MUJERES JÓVENES, PREPARADAS Y EN CASA
[Cada vez está más prestigiado el trabajo del ama de casa como piedra angular de la familia. Ya son muchas las voces que se alzan pidiendo la desaparición del paradigma que afirma que sólo se puede encontrar la realización personal en el trabajo profesional fuera del hogar.
Un reciente estudio del Instituto de la Mujer, ha mostrado que el 60,2% de las amas de casa se declaraban bastante o muy satisfechas con su realidad, frente al 9,8% que se declaraban bastante o muy insatisfechas.
Virginia McGough es ama de casa en Cheshire (Gran Bretaña) y tiene cinco hijos. Dice a todo el que quiera oirla: Para mí, cuidar de mi familia es un verdadero trabajo profesional. Esta idea realmente desafía la teoría generalizada de que el único trabajo verdadero es el remunerado y de que una mujer que deja un trabajo externo para cuidar de la familia está desperdiciando su vida... Claro que todo depende de lo que uno considere importante en su vida.
Reproducido de Alfa y Omega.]
#271 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia
por María Martínez López
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Algo está cambiando silenciosamente en muchos hogares de España y de otros países. Cada vez son más las mujeres jóvenes con hijos que eligen o se sienten obligadas a dejar el trabajo remunerado y dedicarse en pleno a su familia. Es una opción que aporta mucho, pero que también tiene inconvenientes importantes, en gran parte por la falta de apoyo de las instituciones y por los injustos prejuicios que se tienen de su admirable tarea:
«Contable, gerente de compras, relaciones públicas y secretaria, cocinera y nutricionista, encargada de limpieza y mantenimiento, médica, puericultora, psicóloga y educadora». Así describía la CEACCU (Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios), en 1996, el papel de las amas de casa. Paradójicamente, a la vez afirma que, según las propias amas de casa, los demás opinan que no trabajan y llevan una vida fácil y cómoda. Otras facetas de la mala imagen que este sector cree que se tiene de ellas incluyen el estar frustradas, amargadas y obsesionadas por la limpieza, aparte de ser cotillas e incultas.
Esta imagen es la que normalmente se enmarca dentro del término despectivo maruja, que, según la Real Academia de la Lengua, señala al «ama de casa de bajo nivel cultural». En la imaginación popular esto significa cincuentonas con bata y rulos, enfrascadas en una animada conversación a través de su patio y que, muchas veces, no conocen otro mundo que el reducido ámbito en el que se mueven.
Por ello, doña Begoña García, a sus 34 años, se molesta un poco cuando se le pregunta si es un ama de casa de las de toda la vida: «Ahora, casi todas las amas de casa jóvenes han tenido un trabajo». A lo que hace referencia es al hecho de que cada vez hay más madres jóvenes que dejan un puesto de trabajo para atender a sus hijos. Según un informe del Instituto de la Mujer, publicado en el año 2002, un 9,3% de las amas de casa tenían entre 16 y 34 años, y un 13,8% entre 35 y 44; una proporción de jóvenes que seguramente sea ahora mayor, teniendo en cuenta que, según el Instituto Nacional de Estadística (información recogida en www.educaweb.com), sólo en el primer trimestre de este año, 111.100 mujeres han abandonado su puesto de trabajo para dedicarse a su familia.
Parece, por ello, que está afianzándose en España un fenómeno que ya se ha dado en otros países, como Estados Unidos, donde mereció el 22 de marzo de 2004 un amplio reportaje en la prestigiosa revista Time. Según ese reportaje, el 22% de las madres que tienen una carrera o un máster se queda en casa. Además lo hacen con una nueva perspectiva: la temporalidad. Convencidas de que «se puede tener todo, pero no al mismo tiempo», quieren estar con sus hijos mientras son pequeños, y luego reincorporarse al mundo laboral. Seguramente con esa misma intención, una tercera parte de las amas de casa entrevistadas por el Instituto de la Familia en 2002 afirma que están en su rol de forma circunstancial, como tercera vía entre las que asumen este rol de forma voluntaria (51,6%) y las que lo hacen en contra de su voluntad (12,7%).
