18 mayo 2006

DE LA EVOLUCIÓN A LA INVOLUCIÓN: VOLVEMOS AL MONO

[En el artículo de José Ignacio Munilla que ahora reproducimos -se publicó en El Diario Vasco (10-V-2006)- se comienza hablando del Proyecto Gran Simio (cfr. # 299) pero sobre todo se hace un lúcido análisis -que a veces pasa inadvertido para muchos- de cómo esa propuesta parlamentaria socialista está perfectamente enmarcada en una extensa serie de falsificaciones en temas muy graves de la antropología y de la ética.

Entresacamos algunas de las ideas:
  • cambiar el concepto de persona;
  • disgregar la persona humana de su propia sexualidad;
  • la falsificación del concepto de matrimonio;
  • la equiparación de la unión homosexual al matrimonio;
  • la desintegración antropológica entre amor y sexo;
  • la pornografía que ha reducido la sexualidad a lo instintivo y animal;
  • la violencia machista que es consecuencia evidente del confusionismo sobre el concepto de persona, que convierte las relaciones humanas y conyugales en algo puramente animal: como en el reino animal, en general el macho domina a la hembra y utiliza el sexo como instrumento de sometimiento;
  • el desamor, una de cuyas principales manifestaciones es el divorcio, está en el inicio de todas estas falsificaciones antropológicas.
Dice el autor de este texto: Cuando Benedicto XVI decidió publicar su primera encíclica, Dios es amor, lo hizo plenamente consciente de que el centro de la crisis que padecemos no es tanto la moral, cuanto la carencia de sentido de la existencia.]

#307 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por José Ignacio Munilla Aguirre
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A finales de abril se admitía a trámite en el Congreso de Diputados de España una Proposición no de Ley, por la que se instaba a la adhesión al Proyecto Gran Simio, presentado por la organización internacional del mismo nombre. Por mucho que la ministra Cristina Narbona haya salido a la palestra diciendo que no hay motivo para alarmarse, ya que tan solo se trataría de una iniciativa en favor de la preservación de unas especies en peligro de extinción, muy a pesar de ella, ocurre que existe la posibilidad de conocer directamente los contenidos y propuestas del Proyecto Internacional Gran Simio, al que el gobierno Zapatero quiere que nos adhiramos. Una vez más, parece que vamos a ser pioneros en sumarnos a una iniciativa que inaugura en España una campaña internacional.

En la web oficial Proyecto Gran Simio se nos ofrece unas imágenes de cuatro simios y un hombre, y entre ellas se coloca el signo matemático de igualdad. Mono = hombre. Los contenidos de la página son claros y diáfanos: «El objetivo es borrar la idea de la especie». «La idea es radical pero sencilla: incluir a los antropoides no humanos en una comunidad de iguales, al otorgarles la protección moral y legal de la que, actualmente solo gozan los seres humanos trabajar por la supresión de la categoría de propiedad que ahora tienen los antropoides no humanos y por la inclusión inmediata en la categoría de personas». «Nuestro objetivo a largo plazo es conseguir una Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Grandes Simios Antropoides». «Compartimos el 98,4% de los genes con los chimpancés, el 97,7% con los gorilas y el 96,4% con los orangutanes... La diferencia genética es menor que la existente entre especies de un mismo género y familia». (Nada se dice en la citada web del dato científico contrastado de que el cerdo tiene mayor similitud fisiológica con nosotros que los simios. ¿Para cuándo el Proyecto Gran Cerdo?, permítasenos la guasa). Pero aunque pudiera parecer todo esto una broma, estamos ante algo muy serio. Peter Singer, filósofo australiano, es uno de los ideólogos de este Proyecto Gran Simio que el parlamento español se dispone a suscribir. Este autor afirma (cf. Etica Práctica, 2ª edición) que si un animal tiene más perspectiva de futuro que una criatura humana que esté enferma, entonces tiene también más derechos. Su ética práctica afirma que los derechos los da la biología. El ser humano es despojado de este modo de su categoría de persona.

