LA LÓGICA DE LA EQUIPARACIÓN
[Fernando Simón Yarza, alumno que acaba de terminar 3º de Derecho en la Universidad de Navarra, recibió el premio "Aula de Derecho Parlamentario". El galardón, que se concede al mejor trabajo de investigación en este campo, reconoce su estudio sobre "La inmunidad parlamentaria". El premio, dotado con 600 euros, tiene por finalidad promover entre los estudiantes la investigación en el ámbito de la actividad del poder legislativo. Este artículo, por la madurez humana y jurídica que refleja, podría haber sido escrito por un catedrático. Pero, no: refleja el sentir de buena parte de la juventud sana y rebelde ante las consignas del ejecutivo socialista en connivencia con los grupos homosexuales. No es gente trasnochada, del ancien regime; es juventud nueva, en plenitud de vigor, con muy notable capacidad dialéctica y con un empuje irresistible. Con independencia de que el rodillo pueda llegar a aprobar una aberración jurídica que nada bueno aporta a la sociedad -es totalmente ajena al bien común- y, por lo mismo, a nada obliga. No se contentan --dice el autor de este artículo-- con una convivencia sexual libertaria (...), sino que pretenden privar a los demás de la posibilidad de la convivencia matrimonial. (...) no tienen ningún interés en acceder al matrimonio sino que, bajo el pretexto de que la entrada les está vedada, pretenden derrumbar sus muros para que todos queden fuera. Por eso defienden no sólo la equiparación sino también el «divorcio express» y tantas otras formas que contradicen la lógica matrimonial. (...) Ante esta imposición (que responde sin duda a las convicciones éticas de quienes detentan el poder) los que defendemos el matrimonio, en ejercicio de nuestro derecho a pensar y vivir libremente hemos de protestar. Porque protestando no negamos a las parejas homosexuales su derecho a vivir la sexualidad libertaria, sino que afirmamos el derecho de los demás a vivir el matrimonio como espacio jurídico. Ante una ley tan reaccionaria como la que el gobierno quiere imponer lo cívico es protestar. Publicado en el Diario de Navarra (24-VI-2005).]
#183 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia
por Fernando Simón Yarza, estudiante de 3º de Derecho
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La defensa de la homosexualidad ha estado siempre unida a la apología del amor libre. Sus partidarios conciben la sexualidad como una mera facultad ordenada a la procreación (biológica) sólo según las leyes de la naturaleza, pero dirigible discrecionalmente por el individuo. Se trata ésta de una libertad entendida como un espacio de autonomía situado al margen de la ética y el derecho. Porque mientras lo propio de la ética y el derecho son el orden y la norma, el ejercicio de la sexualidad libre cae fuera de éstos, en el «imperio de la libertad».
Frente a esta concepción de la sexualidad humana como una mera facultad-poder, todavía son bastantes los que reivindican un fin propio de la sexualidad y, por lo tanto, una ética sexual. Entienden asimismo que, en la comunidad familiar, la dualidad sexual tiene además una función social, por lo que reivindican no sólo su dimensión ética sino también jurídica. Ese espacio jurídico es el matrimonio.
¿Cómo es posible entender a quienes quieren equiparar el matrimonio a las uniones homosexuales, si el matrimonio es radicalmente opuesto a su visión de la sexualidad? Hace poco leí una entrevista en la que un defensor de la homosexualidad sentenciaba que el matrimonio entre homosexuales es reaccionario. Y es que, para un partidario de la sexualidad libertaria, la reivindicación del matrimonio es una auténtica paradoja, pero una paradoja «con explicación».
El adjetivo reaccionario es casualmente el que mejor se adecua a la lógica de la equiparación, porque se corresponde perfectamente con las pretensiones de sus defensores, que no quieren adquirir el status jurídico del matrimonio sino eliminar ese status sustrayéndole sus propias reglas. No se contentan con una convivencia sexual libertaria -a la que nadie les niega el derecho-, sino que pretenden privar a los demás de la posibilidad de la convivencia matrimonial. Dicho gráficamente: no tienen ningún interés en acceder al matrimonio sino que, bajo el pretexto de que la entrada les está vedada, pretenden derrumbar sus muros para que todos queden fuera. Por eso defienden no sólo la equiparación sino también el «divorcio express» y tantas otras formas que contradicen la lógica matrimonial.
A esta lógica nueva obedece la ley del gobierno que, con un aparato retórico decimonónico, impone al grito de «¡libertad!» un matrimonio sin contenido (a jurídico) como espacio para cualquier opción sexual, esto es, para el sexo libre. Ante esta imposición (que responde sin duda a las convicciones éticas de quienes detentan el poder) los que defendemos el matrimonio, en ejercicio de nuestro derecho a pensar y vivir libremente hemos de protestar. Porque protestando no negamos a las parejas homosexuales su derecho a vivir la sexualidad libertaria, sino que afirmamos el derecho de los demás a vivir el matrimonio como espacio jurídico. Ante una ley tan reaccionaria como la que el gobierno quiere imponer lo cívico es protestar.
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