A la fuerza
Este cambio no parece, sin embargo, estar exento de paradojas y contradicciones. La principal de ellas consiste en que, en muchos casos, la mujer no puede elegir con total libertad entre un empleo remunerado y dedicarse plenamente al trabajo en casa. Por un lado, «mujeres que quisieran dejar el trabajo no pueden hacerlo porque necesitan ese segundo sueldo»; en parte por la falta de ayudas oficiales, afirma doña Gloria Juste, de la organización Mujer, Familia y Trabajo. Y, por otro, mujeres a las que en un principio les gustaría trabajar, se ven «obligadas a elegir quedarse en casa», porque se les hace imposible conciliar la vida familiar y laboral, continúa Juste; o, después de haber dejado o haber sido despedidas de un trabajo, no pueden encontrar otro, debido a su condición de madres.
Begoña García es una de estas mujeres. Hace tres años, la empresa en la que trabajaba como consultora informática llevó a cabo un despido masivo de trabajadores, incluidas muchas mujeres con hijos pequeños: «Mi hijo David no tenía ni un año. Yo quería buscar otro trabajo, pero mientras tanto me quedé embarazada otra vez, y, aunque me surgían ofertas, todas se paraban en cuanto les decía que estaba embarazada». Ahora que Paula, la pequeña, tiene ya dos años y David, con cuatro, va al colegio, podría ser todo más fácil para esta licenciada en Física. De hecho, «la primavera pasada conseguí un trabajo, pero tuve que renunciar a él porque no encontré guardería para Paula». Tampoco puede seguir buscando otro trabajo porque «las guarderías de la Comunidad Autónoma cogen sólo a niños cuyos dos padres trabajan, y, como ya no cobro el paro, no podemos pagar una privada».
Aun en el caso de haber conservado su empleo, Begoña no descarta haberlo dejado voluntariamente, si le hubieran puesto muy difícil tener el segundo hijo. «Al principio, la empresa te engaña, te vende lo de la lealtad, pero al final descubres que todo es un negocio», incluso la relación laboral. «Hay que ver si te interesa o no –continúa–. No van a dudar en despedirte si les hace falta, así que no creo que hubiera renunciado a otro niño por ellos».
Ella parece haber descubierto antes lo que, según Gloria Juste, siente otro grupo de mujeres: aquellas que dejan el trabajo más tarde, alrededor de los cuarenta años. Después de años de lucha por conciliar familia y trabajo –explica–, «se dan cuenta de que han hecho muchos sacrificios y, al final, ven que no les ha valido la pena».
Libertad para ser diferentes
Junto al creciente número de mujeres que dejan, aunque sea temporalmente, la oficina por el hogar, en Estados Unidos también están surgiendo feministas que, aunque defienden la igualdad de oportunidades, también aceptan, en oposición al feminismo radical, la posibilidad de que «los hombres y las mujeres podrían ser diferentes en lo que se refiere a preferir un estilo de vida doméstico», como defendió Christina Hoff Sommers, una de las principales representantes de esta corriente, en un artículo publicado en marzo de este año, en la revista estadounidense National Review (22 de marzo de 2005): «Las mujeres están concentradas de forma menos obsesiva en sus carreras y es más probable que encuentren la realización en cuidar de los hijos».
Que las mujeres que se encuentran en esa situación puedan dejar su trabajo, y que las que prefieran conciliar vida laboral y familiar puedan hacerlo, es el objetivo de la organización Mujer, Familia y Trabajo. Gloria Juste explica que cada familia tiene que «ser libre de tomar sus propias decisiones», y los padres no pueden «verse obligados ni a trabajar ni a dejar de trabajar». Pero todavía falta mucho para que se den las condiciones necesarias para esto. En el caso de las mujeres que aspiran a conciliar trabajo y familia, los enemigos son claros: falta de recursos para el cuidado de los niños y de colaboración por parte de muchas empresas, que no facilitan alternativas a la jornada completa, como horarios flexibles o media jornada.
