02 abril 2005

FALLECE ANTONIO MILLÁN-PUELLES, EL ESPLENDOR DE LA ARGUMENTACIÓN

[El día 22 de marzo falleció el filósofo Antonio Millán-Puelles, catedrático de la Universidad de Madrid y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Fue una mente poderosa que no paró hasta el final de su vida en el intento de escudriñar la verdad de las cosas; poseía el don de exponer los argumentos filosóficos con enorme vigor unido a una gran elegancia y claridad. Además de poseer una inteligencia poderosa, fue siempre -como recuerda el autor de este artículo- un caballero cabal. Publicado en ABC (23-III-2005).]

# 129 ::Educare Categoria-Educacion

por José Antonio Ibáñez-Martín, Catedrático de la Universidad Complutense.

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El filósofo Antonio Millán-Puelles murió ayer en Madrid a los 84 años. Autor de una extensa obra que mereció los premios Nacionales de Literatura y de Investigación Filosófica, y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, deja un recuerdo imborrable entre sus discípulos. Cualquiera que le haya conocido, estoy seguro que hubiera pronunciado esas mismas palabras. Antonio ha tenido una vida intelectual extraordinariamente fecunda, y, a la vez, ha sido un verdadero aristócrata, pues ya nos recuerda Cervantes, a través de Dorotea, que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y él siempre se comportó como un caballero cabal.

Sobrepasa los límites de estas notas dar cuenta de la veintena de libros que dio a la imprenta, del centenar de artículos que ha publicado o de las distinciones que recibió ya desde muy joven. En efecto, tras unas reñidas oposiciones, pasó a ser catedrático de la Universidad de Madrid con treinta años, y con menos de cuarenta fue elegido miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Gran ambición intelectual

Debido a las cambios en los planes de estudio universitarios, fue director del Departamento de Historia de la Filosofía y del de Metafísica, en la Universidad Complutense, habiendo colaborado también con varias Universidades argentinas, con la Universidad a Distancia y con la Universidad de Navarra. Su tarea investigadora fue reconocida mediante numerosos premios, pues primero recibió los premios extraordinarios de licenciatura y de doctorado y, más tarde, se le concedió el premio Nacional de Ensayo y el de Investigaciones Filosóficas, así como la Academia Internacional de Filosofía, con sede en Liechtenstein, le distinguió con su premio Aletheia. Quizá este último premio es muy expresivo de sus ambiciones intelectuales más intensas.

Millán, que tenía un hondo conocimiento de la lengua española, huyó siempre del peligro de seducir con la brillantez de la palabra, pues lo que deseaba era escudriñar la verdad de las cosas, que no pretendía imponer a nadie, pero sí se esforzaba en proponerla con una claridad y un esplendor que facilitara el auténtico desarrollo de la inteligencia de sus lectores, al hacer ostensible el nexo entre la conclusión y sus principios. Este vigor argumentativo lo mantuvo hasta el final, de modo que estaba dispuesto a mantener en la clínica cualquier conversación de corte filosófico, pues decía, con mucha gracia, que era una mens sana en un corpore insepulto.

Antonio Millán ha ayudado a muchas personas a estructurar su pensamiento. A veces se trataba de jóvenes estudiantes que leían sus «Fundamentos de Filosofía» o graduados que acudían al «Léxico filosófico» para conocer el sentido más profundo de los conceptos filosóficos esenciales. Pero también fueron muchos los pensadores más selectos que han leído sus obras con aprovechamiento.

A Millán le llenaba de orgullo recordar cómo, habiendo coincidido como ponente con el cardenal Wojtyla en un simposio organizado en Roma por el CRIS, un centro de formación teológico dirigido por sacerdotes del Opus Dei, Juan Pablo II entró en la sala con la traducción italiana de su libro «La estructura de la subjetividad» y le manifestó que habían seguido caminos filosóficos muy similares.

Siempre admiré su inteligencia prócer, del mismo modo que también ha sido grande mi gozo al observar que se ha comportado hasta el último día como un caballero cristiano, sabiendo incluso ganarse el afecto y la admiración de quienes le conocieron y trataron por primera vez durante su última estancia en la clínica. Descanse en paz.

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