26 octubre 2004

EL LOGOTIPO DEL MATRIMONIO

[En este artículo, el autor expone que lo que pretenden algunos no es tanto el reconocimiento de un derecho personal, sino el reconocimiento social -el "label", el "logotipo"- de que una unión homosexual es "exactamente lo mismo que el matrimonio"... Y aquí es donde falla el razonamiento, por el principio de identidad: lo que es distinto, es distinto; lo que es igual, es igual; lo que es distinto no puede ser igual; lo que es igual, no puede ser distinto. Y por eso A es distinto que B. Lo explica muy bien.]

#024 ::Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Juan Ignacio Banares
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“Vende”. El matrimonio “vende”, a pesar de estar en crisis. Aunque a veces no se mira directamente a la realidad, a lo que es, sino al nombre: lo que importa en ocasiones es el logotipo. Así, a la vez que algunas parejas de hecho heterosexuales desean efectos matrimoniales para una unión que quieren expresamente que no sea matrimonial, otros –parte del colectivo homosexual- piden el nombre y el reconocimiento de realidad matrimonial a su forma de cohabitación. Quieren que se reconozca en la ley que son capaces de matrimonio. Y es que el logotipo del matrimonio tiene tradición.

Los argumentos que se presentan son básicamente tres: el principio de libertad de la persona en su conducta y desarrollo; el principio de igualdad ante la ley; y el principio de no discriminación. En realidad, sin embargo, no es ninguno de esos principios lo que está en juego: no se lesiona el principio de libertad, porque mientras no se atente contra el orden público el Estado no se inmiscuye en su vida privada. Tampoco se daña el principio de igualdad ante la ley, porque a ningún varón se le impide contraer matrimonio con una mujer y a ninguna mujer se le impide contraer matrimonio con un varón: ante el matrimonio –tal como es- son exactamente iguales a los demás ciudadanos. Y tampoco se viola el principio de no discriminación, porque nadie les trata con desigualdad respecto a los demás.

En el fondo, lo que se pretende no es el reconocimiento de un derecho personal, sino el reconocimiento de que una unión homosexual es exactamente lo mismo que el matrimonio. Y aquí es donde falla el razonamiento, por el principio de identidad: lo que es distinto, es distinto; lo que es igual, es igual; lo que es distinto no puede ser igual; lo que es igual, no puede ser distinto. Lo que se llama matrimonio no es ni una mera unión afectiva –que cabe en cualquier amistad- ni una simple cohabitación sexual –que no necesita ni nombre ni efectos-. Lo que se entiende por matrimonio, con su logotipo, con lo específico, es una unión que incluye varios elementos: la igualdad diversa de la persona como mujer y como varón; el carácter complementario de ambas variedades; un amor y un compromiso específicamente centrado en esa diferenciación complementaria y la posibilidad de ser principio común de generación. A esta realidad se llama matrimonio. Y por eso A es distinto que B.

Por lo demás, la realidad matrimonial supone un elemento de primer orden de importancia en la configuración de la sociedad, en la transmisión de la cultura, en la organización de la convivencia en torno al parentesco... Por eso, porque el matrimonio forma parte esencial del bien común como elemento constituyente, tiene una dimensión social y pública que le hace merecer una consideración también pública por parte del Estado.

En una unión entre personas del mismo sexo no puede existir la complementariedad (justamente porque se quieren como mujer-mujer o como varón-varón), ni es posible la conyugalidad (porque no pueden darse y recibirse en plenitud de su masculinidad y feminidad), ni puede darse una real paternidad o maternidad. Por eso no hay discriminación: porque, se ponga el nombre que se ponga, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. No es un tema confesional: es un tema de razón y de bien común: : “Quien contrae matrimonio no crea, no inventa el matrimonio, del mismo modo que el nadador no inventa la naturaleza o las leyes del agua o de la gravedad”. La cita no es de un texto o autor católico, ni siquiera cristiano; en pocas cosas estoy de acuerdo con él, pero describe la diferencia entre el nombre –el logotipo- y el contenido: lo escribió Karl Marx en 1832.

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