Las empresas son también responsables de que, cuando sus hijos ya han crecido, muchas madres que dejaron temporalmente de trabajar no puedan reincorporarse a la vida laboral. Para muchas mujeres, como Begoña, va a ser difícil encontrar algo, y seguramente deban «empezar casi de cero», porque cuando los niños entran en el colegio ellas ya han estado, como mínimo, tres o cuatro años fuera del mercado. «Aunque tienes experiencia, las empresas quieren aprovecharse, y tú ya no aceptas cualquier tipo de condiciones de horario o de sueldo, como cuando empezaste», con lo cual es difícil que encuentres algo, explica la madre de David y Paula.
Según el Instituto de la Mujer, un 26,6% de las amas de casa en edad laboral tienen «bastantes o muchos deseos» de trabajar en el futuro, pero sólo un 12,5% creen tener «bastantes o muchas probabilidades». El saber que la reincorporación posterior es difícil puede desanimar a las mujeres a dejar el trabajo durante unos años.
Ayudas, a la cola de Europa
Son otros dos, sin embargo, los principales enemigos de las amas de casa: la falta casi total de ayudas a la familia que hay en España y el estigma que todavía hoy tiene este rol. Las ayudas a la familia sitúan a España a la cola de Europa. Según el manifiesto Conciliación vida familiar-laboral, dado a conocer en primavera por 8 organizaciones –entre ellas, el Foro Español de la Familia y Mujer, Familia y Trabajo–, España dedica sólo un 2,1% de su PIB a la protección de la familia y la infancia, frente a la media europea, el 8,5%.
Además, esta ayuda, según don Eduardo Hertfelder, Presidente del Instituto de Política Familiar, es «asistencialista, individualista o sólo para familias específicas». Asistencialista, porque la prestación social por hijo al cargo es sólo para las familias con rentas más bajas; individualista, porque la ayuda de 100 euros mensuales a los hijos menores de 3 años se otorga sólo a las madres trabajadoras, con lo cual se pierde si la madre deja de trabajar –cuando más la necesitaría–, muere, o el padre se queda con la custodia de los hijos en caso de divorcio. Hertfelder añade, además, que la mayoría de las ayudas autonómicas se aplican sólo a determinados tipos de familias, como las numerosas o los casos de partos múltiples –casi siempre, excepto los dobles–, con lo cual su repercusión es muy limitada.
Nada que ver con otros países europeos. En Noruega, además de una ayuda mensual de cerca de 120 euros por hijo menor de 18 años, existe un subsidio que permite a los padres quedarse en casa, percibiendo en muchos casos el 100% de su salario durante 42 semanas, o el 80% durante 52 semanas –en caso de no cumplir los requisitos hay una única ayuda de 4.200 euros–. Además, si los niños no van a guardería subvencionada, o van a tiempo parcial, existe una ayuda extra de más de 400 euros al mes. En otro país escandinavo, Suecia, también existe una remuneración si los padres se quedan en casa. Los padres disponen de 480 días –90 de ellos de permiso con un salario menor– con un subsidio proporcional a su salario, y además pueden repartir estos días flexiblemente, tomando sólo unas horas cada día y alargando así el período de prestación. En un país más cercano, la vecina Francia, se acaba de aumentar la cuantía del llamado salario maternal, que ascenderá a 750 euros al año, durante un año, para las mujeres que tengan su tercer hijo.
Estas medidas parecen aproximarse a un sueldo para amas –y amos– de casa, y, sin embargo, desde el IPF, el señor Hertfelder reconoce que «un reconocimiento económico –salario, bajas, pensión– es complicado por el gasto que supondría», pero alude a otro tipo de ayudas que considera bastante urgentes. Una de ellas es la ampliación de la prestación por hijo al cargo hasta que los hijos finalicen sus estudios, además de hacerla universal. También habría que universalizar, en su opinión, la ayuda de 100 euros, además de concederla a la familia en su conjunto, independientemente de que los padres trabajen o no. Esta reivindicación –junto a la de reformas fiscales y ayuda a las empresas flexibles– está también recogida en el manifiesto Conciliación, que además solicita que se amplíe la cuantía a 200 euros y hasta que los hijos cumplan 5 años.
