28 enero 2006

APROBACIÓN DE UNA LEY CAUTIVA

[Son bien conocidas las objeciones, racionales, del Dr. Gonzalo Herranz a la reproducción asistida. Están fundadas en el respeto a todo ser humano viviente y, en especial, cuando es "pequeñito e indefenso": son los que la Ley llama preembriones. El Dr. Herranz hace en este artículo, publicado en el Diario Médico (20-I-2006), algunas apreciaciones críticas como contribución al diálogo democrático.]


#270 Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por Gonzalo Herranz


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Veo, en el programa de sesiones del Congreso de los Diputados para estos días, que la Comisión de Sanidad y Consumo se reunirá el miércoles, día 18, para poner su punto final a la nueva Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida: ratificará, a las nueve de la mañana, la Ponencia designada para informar del Proyecto, y procederá a continuación a dar el espaldarazo final a las conclusiones de la Ponencia. Nada de templar gaitas o buscar consensos. De acuerdo con el Reglamento de nuestras Cortes, la Comisión decidirá con plena competencia legislativa. Termina así la gestión legislativa del Congreso, con lo que el texto legal aprobado pasará al Senado para que éste emita su rutinario y decorativo informe. En conclusión: muy pronto podremos leer en el Boletín Oficial la nueva Ley.

Pienso que son bien conocidas mis objeciones, racionales, a la reproducción asistida, fundadas en el profundo respeto que profeso por todo ser humano viviente, en especial a los que la Ley llama preembriones. Eso me proporciona una gran libertad para hacer algunas apreciaciones críticas, como contribución al diálogo democrático.

Ni luz ni taquígrafos

Lo dicho significa que no habrá oportunidad, como tampoco la hubo con la Ley 35/1988, de debate público – social y político – del Proyecto de Ley. El Pleno del Congreso no tratará de esa Ley en sesión abierta, con luz y taquígrafos, con periodistas en el hemiciclo. Se ha malogrado así una ocasión excepcional de que el buen pueblo pudiera enterarse de qué va la Ley, de conocer qué razones abonan los cambios introducidos, los puntos fuertes y las debilidades que presenta, qué consecuencias trae para la vida y la conducta de las personas; en definitiva, si con la nueva Ley vamos a tener una sociedad más justa o, si, por el contrario, la Ley sacrifica algunos importantes valores para beneficio de unos pocos.

Para justificar el debate a puerta cerrada se adujo, en 1988, que estábamos ante una ley pionera y muy compleja, inapropiada para ser debatida en la calle y pasar la prueba de un encendido debate social. Parece que en los años transcurridos desde entonces, no hemos alcanzado un nivel suficiente de cultura científica y juicio moral. No hemos salido de la adolescencia.

En esto, gobernantes y legisladores se han dejado llevar de un sesgo paternalista. Debatir un proyecto de ley en los sótanos del Parlamento, en vez de hacerlo a pleno sol y pulsando la opinión pública, no parece contribuir a que la sociedad española se vaya acercando a la madurez que han adquirido las de otras naciones. Baste recordar lo ocurrido recientemente en Italia con ocasión primero del debate parlamentario, y del ulterior referéndum después, sobre la ley de fecundación médicamente asistida; o lo sucedido en el Reino Unido cuando allí se votó la ley para autorizar la clonación embrionaria; o la vivacidad con que en Alemania se discutió de diagnóstico preimplantacional o de importación de células troncales embrionarias; o, finalmente, la alta temperatura con que en los Estados Unidos se debaten los asuntos bioéticos con ocasión de las elecciones presidenciales. Aquí, en vez de producir nosotros nuestros propios debates, hemos de resignarnos con importarlos del extranjero.

En el caso presente, ¿tiene esto alguna importancia? Teóricamente, mucha. En la práctica, quizás ninguna. Dadas las alianzas partidistas y las concesiones morales que tantas veces subyacen al proceso legislativo, no parece que un intercambio de datos y opiniones en los medios de comunicación pueda modificar lo que nuestros representantes hayan podido decidir con sus pactos y convenios.

Insensibilidad social

Pero recibir algún tipo de información no les vendría mal. Veámoslo, a la luz de un asunto muy concreto.

En el parágrafo 2 del Artículo 3 del Proyecto se establece que “en el caso de la fecundación in vitro y técnicas afines, solo se autoriza la transferencia de un máximo de tres preembriones en cada mujer en cada ciclo reproductivo”. Parece una norma prudentemente restrictiva que pretende hacer frente a los bien conocidos peligros de la gemelación, bestia negra de la reproducción asistida. Pero, ¿es ese el tenor propio de una ley que entrará en vigor en 2006?

No, a mi modo de ver. En reproducción asistida, la tendencia consolidada hoy es patente: estamos en un tiempo en que una tasa elevada de gemelos nacidos como resultado de la reproducción asistida no es ya tolerable. La gemelación va ligada a riesgos elevados para la gestante, a daños considerables para la vida y el buen desarrollo de los niños, a costos económicos prohibitivos. Y sin embargo, ni sabemos qué está pasando en España ni parece que la Ley vaya a ponerle remedio. Este es bien conocido: está en transferir un embrión por ciclo, no en limitar a tres los que se transfieren discrecionalmente a cada mujer en cada ciclo. En Suecia, la norma impuesta por el gobierno es que sólo se transfiera un embrión por ciclo; los resultados allí son halagüeños: gana la calidad de vida de madres e hijos, se ahorra mucho dinero, y no decrece la tasa acumulativa de transferencia de embriones. Si uno se asoma a Internet y con la ayuda de un buscador pide información sobre “single embryo transfer”, se encuentra con que ese proceder es el reclamo publicitario con el que hoy el competitivo complejo industrial norteamericano de la medicina reproductiva trata de atraer clientes.

Reino Unido

Y, lo que es más importante desde una perspectiva de justicia distributiva: nos dicen, desde el Reino Unido, que el Servicio Nacional de Salud, en su esfuerzo de incluir entre sus prestaciones la reproducción asistida gratuita para el mayor número, ha decidido seguir la conducta de transferir un sólo embrión por ciclo. Tienen allí datos suficientes para saber de antemano que los embarazos gemerales dejarían exhaustas en poco tiempo las arcas del Servicio Nacional de Salud.

A propósito: la Ley española no dice una palabra acerca de la inclusión de la reproducción asistida entre las prestaciones del Sistema Nacional de Salud. Las cosas seguirán igual. En un reciente e interesante intercambio epistolar en la revista Human Reproduction, se contrastaban las ideas de turismo reproductivo y exilio reproductivo. Todo parece quedar, de momento, en una propuesta de abandonar esos términos por sus patentes connotaciones negativas y hablar muy posmodernamente de “atención reproductiva transfronteriza”. La nueva Ley parece cortada a la medida de ese nuevo concepto. En materia de reproducción asistida, España seguirá atrayendo a gentes adineradas de fuera, al tiempo que ofrece oportunidades menguadas a los menos pudientes de dentro.

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