¿Por qué oculta esta realidad la señora ministra al afirmar que sólo se trata de una campaña de protección de especies en extinción? ¿No será que al despojar al ser humano de su dignidad de persona humana, se está buscando un aval ético para justificar la experimentación con embriones humanos y lo que esté por llegar con los enfermos en fase terminal?

Sería imposible entender esta propuesta parlamentaria sin tener en cuenta la serie muy larga y concatenada de falsificaciones en temas muy graves de la antropología y de la ética que le es consecuente. Veamos algunos eslabones de esta crisis:
  • 1º.- Cambiar el concepto de persona, disociándolo de la especie humana, requería previamente otras fragmentaciones antropológicas; por ejemplo, disgregar la persona humana de su propia sexualidad. Recordemos que el Gobierno español ha anunciado ya su apoyo a las reivindicaciones de los colectivos de transexuales, para costear las operaciones de cambio de sexo o la permisión de cambio de sexo en el Registro Civil. El sexo ya no sería «algo que se es» (personalidad masculina o femenina), sino «algo que se tiene»: es decir, unos órganos sexuales que pueden cambiarse a elección de cada uno.
  • 2º.- Y a su vez, esta disociación de la personalidad de su propia sexualidad, está en consonancia con la falsificación del concepto de matrimonio, el cual deja de ser la unión del hombre y la mujer. El matrimonio pasaba de ser la institución natural en la que se engendra la vida en comunión de vida conyugal, a un mero pacto civil que ampara una simple convivencia sexual.
  • 3º.- La aceptación del matrimonio homosexual, sin que su imposibilidad de engendrar la vida sea considerada como obstáculo para su equiparación al matrimonio natural, sólo es posible porque anteriormente la mentalidad antinatalista había impregnado nuestros valores. La anticoncepción y el aborto habían introducido una lógica en la que la sexualidad se disociaba de la procreación.
  • 4º.- El terreno había sido abonado también en gran manera por otra desintegración antropológica: amor y sexo. La pornografía se ha encargado de reducir la sexualidad a su dimensión instintiva y animal. Nada que ver con la sexualidad como expresión de amor y vehículo de donación y entrega de la vida.
  • 5º.- La violencia machista no es más que otra manifestación de la animalidad del hombre, un desdibujamiento práctico y moral del concepto de persona. El origen del machismo está en la «ley del más fuerte». Es decir, su raíz está en la vivencia de las relaciones humanas a nivel animal. Al igual que en el reino animal, el macho domina por lo general a la hembra, haciendo del sexo un instrumento de sometimiento.
  • 6º.- Y, ¿cómo no!, el desamor, una de cuyas principales manifestaciones es el divorcio, está en el inicio de todas estas falsificaciones antropológicas. Cuando Benedicto XVI decidió publicar su primera encíclica, Dios es amor, lo hizo plenamente consciente de que el centro de la crisis que padecemos no es tanto la moral, cuanto la carencia de sentido de la existencia. Sólo cuando sabemos que venimos del Amor y que volvemos a él, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos, amando con un amor que integra el ágape y el eros. Si en el inicio de la crisis antropológica está el desamor, el Proyecto Gran Simio nos permite comprobar que el último eslabón de esta crisis afecta al mismo concepto de persona.

Lo paradójico es que los que acusaban a la Iglesia de no aceptar a pies juntillas la evolución, sean los protagonistas de la involución. Decían que el hombre proviene del mono, ¿y a mero mono lo han terminado por reducir! Si en la web antes mencionada se dice que simio = hombre; entonces, por lógica, hombre = simio. Por ello, hoy más que nunca, conviene recordar lo que el difunto Julián Marías afirmaba dirigiéndose a un grupo de sacerdotes: «cada vez es más necesaria la predicación de la existencia del alma humana, para preservar la dignidad del ser humano». Nos enfrentamos a un riesgo real de despersonalización del hombre. Con cierta sorna me decía ayer un amigo que había que buscarle a todo su lado positivo: «mi esperanza de que no me apliquen la eutanasia es que me asimilen a los simios». Y de la ironía a la realidad: la última batalla del laicismo se va a concentrar en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana.

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