Pero, según apunta Hertfelder, con las ayudas esporádicas no es suficiente: «Es necesario un Plan Integral de Familia», desde instituciones creadas con ese objetivo, y que abarque ayudas directas a los gastos del día a día; un pacto por la vivienda, «para que las familias no tengan que invertir en ella la mitad de sus ganancias»; y otras medidas destinadas a la conciliación, la prevención de rupturas matrimoniales, y el derecho a la educación.
Explotadas y despreciadas
Por otro lado, son muchas las voces que se alzan pidiendo la desaparición del paradigma que afirma que sólo se puede encontrar la realización personal en el trabajo. De hecho, en el estudio del Instituto de la Mujer, el 60,2% de las amas de casa se declaraban bastante o muy satisfechas con su realidad, frente al 9,8% que se declaraban bastante o muy insatisfechas. Pero el desprecio hacia la labor de amas de casa se refleja también en que «la gente piensa que no haces nada en todo el día, que no sabes nada», explica Begoña. Una situación que –afirma– se da más entre las mujeres que trabajan. Ante esto, Gloria Juste defiende que «hace falta que mucha gente asuma el compromiso de cambiar la cultura y la educación, cambiar el modelo de éxito que se nos ha presentado, en el que no está incluido ser ama de casa». Hace falta convencer de que «te puedes desarrollar plenamente dentro de tu familia, y a la vez cumplir una labor importante. Las amas de casa son una riqueza por lo que aportan dentro de su núcleo familiar» y, a través de él, «a la sociedad en general».
Ese déficit en la educación puede ser la razón por la que, normalmente, el resto de la familia no se implique en las labores de casa. Es el ama de casa la que se echa todo a la espalda, sin conocer ningún tipo de descanso. El promedio de horas que trabajan los fines de semana es casi el mismo que los días de diario, según el Instituto de la Mujer. El mismo estudio afirma que, «en aquellos hogares donde la mujer no tiene una actividad laboral remunerada, la participación de los cónyuges o parejas en el trabajo doméstico es claramente inferior a cuando sí la tiene».
En 2002, un 50,9% de las mujeres se declaraban «estresadas por el exceso de tiempo y esfuerzo» de su labor, y un 28,4% se quejaban de sentirse explotadas por los demás miembros de su familia. Esto puede llevar, según el psicólogo don Javier López, experto en familia, a sentimientos de despersonalización e incompetencia, comportamientos violentos, trastornos de depresión o ansiedad –hasta un 14% de ellas necesitarían tratamiento–, e incluso síntomas físicos como fatiga, problemas de sueño, dolores, alergias y otros. En el caso de las amas de casa, estos problemas se suelen agravar porque las mujeres creen que se trata de dolencias pasajeras, que desaparecerán con el tiempo o si ellas se hacen más fuertes; aparte de que se sienten obligadas a no abandonar ninguna de sus responsabilidades.
Nuevos horizontes
La solución a estos problemas, aparte de afrontar los sentimientos negativos y aprender a delegar parte de sus cargas, pasa por buscar actividades gratificantes. Que una mujer sea ama de casa no debería significar que tenga que estar siempre en casa u ocupada en tareas relacionadas con el hogar, porque, si no, «su mundo se reduce demasiado», afirma Gloria Juste. Según el Instituto de la Mujer, al 33,9% de las mujeres les gustaría mejorar su formación laboral o personal, al 26,2% implicarse en actividades culturales y sociales, y al 25,8% en labores religiosas o humanitarias, pero sólo lo hacen el 6,9%, el 12,3% y el 10,5% respectivamente. Dedicar un tiempo fijo a reunirse con amigos y otras actividades de ocio puede ser otra posibilidad. Pero para ello es necesario, como siempre, el apoyo del entorno.
Begoña reconoce que su marido no dedica mucho tiempo «a lo que es la casa, pero sí que me ayuda mucho con los niños. Tengo completa libertad para quedar con amigas o ir de compras, porque él se queda con ellos». Incluso cuando «me nota que estoy estresada, los coge y se los lleva a algún sitio y me deja que me quede un rato sola y tranquila en casa». Aparte de estos períodos de descanso, esta joven ama de casa también dedica dos tardes a la semana a aprender corte y confección.
