errores positivistas que fueron descartados en su momento por la fenomenología, la hermenéutica y la filosofía analítica del lenguaje, se reiteran hoy desde las páginas de los bestsellers o de los suplementos presuntamente científicos de periódicos que pasan por ser intelectualmente serios.
Una de las grandes carencias de nuestra vida intelectual es la ausencia de un número suficiente de pensadores creativos que se enfrenten de nuevo con las cuestiones hondas y palpitantes de la condición humana y, especialmente, con las convicciones y esperanzas que se están abriendo ante nuestras mentes a comienzos del siglo XXI. A falta de indagaciones propias, resulta que aquí se produce con mucho retraso la recepción de lo que en el ancho mundo se piensa y se discute. Por ejemplo, Richard Dawkins sigue siendo entre nosotros un oráculo de la ciencia, cuando no pasa de realizar una brillante —y muy sesgada, por cierto— labor de divulgación científica desde su cátedra de difusión pública de la ciencia en la Universidad de Oxford. Sin haber leído todavía su libro The God Delusion no falta quien comparte cándidamente con él la convicción de que Darwin respondió suficientemente a todas las preguntas concernientes a la existencia del mundo y a la realidad de la mente humana. Otro escritor no menos brillante, Stephen Gould, ha desplegado un panorama de la evolución biológica mucho más complejo, difícilmente compatible con simplificaciones obsoletas. Según decía Elizabeth Anscombe, discípula predilecta de Wittgenstein, contestar a los interrogantes sobre el origen radical de las cosas con la fórmula evolución equivale a reconocer la propia ignorancia.
La gran tarea pendiente para los españoles es dar un empujón decisivo a la investigación científica. Para romper de una buena vez nuestra mediocridad investigadora, se impone convertir en público el convencimiento de que las ciencias naturales, sociales y humanas no están al servicio de posiciones dogmáticas o partidistas. El conocimiento constituye un patrimonio de todos, y el ambiente de su crecimiento es la completa libertad de expresión y el fomento de la creatividad.
“Arrieros somos y en el camino nos encontraremos”. Todos compartimos los mismos problemas acerca del sentido de la vida, la existencia de Dios y nuestro destino tras
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