La necesidad es la madre de todos los inventos, y los problemas que van surgiendo en este campo, como en todos, dan lugar a soluciones más o menos creativas. Begoña explica que «la gente normalmente está muy dispuesta a ayudar, y cuando tengo que ir al médico o me surge alguna cosa, siempre suelo encontrar a alguien dispuesto a quedarse con Paula».
Esta forma espontánea de ayuda informal y la falta de medios públicos ha dado lugar a una interesante actividad que, según esta joven madre, «se está empezando a hacer bastante», las guarderías en casa: madres que no trabajan se hacen cargo también de los hijos de sus vecinas o amigas trabajadoras, y a cambio reciben lo que éstas pagarían a una guardería. Así, «no sólo sabes que alguien de confianza se encarga del niño, sino que, además, lo puedes llevar cuando está malito, cosa que en muchas guarderías no te dejan hacer». Begoña habla por propia experiencia, ya que, mientras todavía trabajaba, dejaba a David con una amiga, y no descarta cuidar de los hijos de otras «si surgiera la oportunidad».
A pesar de todo, parece reinar un moderado optimismo. Un 40,5% de las amas de casa creían en 2002 que su papel mejorará en el futuro, frente al 7,2% que creían que empeorará –aunque la mayoría, un 46%, cree que se mantendrá igual–. Don Eduardo Hertfelder, del Instituto de Política Familiar, también cree que mejores tiempos están por venir para la familia, y, aunque reconoce que «nos queda un buen trecho, el cambio no es tan difícil, porque cada vez hay un papel más activo de las familias».
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Cuando de quien se cuida es del abuelo
Aunque la figura del ama de casa se relaciona normalmente con la mujer que trabaja en su hogar y atiende a sus hijos, hay otro grupo de amas de casa con otra labor, que en bastantes ocasiones se suma a las anteriormente citadas: las amas de casa cuidadoras, aquellas que, además de su labor doméstica, están al cargo de ancianos, enfermos o impedidos. El psicólogo don Javier López, que ha investigado a este grupo, concluye que ocho de cada diez cuidadores son mujeres, y que la mayoría son «de mediana edad, cerca de los cincuenta años, de un nivel económico y cultural medio o medio bajo, y, casi siempre, son las únicas que los cuidan». Aunque también hay casos de maridos que se hacen cargo de su esposa cuando los hijos no lo hacen. Según su experiencia, la mayoría se encuentran a gusto en su papel, y valoran de forma positiva su dedicación a ese familiar, que normalmente es uno de sus padres. Este psicólogo afirma que son muchas las que hablan de reciprocidad, de «devolver al mayor lo que éste ha hecho por ellos, y también se da un crecimiento personal», a pesar de la dura carga que en ocasiones esta labor supone, no sólo por los problemas relacionados con la edad o la minusvalía de estas personas, sino también en muchos casos por enfermedades degenerativas como el alzheimer. Sin embargo, también reconoce que cerca de un 30% de ellas muestran problemas relacionados con el estrés, y que este estrés puede afectar a su vida familiar y a su estado físico. A esto se añade que muchas de estas mujeres, además, ya no son jóvenes, y «a veces tienen que llevar a cabo tareas físicas continuas, como mover a los enfermos, ducharlos, etcétera».
Como en tantos otros casos, aquí se vuelve a observar la falta de ayudas públicas. «Lo que más hay –explica don Javier López– es ayuda a domicilio, pero la mayoría de las veces es muy puntual; por ejemplo, ir un par de días para las tareas de más esfuerzo físico». Además, la falta de medios públicos afecta sobre todo a los hogares de clase media, pues «no pueden pagar lo privado, y lo público atiende a los que tienen menos recursos». Incluso cuando se recurre a residencias o centros de día, el malestar del cuidador en ocasiones no disminuye, en opinión del psicólogo, porque, «para ellos, esa labor es una obligación moral, y a veces aparecen sentimientos de culpa que dificultan las decisiones objetivas».
Por este mismo motivo, no es demasiado normal que estas cuidadoras pidan directamente ayuda psicológica, aunque la necesiten. «Lo que más demandan es asesoramiento en cuanto al cuidado de la persona mayor. Lo que la gente hace más es acudir a las asociaciones de familiares de enfermos. También suelen pedir ayuda de forma algo solapada cuando acuden al médico de cabecera de la persona a su cargo». El psicólogo «es el último recurso, porque todavía estigmatiza mucho», añade, aunque también afirma que cada vez acuden más las cuidadoras más jóvenes y formadas.
Las mujeres que tienen a su cargo a algún familiar también muestran reticencias a la hora de delegar en personas de su entorno más próximo. Don Javier López explica la razón: «Se crea una relación muy estrecha entre la persona mayor y la que le cuida», y dicen que nadie lo va a hacer como ellos. Aunque reconoce que también son muy frecuentes los casos en los que los demás miembros de la familia, en ocasiones por no saber cómo hacerlo, se inhiben y no ayudan. Por eso, este psicólogo defiende que hay que aumentar y mejorar las ayudas que ya hay, además de adaptarlas más a las situaciones concretas. Y estas ayudas no han de ser sólo para la persona mayor, sino también para el cuidador: «Todo lo psicoeducativo ayuda mucho, y las mismas mujeres se dan cuenta cuando van. Que no empeoren, al mismo tiempo que la salud del enfermo se deteriora, ya es un logro».
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10 pistas contra el estrés del ama de casa
En su trabajo con amas de casa, el psicólogo don Javier López y sus compañeros ofrecen a las amas de casa propuestas en torno a los siguientes puntos, para cuando empiecen a sentir síntomas de estrés:
- Deje de negar. Escuche lo que le dice su cuerpo, pues la naturaleza es sabia. Empiece a admitir libremente el estrés y las presiones. Es el primer paso para desestresarse.
- Evite el aislamiento. Desarrolle o renueve las relaciones de intimidad con familiares y amigos. Comuníquese. Comparta sus ideas con los demás. Discuta sus problemas con una persona de confianza, sin que esto signifique que vaya contando sus intimidades a todo el mundo.
- Trate de delegar. ¡No lo haga todo sola! Aunque los demás no hagan las cosas tan bien como usted y aunque sea difícil conseguir la colaboración de sus familiares (porque llevan mucho tiempo sin hacerlo), nadie lo puede todo. Un poco de ayuda de los demás es mejor que nada.
- Disminuya la intensidad en su vida. Ordene las tareas por orden de prioridad (es más importante su salud que la guerra contra el polvo de la casa). Aminore su ritmo de vida. Procure vivir con moderación, pues sólo dispone de una determinada cantidad de energía. Empiece a equilibrar el trabajo con el amor, el placer y la relajación. Fomentar aficiones o crearse alguna nueva (pintar, escuchar música, etc.) es siempre un buen ejercicio antiestrés.
- Aprenda a decir No. Cuando las exigencias sean excesivas, tenga el valor de decir No. Contribuirá a disminuir la intensidad del trabajo hablando por sí misma.
- Vuelva a calibrar sus valores. Procure distinguir entre los valores realmente importantes de los que no lo son. Lo esencial no es temporal.
- Flexibilice sus pensamientos. Trate de exigirse menos, de ser más flexible. Unos pensamientos rígidos, negativos y extremos no le ayudarán en nada. Procure educar sus pensamientos para que le ayuden a ser más objetiva. Siendo objetiva y flexible se encontrará mucho mejor.
- Trate de relajarse. Respiraciones profundas y regulares le ayudarán a encontrarse más tranquila, o por lo menos a que la tensión que está sintiendo no vaya en aumento. Y recuerde que, además de la respiración, hay muchas otras formas en las que uno puede tratar de relajarse.
- Cuide su cuerpo. No pase comidas por alto, ni abuse de dietas rígidas. No descuide su necesidad de sueño ni deje de acudir a las citas con el médico. Alivie el estrés mediante la actividad física (por ejemplo, suba y baje escaleras, salga a pasear con las amigas o sola, etc.)
- Conserve el sentido del humor. Son muy pocas las personas que se divierten y que sufren de estrés al mismo tiempo.
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